viernes, 31 de diciembre de 2010

Ya fue

jueves, 30 de diciembre de 2010

Corporaciones

Llegábamos a la siguiente conclusión: la prolongada toma de la Facultad de Filosofía y Letras por parte de los alumnos, en reclamo de mejores condiciones físicas de aprendizaje, atrasó considerablemente la realización del ya imprescindible "Congreso de Puan" (que organiza la carrera de Letras todos los años) lo que, a su vez, paralizó la actividad cultural de Buenos Aires: "Hasta que no sepamos qué se debatirá en ese congreso no podemos establecer las líneas que orientarán nuestras propias prácticas", imaginamos que pensaron los gestores especializados de Buenos Aires. Por eso, este año, la actividad cultural y artística llegó hasta el borde mismo del 31 por la noche (inauguraciones de museos en navidad, vernissages después del día de los inocentes, conferencias magistrales el 30 mismo).
Un graduado de filosofía que asistía a nuestras conclusiones en una vereda de Palermo Infame (estábamos fumando) creyó simpático aclarar: "Por eso nosotros hicimos nuestro congreso en Derecho". Lo miramos atónitos. "Pero a nadie puede interesarle lo que se discuta en un congreso de filosofía*. Haberlo hecho o no, daba exactamente lo mismo".
Como estaba en franca minoría, el filósofo tartamudeó que él consideraba que la realización de ese congreso fue una contribución a "la humanidad". Eso se lo reconocimos: "la humanidad" (esa cosa vieja, tal vez muerta y maloliente) y "la filosofía" (idem, idem, idem) muy probablemente funcionen en el mismo registro gracioso donde una y otra se miran en espejo para confirmar sus naderías. "Nosotros, por el contrario, determinamos qué es legítimo y no en la cultura argentina, qué hay que leer, cómo se lee, qué moda ya pasó y cuál se insinúa en el horizonte". ¿Cómo no iba a paralizarse la cultura de Buenos Aires ante la dilación de tales veredictos? ¿Quién podría haberse atrevido a lanzarse solo, sin timón, sin brújula, ¡sin prácticos y sin pilotos!, a las procelosas aguas del presente?

Dicho esto, nos despedimos deseándonos un feliz 2011 y alegrándonos de que, más bien tarde, el 2010 ya estuviera terminando.
Repitiéndome, les deseo a todos, queridos lectores (es una manera de decir, nada más), un feliz 2011 y me voy a regar, que la seca está fatal y el pasto se me pone amarillo.

*El vínculo reenvia a otro congreso, que no se pretende filosófico, y que por eso, claro, le resultó interesante a Diego B., cuya recomendación transmito ciegamente.


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Esa entelequia, esta espera

Deseo de revolución

por Jean-Luc Nancy para Lignes (París; Febrero de 2001), número dedicado a la pregunta por el “Deseo de Revolución”. Traducción: Luciana Bata para Cuadernos del Inadi, 3 (Buenos Aires: diciembre 2010)

Comienzo respondiendo directamente, para no hacer trampa: no, no estoy habitado por el deseo de revolución. Más precisamente: puedo sentir un deseo como ése, atravesándome; pero no puedo pensarlo. Sin embargo, no hay “renuncia”, ya que ustedes supondrían que la ausencia de deseo sería un renunciamiento. Al contrario, no renuncio a pensar qué hace que no pueda sentirme cómodo con esta frase: “Deseo la revolución”. Tema bien serio. Pero no se equivoquen, no estoy diciendo “¡Hablemos en serio!”, ni mucho menos juego el juego del supuesto “pensamiento único”, sometido a la “dominación”, del que habla Michel Surya. Lo serio aquí es evidentemente del orden de la gravedad. Es un asunto grave –creo que todos lo sabemos- repensar, sin reservas, la totalidad de los significados, de los postulados, de lo que está en juego en la palabra “revolución” (que incluye también un pensamiento sobre la igualdad, de eso también estamos hablando). Revolución, deseo, igualdad. Es un asunto grave aún por poco que se tenga en común con alguna “tradición revolucionaria”. Es justamente la pregunta por saber que quiere decir aquí “una tradición”: ¿qué debe transmitirse? ¿No hay primero una exigencia de no contentarse con ninguna tradición? Pero, además de revolución, deseo, igualdad, hay al menos tres cosas: justicia, sentido, verdad.

(el texto completo, acá)

martes, 28 de diciembre de 2010

Peronismo paquete

Lo más granado de la sociedad porteña se dio cita en el coqueto bar de la calle Austria que homenajea al tirano prófugo para celebrar la presentación del libro Políticas del sentimiento.










¡Qué paquetería!

lunes, 27 de diciembre de 2010

El crimen de la ex-modelo















Sucedió en el barrio.

Visitas en el barrio

Un nuevo avance hacia el edificio único*

El Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Sergio Caletti, confirmó el traslado de las carreras de Ciencia Política y Comunicación al edificio único de la calle Santiago del Estero, a partir del 2011.
En la última reunión plenaria del Consejo Directivo de la Facultad, el Decano Sergio Caletti ratificó el traslado de las carreras que actualmente funcionan en la sede de Parque Centenario al edificio único del barrio de Constitución para el inicio del ciclo lectivo 2011. Esta mudanza incluye además a las Direcciones de Carrera, el Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CEPIA), los estudios de Radio y TV y el resto de las oficinas administrativas. De esta manera, tres de las cinco carreras de la facultad pasarán a ocupar el nuevo edificio.
La finalización de las obras del segundo pliego comprenden 10.000 metros cuadrados adicionales a los 3400 en uso, la capacidad aúlica superará las 60 aulas y se incorporará un auditorio con capacidad para 700 espectadores, así como un subsuelo con 13 aulas- estudio destinadas a la enseñanza y a la producción audiovisual. Las nuevas instalaciones –equivalentes en capacidad al nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Económicas- permitirán albergar a más de 15.000 alumnos.

*Hemos esperado taaaaanto, que ya no sé si nos conmueve.

domingo, 26 de diciembre de 2010

El cuento de la natividad

por Daniel Link para Soy


Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del Rey Herodes,

llegaron de Oriente a Jerusalén unos magos diciendo:

¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?

Mateo 2,1-2


La patraña de los “Tres Reyes Magos” se remonta al siglo V, cuando el Papa León I el Magno regía los destinos de la Iglesia. A mediados del siglo VI se les asignaron los nombres de Gaspar, Melchior, Balthassar (traducciones de los griegos Appellicon, Amerín y Damascón y de los hebreos Magalath, Serakin y Galgalath).

Hubo Magos, por supuesto, pero no fueron tres sino cuatro (el cuarto se llamaba Artabán, o también Ogamyer Otraucle, según diferentes tradiciones onomásticas) o doce (en la tradición armenia). Y tampoco fueron reyes sino sabios de Oriente (muy probablemente zoroastristas educados en Persia).

La jerarquía regia y el número de tres hablan antes de las manías de la Iglesia (obsesionada desde siempre por la cosa trinitaria y el poder) que de la verdad histórica, suficientemente documentada tanto en los Evangelios Apócrifos como en otros documentos de la época.

Lo que es cierto es que seguían una estrella que se movía por el cielo, lo cual es índice eficiente de la sabiduría de la que participaban: la astronomía, en su versión predictiva. Entonces era Belén, hoy es Lady Gaga, pero para el caso es lo mismo: los magos tenían (y tienen) debilidad por el sistema de estrellas y viven interpretando sus movimientos como si de mandatos se tratara. Y tratándose de mandatos, ninguno tan poderoso como el de la encarnación: llevados a creer que el Soplo se había hecho Carne, tomaron ellos sus cítaras, sus címbalos, sus presentes y sus mejores ropas y montaron en sus camellos, sus burros y sus caballitos para atravesar el desierto.

Venían de Oriente, es decir: de más allá de Damasco (el límite de Israel), de Babilonia. Honda impresión causaron los Magos al llegar a Jerusalén con sus rostros empolvados (además de la arena del camino, gustaban del make up, como buenos babilónicos), la chillonería de sus sedas y los cortejos que, a su paso por los pueblos orientales, se les habían unido (en cada oasis levantaban sus carpas, encendías sus hierbas, tocaban su música, bailaban y se entregaban al disfrute: ¿qué otra cosa es la sabiduría y para qué más podría servir la magia?). Los nativos los fueron adorando desde mucho antes de que se encontraran con el pérfido Herodes, que sintió que su reinado tambaleaba.

Los Magos, que se presentaron a palacio con sus pócimas, sus pergaminos, sus interpretaciones alocadas del cielo y sus canciones, le contaron a Herodes el propósito de su marcha, iniciada desde distintos puntos de ese Oriente misterioso y plagado de costumbres que las Escrituras no llegaban siquiera a censurar porque las ignoraban.

“Venimos a adorar al Niño, somos su club de fans”, le dijeron a Herodes entre las risotadas provocadas por los humos que encendieron de inmediato y los estribillos que no cesaban de entonar (“Alehandro, Alehandro”, o algo parecido).

Según lo que ellos habían deducido del asunto (entre celeste y hermético), el adorable Niño venía a prometer una era de Amor (y, por lo tanto, de placeres sin cuento). Si llegara a cometerse algún “pecado” (noción desconocida para los Magos, que la entendieron a medias de sus innumerables contacto con los nativos de Judea), el Niño garantizaba el perdón bajo la sola condición del coming out o, como se decía por entonces, la confesión (y el arrepentimiento, claro, pero la recaída estaba contemplada como legítima: la carne es débil).

Herodes no sabía nada de ningún Niño, pero pidió a los Magos que le informaran, cuando lo encontraran, el sitio exacto de su nacimiento. Él mismo quería ir a ver qué onda. ¡Mentira! Se dio cuenta de que Oriente traería su ruina (y, por lo tanto, la de la civilización: la cultura de la culpa judía). Medio budista, incluso hippie, le pareció ese Niño para el que todo estaba bien y que lo perdonaba todo. Soñó la frase antiestatalista “al César lo que es del César” y un estremecimiento le recorrió la espalda.

Reaprovisionados las alforjas de los Magos y sus acompañantes con dátiles, vino nuevo (tempranillo), carne de cordero y finas hierbas. continuaron éstos a través de Judea su larga marcha de adoración de la carne, danzas a la luz de la luna y música hipnótica. A cada niño que encontraban, por si acaso fuera el Soplo Encarnado, le dejaban “el regalito”.

De la misión de espionaje encargada por Herodes se olvidaron casi al instante. Hicieron mal, porque el rey, celoso, mandó juntar todos los regalos de los niños, a los que consideró además arruinados por el mero contacto con el estremecimiento oriental de los Magos. Y los mandó a matar.

Los intérpretes contemporáneos se preguntan por qué Herodes no hizo matar a los Magos, si es que tanto les temía. La respuesta es obvia: en el fondo de su corazón y de sus glúteos sabía que la magia nunca muere: es indestructible. Mejor es controlar sus efectos. Y comenzó a hacer correr la horrible especie por el mundo: “los Reyes son los padres”, correlativa del mezquino mandamiento: “No aceptes regalitos de extraños”.

Correspondencia

Educación Laica para un País con Igualdad


En las últimas semanas el sistema educativo de nuestro país ha sufrido un grave retroceso y atropello a los principios de la educación laica que instauró, ya en 1884, la Ley 1420 y que, años más tarde, fueron profundizados con el movimiento de la Reforma Universitaria.

Los gobiernos de Córdoba y Tucumán, encabezados por Juan Schiaretti, y José Alperovich, han impulsado en las legislaturas provinciales leyes de educación que incluyen en la currícula escolar la educación religiosa.

En el caso de Córdoba mayor gravedad ha tenido esta iniciativa, ya que las manifestaciones contrarias a la norma, encabezadas por estudiantes y docentes, han sufrido una brutal represión policial por parte del Gobierno de esa provincia, hecho que fue repudiado por organizaciones de la diversidad sexual y de derechos humanos en general en todo el país.

Estas dos leyes, aprobadas con los votos del Frente para la Victoria/PJ, el PRO, la UCR y partidos provinciales, se suman a la ya implementada por el Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, que fue aún más allá e instauró – desde el año 2008 – la educación religiosa de culto católico en forma obligatoria en las escuelas públicas salteñas.

Cabe señalar que la enseñanza religiosa en las escuelas supone una situación de violencia cultural ya que expone a los niños que no comparten ciertas creencias religiosas o no profesan religión alguna a una situación de diferencia y exclusión.

Fuente: FALGTB

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cena de navidad

Hoy es navidad y la pereza debe ser la norma en todas las casas donde anoche hubo banquete navideño. Nosotros fuimos doce personas reunidas alrededor de una mesa, simulando que constituíamos una familia, pero los vínculos que nos unían eran tan débiles (o tan excéntricos) que, en útima instancia, fue como si varios grupos reunidos por el azar o la contingencia hubieran comido de las mismas fuentes. Tal vez se había acabado el mundo, como en las películas y series que más me gustan, y éramos los últimos sobrevivientes de una raza maldita. O una catástrofe natural nos obligaba a compartir lo que teníamos: tiempo, disposición para reunirnos, algunos alimentos.
Una madre reciente vino con su esposo y su hijo, y además su madre, pero sus hermanos (dos) no vinieron con ellos.

Hay familias, pienso, atravesadas por algún tipo de contradicción. Como en el caso anterior se trata de padres divorciados, aparentemente algunos hijos pasaron las navidades con sus madres y otros con sus padres.

Pero estuvo, además, un joven santafecino con uno de sus dos hermanos. El otro hermano no vino (no quise preguntar si comía en otra parte o detestaba hasta tal punto la navidad que prefería quedarse solo). Ni la madre ni el padre de ellos comieron con nosotros, de modo que no me imagino las razones por las cuales se sumaron a nuestro cena de Nochebuena.

De todos modos, como mi familia es extremadamente reducida, siempre veo con buenos ojos todas las incorporaciones, por más barrocas que sean, porque eso nos aleja de las típica melancolía de las fiestas.

Muchos de mis amigos me dicen que sus reuniones navideñas tienen las mismas características y que la compulsión a la reunión familiar hace que se junten personas que ningún sistema de parentesco pondría bajo un mismo árbol. Habría que rebelarse en contra de la compulsión familiarista, piensan, pero nadie es capaz de tomar una decisión tan drástica y preferimos todas las formas de simulación a nuestro alcance. Después de todo, comer con los parientes políticos de la novia del hijo de un amigo no es lo peor que podría sucedernos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Así es más cool

¡Feliz navidad para todos!


(¡Gracias, Rosita!)


jueves, 23 de diciembre de 2010

Piezas de luz



En Blogger



A pedido del público



miércoles, 22 de diciembre de 2010

Tiempo de balances

BALANCE 2010 PARA LA MUSICA CLASICA

Entre los vaivenes del Colón y la pluralidad de tendencias


por Diego Fischerman para Página/12


martes, 21 de diciembre de 2010

London, London

Una amiga que vive en Londres no para de quejarse de la ciudad, que no le gusta. Añora Nueva York (no entiendo por qué).
Londres se reinventó después del Milenio y creo que es hoy una de las ciudades más lindas de Europa (Roma es la más linda del mundo y de todos los tiempos, de modo que no cuenta). Tan así es que no cesa de brillar en las series que seguimos, algunas de las cuales ya he hablado: Dead Set, Whitechapel, la siempre (y pese a todo) inmensa Doctor Who.
También Survivors (2008) saca provecho del Millenium Bridge, el edificio con forma de dildo gigante, el Támesis, las callejuelas de la City, los parques y los canales.
En este caso, ha habido un virus (cierta empresa farmacéutica ha fabricado un virus de influenza, descontrolado) que mató en apenas 48 horas al noventa por ciento de la población mundial. Uno de cada diez habitantes es inmune a la peste, y como las ciudades son ahora gigantescos depósitos de cadáveres pudriéndose al sol y convocando a la ratas y a las enfermedades asociadas con la catástrofe, los sobrevivientes han decidido huir al campo (los suburbios menos habitados), donde se atrincheran para sobrevivir.
El grupo de protagonistas está constituido por uno de cada: una madre que busca a su hijo, un negro que ha perdido a su familia (pero que puede haber sido salvada misteriosamente), un asesino que se ha fugado de la cárcel, una médica lesbiana, etc. Hacen lo que pueden para no morir o no ser asesinados por las hordas de saqueadores que han invadido el mundo.
Además de estos grupos la mayoría de las veces antagónicos (Leviatán), queda un resto de Estado británico: la que era la vocera oficial del gobierno y algunos pavotes que la secundan se han refugiado en una granja eólica que se autoabastece de electricidad (que en todo el resto del planeta falta: aparentemente son los únicos molinos de viento en actividad que sobreviven en los alrededores de Londres).
Cada tanto, algún pormenor de la trama lleva a los sobrevivientes a la ciudad, que aparece desierta, vacía de tránsito, abandonada. Lejos de quitarle belleza, el silencio hace de Londres el perfecto monumento funerario de la especie (algo así como un British Museum de mayor escala todavía).
Además de esas briznas de sociedad civil y de Estado (que es presentado, por supuesto, como la aniquilación misma de lo viviente, como el fascismo en su forma más pura y más prístina) hay algunos restos de la corporación farmacológica responsable del desastre.
La pregunta que organiza la reunión de los sobrevivientes, al comienzo, es cómo vivir juntos. Luego se verá que no hay respuesta para algo semejante y que, en todo caso, más vale preocuparse por el bien morir.
No digo más: el casting es correcto, las locaciones impecables, la trama es algo floja, pero es una sola temporada que se deja ver sino con alegría, al menos sin desagrado. Quiero decir: con la promesa de mostrar Londres, aunque sea de lejos, cualquier cosa aguanta.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El potlatch, la fiesta


Un potlatch reciente

por Arturo Carrera


No entiendo cómo se comete la locura de intentar presentar un Diccionario de Juguetes.
S
obre todo cuando ese diccionario contiene no sólo un alfabeto que nos guía en la imposible búsqueda, sino un laberinto de palabras e imágenes, preguntas y fechas que remiten a un mundo ignoto de fábricas, obreros, jugueteros que en su momento no vimos, no conocimos, que en su momento fueron sólo una sensación, unos sentidos, lo que después creemos sostener aún dentro nuestro como ritornelos, infancia como escritura, palabras y horas en que alguien entra en el sueño con los ojos abiertos y donde el Tiempo se esconde como nos dice Daniela, la autora, en la introducción del libro: ”en ese día exacto (pero extraviado) en que nos regalaron nuestro juguete deseado, en esa tarde en que uno de nuestros juguetes favoritos encontró su final de una manera imprevista y dolorosa.” Esas son las fechas que buscamos, y eso es lo que deviene con la escritura.
Sosteniendo este libro extraordinario que pide todos los elogios, todas las exclamaciones felices por su relato, su indagación minuciosa, su hechura, sus fotos, sus colores, nos transformamos, y ese fue mi caso, en productores de anécdotas. ¿Cómo hago para convertirme en juguete de la pasión de esa infancia que inventamos con la escritura? ¿La vida es una escritura?
Ese excesivo trabajo de más de diez años de búsquedas y escritura, nos enfrenta ahora a nuestra propia sonrisa: la sonrisa involuntaria pero cómplice, casi la misma que apareció cuando nos enfrentamos al primer juguete. ¿A todo este trabajo sólo le devolvemos una sonrisa cómplice?
Pero tampoco queremos estar solos para gozar de este libro enorme: queremos compartir también la anécdota fácil. Y ahí escribimos. A esa anécdota fácil podemos añadirle algunos datos nuevos, de los que aprendimos al leer cada nota del libro. Por ejemplo:

“…a mi me gustaba jugar con El Cerebro Mágico, pero mi prima jugaba con La luciérnaga instructiva”.

“Mirá… mirá los autitos de celuloide, una vez mi tío Juan me trajo varios y los acerqué a la hornalla del calentador donde mi abuelo hervía la leche… para ver cómo ardían…”;

“…me gustaban los juguetes, los más simples, supongo. Los trompos. Ah, fijate que se llamaban Arturito, trompos del fabricante Arturo Di Paolo, por ejemplo. Algunos emitían un sonido de sirena interior, la voz de una mujer que cantaba dentro, o que lloraba… no sé, me impresionaban mucho. Me “encantaban”. Tenía una colección. Y le pedía a mi abuelo que los hiciera girar a todos al mismo tiempo”.

“¿Vistes estos chiches Matarazzo? Autitos de lata litografiada que tenían pintados la cara del chofer y del acompañante de frente y de perfil, medio egipcios. Y los colectivos llevaban los perfiles de los pasajeros pintados en las ventanillas”.
Pero los juguetes que fabricaba mi padre, que vivía en el campo, también eran extraordinarios para mí. Llegaba y sobre la mesa de la cocina desenvolvía la maravilla… Un molinito de viento. Un acróbata que evolucionaba sobre un hilo entre dos maderitas.
Es obvio que los juguetes (este libro mismo, inmenso) están cargados con algo que no vemos, que no veremos jamás, que no obtendremos nunca… pero ese algo que parece un tiempo súbito, una edad milenaria disuelta como un aerosol de ambientes, nos sacude con su fuerza invisible de amuleto, de sahumador, de talismán.
Hay juguetes que nos mantienen indiferentes, pero otros son la prueba de que el juego es una especie de partera de nuestros hábitos. Sobre todo si esos hábitos son la réplica de un suceso placentero como cantar, canturrear, marcar un ritmo o suprimirlo para imprimir, en esa suspensión, en esa animación suspendida, otra forma de la felicidad.
Sostenemos y leemos este libro de Daniela Pelegrinelli con la cara de los que fuimos, queremos a toda costa permanecer bajo la máscara de ese niño que todavía llevamos dentro. Lo dijo el poeta italiano Pascoli, llevamos un juguete dentro, il fanciullino lo llamó; una especie de títere ínfimo o ludión que sube y baja dentro de nuestro cuerpo sin órganos murmurando cosas a veces incontables… Pero ese niñito no se va, él tiene razón. Es nuestra permanencia, nuestra voluntad de ser, de jugar hasta morir.
Tuve la sensación de que a este diccionario no era necesario leerlo, es un libro máscara, con sólo tenerlo cerca y apoyarlo sobre la cara constituiría una vía hacia otro mundo. Bastaría con que hagamos girar las páginas, mirar de muy cerca las letras y las figuras, oír el rumor de sus furtivos mensajes. Los juguetes y las revelaciones que contiene son como utensilios para desenterrar, por instantes, esa especie de dicha petrificada que es la infancia cuando intentamos revivirla.
Los juguetes nos transforman en súbitos arqueólogos de la dicha. Buscamos en ellos, de chicos y de grandes, la inmediatez perdida. Lo unitivo. El origen. Cuando los colores no eran colores sino una especie de parpadeo de las sensaciones.
El resto es algo parecido al dinero en los sueños: una industria ajena al valor y al miedo. Una magia imparcial y feliz.
Ni feos ni lindos, la rata verdadera en una caja es más diáfana que la vitrina llena de autómatas de Baudelaire, ¿te acordás? Siempre fueron lo mismo los juguetes: una variación en la complejidad de las semejanzas. Porque no se trata de imitar sino de repetir hasta el infinito el mismo ruido de matraca para espantar desde la cuna a los malos espíritus, la misma cadencia, la misma delicadeza de la travesura y que el final sea: un hábito delicioso o terrible: un símbolon o un diávolon!
Si además de amar todo tipo de juguetes vivimos rodeados de los que atesoran nuestros hijos, que también supieron ser fabricantes y destructores de juguetes, lo que queda es la luna lamiendo la chatarra que se enfría, como en el poema de Lorca.
Pero ahora se abre este Libro Maravilloso que rescata la memoria de sus fabricantes, de sus detalles de construcción, de sus marcas y publicidades íntimas o restallantes, pero también de la historia de hombres y mujeres artesanos inmigrantes, que llegaron hasta aquí para volver movedizos y atrayentes sus tallas de muñecos, sus vajillas de miniatura, sus soldaditos de plomo, sus primeras matrices estampadas.
Todo el regalo, el colmo, el exceso, el potlatch de los Reyes Magos: oro, incienso, mirra

y adoración.

Buenos Aires, 2010


domingo, 19 de diciembre de 2010

Tiempo de balances

Premios Derrota Cultural 2010

(gracias, Diego)

sábado, 18 de diciembre de 2010

Internas

La interna del poder, expuesta en el Salón Blanco
Aníbal Fernández se mostró incómodo

por Mariano Obarrio para LA NACIÓN

El ala izquierda progresista del gobierno de Cristina Kirchner se hizo un festín en la cálida asunción de la nueva ministra de Seguridad, Nilda Garré. Mientras que la jura de su sucesor en Defensa, Arturo Puricelli, fue más protocolar, pero significó la entronización del ministro de Planificación, Julio De Vido, como hombre fuerte en la gestión.
El abrazo de la Presidenta a Garré, tras la jura, fue interminable y efusivo. No sólo expresó afinidad ideológica, sino un público apoyo a la próxima faena de la ministra: purgar la Policía Federal, desplazar a su jefe, comisario Néstor Vallecca, y hurgar en la vida interna de la Gendarmería y de la Prefectura Naval.
Ambas mujeres comparten desde siempre un ideario garantista de la seguridad. Se pusieron de acuerdo en impartir cursos de derechos humanos a las fuerzas federales de seguridad y "tocar las cajas" de posible corrupción en prostitución, juego, trata de personas o narcotráfico.
Con la crisis y las muertes de Villa Soldati como telón de fondo, este programa de gestión arrancó aplausos sonoros del gabinete y de aliados del ala izquierda kirchnerista como los peronistas Dante Gullo, Carlos Kunkel o Diana Conti, y los extrapartidarios Hebe de Bonafini, Carlos Heller, Martín Sabbatella, Ricardo Forster, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y viejos militantes de la otrora organización Montoneros.
La designación de Garré es un mensaje de compensación hacia el progresismo kirchnerista, que había quedado descolocado por tantas señales presidenciales recientes hacia los sectores medios de centro. Ese "giro" incluyó guiños a los Estados Unidos, al FMI, el Club de París, mensajes amistosos a empresarios, un intento de Pacto Social y un discurso menos confrontativo hacia medios de prensa.
El último cambio de gabinete golpea sí a un exponente tradicional del peronismo ortodoxo: el jefe del Gabinete, Aníbal Fernández. Cedió a Garré, su rival interna, el control político de las fuerzas federales de seguridad, está a punto de perder a Vallecca, hombre de su confianza, y ayer renunciaron sus incondicionales Sergio Lorusso, que dejó la Secretaría de Seguridad, y Pablo Paladino, que se fue de la Subsecretaría de Seguridad Deportiva.
Pese a ello, Fernández ingresó en el Salón Blanco junto con la Presidenta, Oscar Parrilli, Puricelli y Garré, a quien saludó fríamente tras la jura. Incluso, al ingresar en la tarima, Fernández y Garre se chocaron por lo estrecho del pasadizo y Fernández pasó primero. La designación de Puricelli, en cambio, fue considerada como un aval a De Vido, competidor de siempre de Fernández. De Vido es hoy un hombre fuerte en la gestión, que ganó influencia en el círculo presidencial.

Rituales faraónicos

por Daniel Link para Perfil

Como se sabe, cuando un faraón moría era enterrado con todos sus sirvientes. ¿Qué parte de la muerte del Sr. Néstor Kirchner parece estar arrastrando al Sr. Aníbal Fernández hacia la tumba política?

Tal vez sea la percepción (el patrocinio y la provocación) de una guerra que ha transformado a Buenos Aires en un campo de batalla lo que, más tarde o más temprano, pondrá al Sr. Fernández en situación de descanso o de retiro (in)voluntario.

Porque si es cierto que “el problema que tiene el gobierno de Macri es una combinación de desidia e incapacidad”, como ha declarado el ministro del gabinete nacional por el que más antipatía siento, Amado Boudou (Página/12, 13.12.2010), es incomprensible que el Sr. Fernández no haya cesado en entablar una guerra sin cuartel con un funcionario municipal tan poco digno de su atención y de sus energías.

Si el Sr. alcalde es una nulidad tan comprobada (y efectivamente, suscribiría esa hipótesis), ¿por qué tenerle miedo y declararle la guerra? ¿Es que el Sr. Fernández es incapaz de darse cuenta de que cualquier aspiración electoral a nivel nacional del Sr. Macri ha sido totalmente sepultada precisamente por su desidia, su incapacidad y su irrenunciable tendencia al redículo (así, con e: Freddie Mercury, bigote)? ¿Y tan poco confía en las (cada vez más inmensas y más inmoderadas) capacidades de gobierno de la Sra. Fernández que considera que necesita de sus jueguitos sucios y sus caprichitos para no perder el paso?

Buenos Aires atraviesa uno de los momentos más sombríos de toda su historia porque, siendo al mismo tiempo una ciudad autónoma y sede del gobierno federal, aparece tironeada por dos proyectos que se quieren irreconciliables hasta la muerte (que nunca es la de las partes en combate, sino la de terceros, lo que se llama “daño colateral”).

Por fortuna, el gobierno nacional, “luego de un grave error inicial, ha respondido con sensibilidad e inteligencia” (Horacio Verbitsky en Página/12 el 12.12.10) y ha intervenido en el “descontrol y la ausencia del Estado local y el nacional” (Mario Weinfeld en Página/12 el 12.12.10).

“En menos de dos meses, colmo de colmos, han muerto cinco personas en movilizaciones, lo que habla de una pérdida sensible de eficacia”, señala Mario Weinfeld. Sensible pérdida, también, de inteligencia, de plasticidad política, de imaginación, de capacidad de convivencia.

Por fortuna el gobierno nacional no se agota en las machaconas y pedestres alucinaciones difundidas en los reality-shows de la televisión (que alimenta las conciencias febriles de los actorzuelos de telenovelas) y sabe que su suerte se juega, cada día, en su tendencia a la grandeza y no a la mezquindad. Llegará el momento en el que algún asesor presidencial comprenda que nunca es bueno dispararle cañonazos a los mosquitos: sobrevivirán, aún con la tierra arrasada.

Buenos Aires no es una ciudad cualquiera, sino la sede del gobierno nacional: transformarla en Bosnia no le hace bien a nadie, salvo a los voraces embalsamadores de la dinastía K.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Una familia muy normal

Por Daniel Link para Soy


La casa de Gran Hermano ya abrió las puertas para el ciclo 2011. ¿Todo está igual? No. Han reemplazado las alfombras por pisos flotantes de madera (mucho más higiénico), han agregado una pérgola al costado de la pileta, han introducido reglas de un barroquismo perverso (o de una perversión barroca) que parece que será la tónica de la temporada.

Los participantes (elenco muy ampliado de subnormales) tendrán que compartir lecho. Ya es difícil justificar una semejante cercanía corporal entre personas que han decidido compartir su vida: no se sabe cómo harán estos pobres de espíritu para sobreponerse a la catástrofe del sueño compartido.

Al habitual elenco de pendejos descerebrados y pajeros y trolas dispuestas a ganarse una celebridad de quince minutos a fuerza de petes clandestinos, esta vez los guionistas han decidido introducir en la casa dos especies poco frecuentadas (hasta ahora) por la televisión argentina: una lesbiana confesa y un chico trans. Hay, además, una loca que mejora anteriores presentaciones: es una loca alegre, para nada traumada, “Mister Córdoba Gay”, a la que habría que cortarle el pelo con urgencia (y, previsiblemente, alguna loca tapada que terminará revelando su “secreto” a los demás miembros de la casa y entregando el culo detrás de unos arbustos).

Salvo esas excepciones, el casting ha sido esta vez tan monótono que sería imposible distinguir a un chico “lindo” (con esa belleza que llama al cachetazo) de otro. Entre las chicas, están las muy malas, las insoportables y las taradas a cuerda (alguien de la casa ya reclamó “a ver, una morocha que explique las reglas a las rubias”).

Que esos especímenes, que justifican todo intento extraterrestre por acabar con la especie humana, vayan a exponer sus miserias en público (el concheto de apellido Anchorena, aparentemente, sufre desde que su madre -¿cuál? ¿la conocemos?- huyó con el guardián de seguridad de la garita) no puede inquietar a nadie, y es tan poca la curiosidad que esos iguales a cero pueden despertar en la audiencia (esta vez, ningún villero, ninguna prostituta, ninguna sirvienta: clase única) que se entiende el twist genérico que se introdujo.

Luz Ríos (22 años, bailarina) se confesó lesbiana y durará lo que un suspiro en ese universo de vileza (salvo que los guionistas decidan emparejarla con alguno de los tarambanas de la casa: yo le destinaría, en ese caso, a Cristian Urrizaga, un entrenador de perros de Barracas que es capaz de comerse vivos a todos los participantes, de una sola sentada).

Alejandro Iglesias (26 años, Avellaneda) dijo padecer de “disforia de género”, hace fierros (es super-chongo) y entró en la casa para poder comprarse la prótesis que necesita para cambiar su cuerpo (“nací como mujer”, aclaró). Tan módicos son los otros proyectos (“ser modelo”, “divertirme”, “pasar el verano”), que quién podría negarle el triunfo y el dinero. Como además parece buena gente, es el favorito indiscutido.

Lo que atemoriza (decido que jamás veré las galas) es la sarta de estupideces malintencionadas que saldrán de las bocas de los conductores, esas cloacas.

Que Soy haga la policía de discurso.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ho, ho, ho



Repercusiones en la prensa

Fue primicia de Linkillo:




Fuente: La hoja ("se compra en todos los kioscos pero no se vende"), 2 de diciembre de 2010

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un impulso criminal

El éxito o el fracaso de cualquier producto que participe del género policial tiene que ver con el modo en que contesta la pregunta ¿por qué se mata? P. D James, maestra del género, ha presentado (casi) siempre situaciones en las cuales el asesinato resulta una solución creíble (en las mismas circunstancias extremas hasta uno sería capaz de matar).
Como la mayoría de las veces, en los relatos escritos o audiovisuales, resulta que la gente mata porque sí (como si el matar no involucrara un desarreglo metafísico y existencial suficientemente grave como para que una persona lo piense dos veces antes de apretar el gatillo o lo que fuere), suelo frecuentar géneros igualmente estereotipados pero en los cuales el criminal mata porque está en su naturaleza hacerlo y no puede evitarlo: adoro las ficciones de asesinos seriales.
Últimamente, hemos visto la deliciosa serie británica Whitechapel (dos temporadas cortas, 2009 y 2010) protagonizada por Rupert Penry-Jones en el papel de un detective de policía con desarreglos graves de conducta (maniático obsesivo), al frente de un equipo de policías que lo odian profundamente al principio y terminan imitando sus manías. Por supuesto, durante la primera temporada, el DI Joseph Chandler debe enfrentarse con un asesino que copia los asesinatos de Jack el Destripador. La segunda temporada también recurre al copycat, pero esta vez se trata de una historia más o menos insoportable de mafiosos que sólo se deja sobrellevar por la extraordinaria perfomance de Rupert Penry-Jones (y Londres, por supuesto, siempre Londres).
De todos modos, no quería hablar de esto, sino de Dexter (el asesino serial que mata porque su padre le dijo cuando era niño que no le quedaba más remedio), cuya quinta temporada (y tal vez la mejor) acaba de terminar por todo lo alto. Ya he señalado lo bien que a la serie le hizo la muerte de Rita. En esta temporada la producción mejoró ostensiblemente y, en lugar de una estrella invitada, hubo tres: una chica con cara de sartén cuyo nombre no me importa (era alumna de Julia Roberts en alguna película de ambiente escolar), pero es parecida a todas esas estrellitas asartenadas que son intercambiables (la de El hombre araña, etc.), Robocop, haciendo del policía corrupto que, por metiche, pone en riesgo la seguridad de Dexter y el que alguna vez fue amigo de Ewan McGregor en Trainspotting (el de pelo teñido), haciendo ahora de supervillano. En fin, de todos modos, nadie podrá nunca opacar a Debra, la hermana de Dexter (esposa del actor, en la vida real), cuyo rol no cesa de crecer en intensidad todo el tiempo.
Esta temporada, Dexter se privó de los casos circunstanciales y todo avanzó en relación con la el caso principal, que puso al viudo en situación de vulnerabilidad amorosa.
Finalmente, la que parecía que iba a ser su futura compañera de fechorías, considera que la venganza ha apagado ya todas sus ansias criminales y lo deja.
Debra, a punto de descubrir a los dos con las manos en la masa durante el último asesinato que cometen, los deja ir porque se identifica con la causa.
Los hijos de Rita, que se habían ido a vivir a Orlando con los abuelos, vuelven a Miami y todos terminan festejando el cumpleaños del bebé de Dexter, en la playa, como si nada siniestro hubiera sucedido (y, esta vez, la garra del mal agarró por el pescuezo a casi todos).
Habrá sexta temporada, y como toda la televisión siga en niveles tan bajos de creatividad, la esperaremos con verdadera impaciencia.


martes, 14 de diciembre de 2010

Naturaleza Roussoniana

por Alfredo Prior ("Introducción" a Raúl Escari. Original y copia. Buenos Aires, s/e, 2010)

Quien sigue los pasos de la naturaleza
no será más que un copista, un malhadado imitador.


Se pasa sin solución de continuidad del animal a la planta, de la materia animada a la materia pensante, como de la materia inanimada a la materia viva.
Todos los seres circulan los unos en los otros, todo es un flujo perpetuo.
Todo animal es más o menos hombre, todo mineral es más o menos planta, toda planta es más o menos animal.
Raul Escari en Naturaleza Roussoniana comprueba que el hombre intervino al gusano, y el artista no puede, so pena de fracasar, buscar el desorden como tal: desorden que adviene en un nuevo orden, donde se les roba a las obras clásicas los valores de "vida", de "movimiento", de "decoración" y "fantasía".
Gramilla, porotillo, trébol, yuyo silvestre, el autor de estas líneas está demasiado enamorado de esta puesta pseudo ecologista de Escari como para no medir la importancia de lo que acaba de afirmar. Y no contento con esto asevera que, si la obra maestra de Luis XIV fue crear el aburrimiento, nuestro artista comprueba que a la diversión por "defecto" corresponde la diversión "por añadidura": la gracia.


Buenos Aires, agosto 2010


lunes, 13 de diciembre de 2010

Gilles Deleuze, explicada a las niñas


Foto: Nora Lezano

Celeste Cid para Rolling Stone:
"Ayer un amigo me contaba una anécdota de Freud en la que un hombre sueña con siete lobos que lo miran desde la ventana y Freud interpreta que todo eso significa un complejo con el padre y algo de la castración [N. de la R: se trata del caso "El hombre de los lobos"]. Y con mi amigo decíamos: "¿Por qué no pueden ser simplemente lobos y todo tiene que remitir a la familia?". Será que es un lugar que queda ahí, como de anclaje, y siempre hay que volver para poder resolver las cosas. Pero también hay que salir de ahí".

(anterior)


La máscara

El padre de Edgardo Cozarinsky acababa de morir y José Bianco, que lo conocía apenas desde hacía dos años, que le había abierto las puertas de la revista Sur y había corregido cierto desprecio del joven por la literatura decimonónica, consideró, sin embargo, que se imponía una visita protocolar.
Se daba la circunstancia de que Pepe Bianco convalecía de la segunda cirugía plástica que habría de transformar la berenjena o morrón que hasta entonces había fungido en su cara como apéndice olfativo en su nariz característica (la de las fotos).
Cuando fue recibido por la madre de Cozarinsky, no pudo dejar de notar la contrariedad de la viuda al verlo con la cara así vendada. La saludó, diciéndole:

"Disculpe, señora, que venga a su casa
disfrazado de El Hombre Invisible"


domingo, 12 de diciembre de 2010

Invitación

Arturo Carrera & Osvaldo Aguirre

Presenta: HUM

Casa Editorial HUM lo invita a la presentación de los libros Fastos y Campo Albornoz, publicados en la colección de poesía Nomeolvides de editorial HUM. Los poetas Arturo Carrera y Osvaldo Aguirre dialogarán sobre sus libros junto a Juan Carlos Reche, director de la colección. Malba / Avda. Figueroa Alcorta, 3415. Buenos Aires.

Lunes 13 de diciembre, 19hs. – MALBA (Auditorio)

Entrada libre y gratuita. Hasta completar la capacidad de la sala.

Se ofrecerá un brindis de honor.
Organizado con Casa Editorial HUM.

OSVALDO AGUIRRE nació en Colón en 1964, aunque reside en Rosario, donde dirige el suplemento cultural Señales del diario La Capital y codirige el Festival de Poesía de Rosario. Forma parte del consejo directivo de Diario de Poesía. En su extensa obra, más conocida en el campo de la crónica periodística y la narrativa, la poesía tiene una gran importancia. La originalidad de su voz, adentrada en los ecos del campo, asume la peculiaridad como rasgo distintivo. De Campo Albornoz ha dicho Edgardo Dobry: “Cada poema es una peripecia, un relato completo: es un espacio en el que, en la poesía argentina actual, sólo Aguirre sabe erigirse como una voz llena de fuerza”.

ARTURO CARRERA (Pringles, 1948) es una de las figuras centrales de la poesía argentina actual. Poco a poco, sus libros lo han convertido en el clásico de su generación. Heredero de la vanguardia a través de las poéticas de Haroldo de Campos, Lezama Lima y Sarduy, Carrera se ha servido del trampolín del lenguaje y de la huella de la sensación deleuziana como generadores del sentido (autobiográfico) de su obra. Fastos supone uno de los eslabones más felices en la obra de Carrera. Por la celebración en verso de dichos días-instante, por la feliz convivencia con el asombro. Un asombro articulado en tres pasos que celebran, cual fastos romanos, el presente, la infancia y el beneficio de la nieve.


La sensación

sábado, 11 de diciembre de 2010

La lengua suelta

Por Daniel Link para Perfil

Incluso teniendo mis canciones a mano en el pen-drive, a veces prefiero, mientras conduzco, escuchar programas de fm para dejarme sorprender por algún hallazgo o, lo más frecuente, por la mediocridad de todo lo que se escucha (con contadísimas excepciones, que pueden contarse con los dedos de una mano mutilada por un accidente automovilístico). Si tengo suerte, se da que tenga que estar al volante (circunstancia casi siempre más bien odiosa) mientras se emiten los programas de Lalo Mir o de Elizabeth Vernaci.
Escuchar a Lalo, cuya capacidad de invención no ha cesado con el tiempo, es siempre un acontecimiento reflexivo: pocos profesionales de la radio tienen su capacidad de citar al mismo tiempo la historia entera de la radiofonía.
Lo de Elizabeth Vernaci es más extraño, porque ella hace lo mismo que se escucha en cualquier otra emisora, pero lo que nos resulta abominable de los otros, en ella (ungida por la gracia) es siempre encantador. Cuando la inteligencia se asocia con la chispa y el profesionalismo, el resultado debe no sólo aplaudirse, sino someterse a estudio para tratar de reproducir los mismos efectos experimentalmente.
Hace unos días me enteré, escuchando Tarde Negra, de que la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (ex-comfer) ha impuesto (con pena de multa) severas restricciones al vocabulario libérrimo de Elizabeth Vernaci y Humberto Tortonese, refugiándose en no sé que moral auricular de las audiencias. Sabemos ya de sobra que la palabra “perro” no muerde y que el talento de Elizabeth Vernaci no se mide en cantidad de palabrotas: no está en juego su libertad (una entelequia), sino la felicidad de sus oyentes.

(anterior)


Invitación

PICNIC


EN LA MUESTRA CIA EN CC RECOLETA 12 de diciembre 2010 de 17 a 21 hs

(picnic / performance / encuentros con los artistas / charlas / actividades participativas)


>17 hs Visita guiada a la muestra a cargo de los artistas y el curador Dean Daderko

>17.30 hs Torta de las Conchetinas.

>18 hs Charla informal sobre el proyecto NMQ de Marisa Rubio

>19:45 hs Lectura interrumpida y fragmentaria de la novela
inédita de Estela S. Gómez Czornomaz "DERROCHE: LO QUE MATA* ES LA ANSIEDAD (*despacio)"



>La muestra estará abierta hasta el 23 de enero de 2011.



ARTISTAS
Adriana Minoliti, Alejandro López, Ana Gallardo, Conchetinas, Eduardo Alcón, Estela Gómez Czornomaz, Evangelina Aybar, Federico Lanzi, Gastón Pérsico, José Luis Landet, Juliana Iriart, Julieta Oriz de Latierro, Laura Códega, Marcela Sinclair, María Bedoian, Mariana López, Mariela Scafati, Marisa Rubio, Mauro Giaconi, Nicolás Bacal, Osias Yanov, Paula Massarutti, Renata Lozupone, Sandro Pereira, Santiago Villanueva, Tomás Espina, TWAIN/Santiago Taccetti & Natalia Ibáñez Lario, Victor Florido.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Lady de Dior


Me pregunto si el traje de escena de Marion Cotillard calificaría como "black & white" en una fiesta con dress-code....

Identificaciones imaginarias

Dice que todavía se avergüenza, que no entiende cómo pudo decir algo así, cómo cayó en semejante trampa. Tamara Kamenszain estaba en el exilio y fue a escuchar una conferencia de Jorge Borges, al término de la cual se acercó al celebérrimo poeta y le dijo:

"Soy una poeta argentina"

A lo que Borges, con su habitual socarronería, contestó: "Qué casualidad, yo también".

(anterior)

jueves, 9 de diciembre de 2010

El propio Cusco (ombligo del mundo)



miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Felicitaciones!

BLANCA TU HUMEDAD de Paula Herrera, PREMIO DEL PÚBLICO en LIBERCINE 2010

El cortometraje argentino "Blanca tu humedad" de Paula Herrera ha sido elegido por el público como la Mejor Película de LIBERCINE 2010
Finalizada la Edición de Libercine en su sede Mendoza 2010 se complementó la premiación del Festival habiéndose quedado el cortometraje argentino BLANCA TU HUMEDAD con el PREMIO DEL PÚBLICO. De esta forma, dicho premio se suma a los ya entregados por el Jurado Oficial en la Edición Libercine sede Ciudad de Buenos Aires realizada en el mes de mayo.


Aquí vivió mi abuela


y yo di, literalmente, mis primeros pasos...

martes, 7 de diciembre de 2010

La interpretación de los hechos o "Facebook y yo (3)"

En su página de Facebook, Matilde Sánchez se ha referido lacónicamente a una mesa redonda de la cual los dos participamos.
Dado el interés manifestado por muchos de sus seguidores sobre los pormenores de esa mesa, paso a comentar lo que yo sé sobre ella (que es, al mismo tiempo, poco y mucho).
En el marco del IV Congreso Internacional de Letras "Transformaciones culturales: Debates de la teoría, la crítica y la lingüística en el Bicentenario", los organizadores me convocaron para que integrara una mesa redonda junto con Josefina Ludmer, Jorge Panesi y Matilde Sánchez. Aunque no tengo una natural predisposición para intervenir en eventos semejantes, acepté de inmediato la invitación por las cordiales relaciones (el cariño incondicional y el respeto, lo que suele resumirse en el imaginario vínculo "amistad") que me une con todas esas personas.
Al principio, la mesa iba a funcionar bajo el ominoso título de "Literatura y política", pero luego de algunos intercambios electrónicos mutó en "La literatura y la vida", y así fue anunciada.
El día de la mesa fui temprano a la sede del encuentro, un poco para escuchar a otros amigos que iban a hablar, otro poco para hacerme una idea del estado de "la sabiduría de puán" (que en facebook es mucho más abigarrada que en los blogs).
Tuve la dicha (o la condena) de comprobar, una vez más, cuánto más interesantes son los intercambios entre las personas cuya curiosidad los ha llevado a especializaciones remotas (como la literatura medieval) que los de aquéllas que, por esnobismo o pereza, hablan de "literatura argentina contemporánea".
Más tarde, durante las discusiones después de nuestras exposiciones en la mesa, me referí a esa apatía que había percibido entre algunos expositores que hablaban de textos y autores sin que se supiera bien por qué habían sido interpelados por esas figuras o por esos escritos, como si todo les diera más o menos lo mismo y sólo quisieran cumplimentar burocráticamente el trámite que les permitiría agregar una línea más a sus currículas.
En contra de esa apatía, los medievalistas hablaban de dragones (rojos y blancos), de papagayos y sistemas de enunciación "papagayescos" (es decir de textos en los cuales el que hablaba sólo podía repetir citas de la Biblia, sin ton ni son), de la palabra sagrada y la palabra profana, de "la gran crisis del XIV", de la potencia de muerte de la imaginación (Chaucer: "se puede morir de imaginación") y de delicias semejantes, como si todo eso fuera importante para ellas (eran todas mujeres), y efectivamente lo era, incluso también para quienes escuchábamos.
Vuelvo a la mesa: el coordinador designado, Diego Peller, anunció que Josefina Ludmer había desistido de presentarse por no sé bien qué compromisos en los que nadie creyó demasiado.
No he hablado con Ludmer desde entonces, pero puedo entender perfectamente la hipótesis hegemónica de que su defección obedecía a la renuencia de los organizadores del congreso a invitarla para que pronunciara una conferencia plenaria (renuencia que, en algún sentido, replicaba y continuaba el maltrato que, durante años, se le dispensó a Ludmer en la Facultad de Filosofía y Letras). Repito: no soy yo el promotor de la especie (y Ludmer es inocente de todas estas especulaciones), pero la hipótesis me pareció verosimil. En todo caso, Matilde Sánchez abrió la mesa con un texto cuyo título fue "Una literatura sin intermediarios", yo la seguí con este texto, y cerró Jorge Panesi con "Pinceladas autobiográficas en la crítica argentina".
Las presentaciones fueron desparejas, pero creo que tanto mi texto como el de Jorge se ajustaban al título de la mesa. El de Matilde, en cambio, no.
"Pinceladas autobiográficas..." (según mis notas) citó los pares "literatura y salud" y "literatura y delirio" tomados de "La literatura y la vida" (yo, que conozco bien el texto, había preferido aludir al igualmente deleuzeano "La inmanencia: una vida..."), se detuvo en el "espíritu carroñero del literato" y propuso a la la literatura como la vida misma (del lector), porque el texto sería un espejo heterotópico: la vida del lector y la del texto no se relacionan en términos de representación sino en términos de reacción. Luego, Panesi analizó algunos casos de "la vida como grafo": la biografía y la autobiografía o los restos de biografía en los textos críticos. Se refirió, naturalmente, a las discutibles hipótesis de Alberto Giordano (El giro autobiográfico, etc...) y dijo que lo autobiográfico, en Giordano, se agota en lo institucional, a diferencia de lo que podía observarse en textos como los de Masotta y Ludmer (esa gran ausente que había convocado a una multitud). Finalizó con la consigna de Deleuze, para quien escribir es "inventar un pueblo que falta".
La disertación de Matilde Sánchez se articuló en cuatro puntos (vuelvo a consultar mis notas):
1) La ampliación de los márgenes de lo literario, correlativo de un "empobrecimiento" (desmonetarización) de la literatura.
2) En algún sentido, ambas líneas serían causa (o consecuencia) del "fin de las mediaciones" (Josefina Ludmer ha interpretado ese fin, yo creo, como "posautonomía" y Mario Bellatin le ha dado forma en el extraordinario proyecto "Los cien mil libros de Bellatin", suficientemente documentado en Facebook). A propósito de este asunto, Sánchez pronuncio la sentencia (descortés e inexacta) "Ha muerto el blog".
3) La proliferación de nouvelles y ensayos subjetivistas. La brevedad facilita la edición y se adapta mejor a los regímenes de la vida actual. Ejemplos que Sánchez incluyó entre los mejores "libros de este año": La intemperie (2008) de Gabriela Massuh y Rabia (2005) de Sergio Bizzio.
4) En cuanto a la primera persona, Sánchez colocó la posición de Fernando Vallejo "como dogma" y se refirió a Karina Jelinek y Thomas Bernhardt.
Hasta allí, un breve resumen de las intervenciones escritas. Luego comenzaron los intercambios. El primero en intervenir, desde el público, interrogó a Matilde Sánchez sobre la (larguísima) novela de Brizuela, que habría sido editada con el patrocinio de una fundación o algo parecido. Matilde, que había insistido en su "cansancio extremo" desde antes que comenzara la mesa, repitió sus argumentos, pero esta vez insistió en "el problema" que significaba la actual configuración del universo editorial.
Un coordinador mejor entrenado habría reconducido el tema de la mesa a sus carriles, "La literatura y la vida", sobre todo teniendo en cuenta que las dos últimas novelas de Matilde Sánchez, El desperdicio y Los daños materiales, son experimentos de apropiación de vidas ajenas y, además, que Matilde había rescatado el "realismo desorbitado" de Manuel Puig y de Fogwill como "la vuelta de la vida a la literatura" y porque Fogwill, según Matilde, había recuperado "la vulgaridad como método narrativo" (entre los muchos malosentendidos que Los daños materiales desencadenó, el de la "vulgaridad" no es el menor).
Pero es probable que Diego Peller no haya leído esas novelas, de modo que habría sido injusto reclamarle una pregunta a propósito de ellas (yo mismo, obnubilado por el caos argumental que nos envolvía progresivamente, me abstuve de traerlas a colación, y ahora me arrepiento).
El debate continuó (peor que bien) sobre lo que cada uno pudo escuchar sobre lo que el otro dijo (y, fatalmente, las distorsiones son lo que siempre aparece en primer término).
En algún momento le señalé a Matilde que yo creía que las premisas de su intervención estaban equivocadas y que decir que "el blog ha muerto" es una hipótesis insostenible, tanto como quejarse de los métodos de edición online que han transformado la literatura (y, por lo tanto, a esas instituciones que lucran con lo literario: las editoriales). Creo que sostuve mi vieja hipótesis: si los autores, de ese modo, no ganan plata para sostener sus vidas, pues "que vayan a trabajar" como cualquier hijo de vecino, porque ya no son tiempos de seguir sosteniendo un "impuesto al tarado" que, comprando libros, debe sostener esas vidas totalmente improductivas.
Creo que a propósito de este exhabrupto (esa incapacidad para controlar los demonios que me habitan será siempre mi faceta más odiosa), Jorge Panesi señaló que hay personas que consideran la práctica literaria como una actividad del espíritu. Sofocado por una acusación semejante (luego Jorge me aclaró que no se refería a mí) desplegué mi abanico y precisé que, aunque yo soy una señora bien burguesa, no se trataba de espiritualismo alguno sino de decidir si la literatura es o un bien o una experiencia. Mis lecturas me inclinan a pensar lo segundo.
Hacia el final, el coordinador de la mesa me preguntó si el sistema de reglas a las que yo me había referido permitirían llevar "una vida plena" (en oposición a una "vida dañada", esa excrecencia de la pesadumbre adorniana que no sé a cuento de qué fue citada). Dije, naturalmente, que no, como cualquier lector de Deleuze podría sospechar. Se trata de "una vida" en su inmanencia absoluta. Predicar una vida ("plena", "dañada") es abrir la puerta a las políticas de exterminio del fascismo (que operó a partir de nociones como la "vida indigna de ser vivida").
Creo que, a grandes rasgos, eso fue lo que se dijo (para los curiosos de Facebook). Creo que, más allá de las interpretaciones, todo fue mucho menos interesante que lo que los chismorreos hacen suponer...



Camino de ida







lunes, 6 de diciembre de 2010

Facebook y yo (2)

"Como yo no tengo Facebook, con el tuyo me entretengo", podría decirse... Pero no, porque de lo que se trata no es del entretenimiento ni de la diversión sino del "vivir juntos", que es un asunto mucho más grave.
En definitiva: yo no tengo Facebook. Por lo tanto, no me entero de lo que allí se dice hasta que, tal vez, en una sobremesa como la de anoche, amigos que sí tienen Facebook (y que en vez de trabajar derrochan su precioso tiempo en el espionaje villero de la vida de los otros) me cuentan que tal escribió "tal cosa" en "su muro" y que la "tal cosa" no sólo se refiere a un episodio en el que yo estuve involucrado sino que, además, me coloca en un lugar incómodo.
Pido que me envíen una copia por correo electrónico de los dichos (porque, además, tiendo a no creer nada de lo que se me cuenta, porque conozco -y me aburre mortalmente- la capacidad de deformación de las palabras y las circunstancias que arrastra las mentes febriles de las personas chismosas, que constituyen la especie principal en Facebook) y recibo este texto entre deprimente y delirante, que analizaré en cuanto tenga un poco de tiempo:


Matilde Sánchez Una de las peores noches del año. No respondí a un ataque en una mesa redonda; luego enmudecí durante toda una cena; a las dos, en una charla telefónica, dije una frase hiriente por pura ligereza. No pegué un ojo en la cama. A la mañana recapitulé que la cadena de errores se había debido a mi cansancio extremo. Pero como no logré dormir, me di cuenta de que la noche seguía al día siguiente.


28 de noviembre a las 19:38

A Cecilia Sosa, Laura Novoa y otras 2 personas más les gusta esto.

Pablo Toledo Ya que todo parece arrancar con la sangre en el ojo de la mesa redonda, podrías llamar al que te bardeó y largarle una respuesta categórica de calibre irrestricto para cortar la racha. O funciona o termina de embarrar el fin de semana...

28 de noviembre a las 19:51 · Me gusta

Javier Eduardo Martínez Ramacciotti ¿Te estàs refiriendo a la mesa del congreso de la UBA?
Con unas amigas tambièn luego estuvimos discutiendo muuuchooo sobre lo que pasó ahí. Disentimos en varias cosas pero hubo una coincidencia clave: para nosotros todo se generò por una cadena de malentendidos...

28 de noviembre a las 19:52 · Me gusta · 1 persona

Daniela Gutierrez Matisan, nada que no se vaya con un buen baño...en bañadera, un rato largo, musica y algo para leer. Después algo de comfort food, vino rojo y a la cama. Un sueño hasta que despunte el día, ya verás!

28 de noviembre a las 20:06 · Me gusta · 1 persona

Pablito Miravent Es tiempo de fijar la atención en algo verdaderamente importante...

28 de noviembre a las 20:30 · Me gusta · 1 persona

Estela Guyot ay, qué pasó, Matilde? Mañana será otro día (perdón por el lugar común).

28 de noviembre a las 20:30 · Me gusta

Laura Novoa ¡aahhhhh!¡Y yo que creí que eras perfecta!¡ Sos humana Matilde, sos humana!
pd. cuenten que pasó en la mesa para los que no pudimos asistir, sean por favor, indescretos...

28 de noviembre a las 22:36 · Me gusta

Laura Novoa ¡Ah me olvidaba! La indiferencia es lo máximo en el arte de injuriar: léase para mejor referencia: Ser y Decir en Darío, de Sylvia Molloy

28 de noviembre a las 22:48 · Me gusta

Daniela Guerra Un bajón Matilde. Te entiendo. Por suerte despues se pasa.

28 de noviembre a las 23:07 · Me gusta

Luis Giles Fue un mal día. A mi también me pasó y a veces me sigue pasando. Pero después se pasa.

28 de noviembre a las 23:28 · Me gusta · 1 persona

Gabriel Dreyfus No te preocupes: un ataque en una mesa redonda no es tan grave como la indiferencia en una cama redonda, enmudecer durante toda una cena es peor que eructar (salvo en los países árabes), decir una frase hiriente por pura ligereza es mejor que recibirla por un motivo y siempre podés pedir perdón, no pegar un ojo en la cama es menos riesgoso que se te
peguen los dos mientras estás conduciendo, el cansancio extremo indica que estás activa y la noche que sigue al día siguiente se aprovecha muy bien cerrando las cortinas... Nada que no cure un buen día. Buen día, Matilde!

29 de noviembre a las 9:11 · Me gusta · 2 personas

Matilde Sánchez Gracias por el aliento y todos tienen razón! La cuestión es que la noche del viernes sigue durando..., es casi una impresión fantástica. Solo espero que el viernes se acabe en diciembre. Bssssssssssssss.

29 de noviembre a las 10:12 · Me gusta · 1 persona

Matilde Sánchez Y dónde consigo lo de Molloy? Agradezk.

29 de noviembre a las 10:13 · Me gusta

Monica Sifrim Como diría Borges, ya quisiera estar en el día siguiente!

29 de noviembre a las 10:17 · Me gusta

Laura Novoa Ahí te lo mandé por mail, besos

29 de noviembre a las 12:32 · Me gusta

Josefina Delgado Creo que pasa todo el tiempo porque vivimos en una sociedad no líquida sino tóxica y habróa que hacer algo para cambiar todo esto, a mí me pasa igual, voy a terminar en una cueva sin wifi...

29 de noviembre a las 16:16 · Me gusta · 2 personas


domingo, 5 de diciembre de 2010

La museificación del gusto propio

Por Daniel Link para Perfil Cultura

Ni la tilinguería de quienes las llevan a cabo consigue arruinar del todo las buenas ideas. Hace unos meses fue presentada en sociedad la “Milla de los Museos”, un corredor de turismo cultural que asocia los museos comprendidos entre Retiro y Figueroa Alcorta y Salguero (donde está situado el Museo de Arte Latinoamericano, institución privada formada a partir de la Colección Constantini).
Se trata de 15 museos públicos y privados situados a lo largo de aproximadamente cuarenta cuadras en la zona norte de la ciudad, que pueden recorrerse en un bus turístico, a pie o en bicicleta. Como cualquiera sabe, una milla equivale a 1,60 kms., de modo que la designación, lejos de ser descriptiva, se revela como un capricho de los funcionarios municipales, que habrán considerado un alarde de fineza la utilización de una medida de longitud tan ajena a los usos corrientes en nuestro país.
El desliz terminológico no arruina la iniciativa, que bien podría haber usado esa vieja medida itineraria colonial, la legua, que cubre con mayor precisión los aproximadamente cuatro kilómetros que una persona puede cubrir en una hora (la legua romana y la francesa medían 4,44 kms.; la legua castellana, 5,57 kms.).
Si me detengo en estas precisiones es porque al sur de Retiro queda un territorio museológico de poco más de 5 kms. (desde la novísima Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, en Puerto Madero, hasta la Fundación Proa, en el corazón de La Boca), que podría adoptar la más precisa (y más criolla) denominación La Legua de los Museos (y que incluiría, en su justo medio, al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, próximo a ser reinagurado después de los años que demandó su ampliación, al Museo del Cine, que sufrió idéntica suerte, las salas del CCEBA en el Padelai, y a tantos otros). Que lo que tiende al norte se llame milla y lo que tiende al sur se llame legua podría servir para disimular la ignorancia o el rechazo de nuestras tradiciones al transformarlos en una necesidad topográfica.
Detengámonos en el comienzo de esa hipotética Legua, la calle Olga Cossettini Nº 141, en el desangelado barrio de Puerto Madero.
El edificio que alberga la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat fue diseñado especialmente por el estudio de arquitectura Rafael Viñoly Arquitects PC (aunque, hacia el final, hubo desavenencias entre la Sra. Lacroze y el arquitecto uruguayo). Construido en el Dique 4, el elegante edificio destina 3.000 m2, en cuatro niveles, a la exhibición de la colección reunida a lo largo de los años por esa generosa seguidora de las tendencias hegemónicas del arte universal y curadora principal (junto con un equipo de asesores cuyos nombres jamás fueron revelados, tal vez para proteger su identidad de los evidentes desatinos del montaje).
El recorrido lleva, en ese orden y desde el acceso en planta baja, al primer subsuelo, al segundo, al piso primero y al piso segundo, donde se suceden sin orden ni concierto “salas” que llevan nombres como “Sala familiar”, “El paisaje, la ciudad y la tradición. Siglos XIX y XX”, “Arte internacional”, “El espíritu de la modernidad”, “Figuraciones I”, “Figuraciones II”, “Abstracciones y nuevas formas de la figuración”, “Antonio Berni”, “Raúl Soldi” y “Objetos de la colección”. Yo le hubiera agregado al final el borgeano “Dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello”, como para subrayar el presupuesto de que “no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural” que parece deducirse de una semejante mezcolanza de criterios, o su subordinación al voluptuoso capricho del gusto o de la propiedad (que tal vez sean lo mismo: el “gusto propio”).
La Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat debería ser un orgullo para la Ciudad de Buenos Aires, que puede exhibir una delicadísima escena veneciana (levemente deteriorada) de Turner, junto con otras maravillas (dos Petorutti, ocho Xul Solar, seis Berni, incluida la imprescindible instalación La Difunta Correa, un Brueghel deslumbrante) y algunas abominaciones como la “Tacita con fruta” (1990) pergeñada por el Maestro Ernesto Sábato, que hubiera encontrado su lugar natural junto con los relieves, las máscaras y los mosaicos que se amontonan en la sección “Objetos (perdidos) de la colección”.
Lo mismo que hemos señalado respecto de la “Milla de los Museos” obliga a la crítica a detenerse en aquellos aspectos que opacan la presentación del arte y, en última instancia, el disfrute y la formación del paseante, que deberían ser los principios rectores de toda intervención museográfica.
No es sólo el desbarajuste categorial lo que hay que reprocharle al sistema designativo elegido por la Fundación Fortabat para exhibir una colección que, más allá del convencionalismo del gusto artístico que supone, impresiona por la cantidad y calidad de las piezas que contiene. Además de las superposiciones parciales de las etiquetas (“El paisaje, la ciudad y la tradición”, “Arte internacional”, “El espíritu de la modernidad”), no se entiende por qué el retrato de la Sra. Fortabat firmado por Andy Warhol o los exquisitos cuadros de Amalia Amoedo (la nieta menor de la coleccionista) no integran la “Sala familiar”, donde no sólo lucirían mejor sino que alabarían todavía más la gloria de una de nuestras familias patricias.
Fiel a las últimas avaras tendencias en museografía, la Colección Fortabat no dedica un solo centímetro cuadrado de sus paredes a explicar los criterios de agrupamiento de las diferentes piezas (que seguramente tampoco fueron explicitados en la única herramienta pedagógica que se ofrece al visitante, el audiotour). El efecto es desasosegante: en una sucesión sin tregua y sin pausa se suceden las piezas más disímiles (al lado del Turner, en ubicación privilegiada, un dibujo intrascendente de Klimt sobre papel), que terminan asfixiándose en los 3.000 mts. que se les destinan (El Museo de Arte Moderno dispondrá de 2.600 mts. de espacio exhibitivo; Fundación Proa, al Fondo de la Legua, distribuye sus muestras en 1.000 mts.).
Tal vez escaso para un museo, el espacio con el que cuenta la Colección Fortabat parece adecuado si, además de un ordenamiento que potenciara el valor de las piezas, se procediera a una selección un poco más criteriosa (no tiene sentido exhibir un Fader bueno y uno mediocre sólo porque la coleccionista compró los dos, y los 6 cuadros de Luis Felipe Noé no necesitan de la compañía de Rogelio Polesello y Kenneth Kemble, cuyas intervenciones no tienen ni la misma dimensión ni el mismo alcance).
Un “colección personal” es más maleable que una colección de museo, pero su pasaje de lo privado a lo público supone, sino la desaparición de la subjetividad del coleccionista, por lo menos su inscripción respecto de alguna política curatorial que ese “elefante blanco” (así designó la Sra. Fortabat a su colección cuando la inauguró) reclama a gritos, sobre todo si se pretende sostener alguna hipótesis de futuro y una intervención sobre el tramado urbano (como la que el MALBA supo construir).