martes, 31 de marzo de 2020

Diario de la peste, día 13

(anterior)

Era imperativo, para el consorcio sinoamericano reunido en Baltimore, con la participación remota de los líderes de las potencias turísticas del mundo, la unanimidad de respuesta ante la pandemia pangolina.
En mayor o menor medida, había que encerrar a la gente, o que la gente se encerrara voluntariamente, hasta que la Tierra se enfriara y se pudieran diseñar planes de desarrollo sustentables (la palabra, horrísona, dibujó una mueca en la cara de los repesentantantes españoles, griegos e italianos).
Es imposible hacer algo semejante sin un ejercicio inusitado de poder.
Los embajadores chinos repartieron un manual de procedimiento de 800 páginas donde todo estaba explicado. Las únicas resistencias posibles podrían llegar a ser las del Eje: Japón y Alemania, que todavía no habían salido del todo de traumas anteriores.

¿Y los países periféricos? "De América Latina nos encargamos nosotros", dijeron los embajadores chinos. Para algo les venimos comprando soja a rolete (el giro "a rolete" probablemente no fue pronunciado nunca, pero la urgencia de la hora nos obliga a traducir atropelladamente).
¿Incluso de Bolsonaro? Bolsonaro es un títere, dijeron los embajadores americanos. Lo que importa es el Senado. 
Los italianos volvieron a insistir con su caballito de batalla, la "Constitución de la Tierra" y todos asintieron: sin esa garantía estamos perdidos, porque a la vista está que a Marte no llegamos ni en cincuenta años y el planeta no aguanta tanto tiempo.
El problema van a ser los regímenes de izquierda, titubeo el representante español. Se le rieron en la cara. ¿Quiénes? Cuba, México, Venezuela. De esos nos encargamos nosotros, dijeron los delegados rusos, que hasta el momento habían permanecido en silencio. Eso sí, díganle a Trump que no deje de chicanear porque con eso la gente se distrae en las redes. Por supuesto, para eso lo tenemos.
Caía el sol y los técnicos en informática desplegaron las bellas pantallas sobre las que habrían de proyectarse las bellas imágenes de la pandemia en marcha. Puntos palpitantes de color rojo. Tablas con curvas creciendo como hongos después de una lluvia, disparadas al cielo ennegrecido de presagios malos.
En otra interfase, un globo terráqueo transparente giraba dando cuenta de los muertos.
O sea, dijeron los representantes europeos: que levanten la mano los que están decididos a instaurar un "estado de excepción" planetario. Todos y todas levantaron la mano, aunque los presentes se miraron por el rabillo del ojo para ver lo que hacían los otros. Los que participaban remotamente simularon delay antes de acordar con el plan de los embajadores chinos. Alguien se va a pasar de rosca, seguro, musitaron los griegos. 
La inteligencia americana aportó datos: los chilenos, los peruanos, los húngaros, en primer término. Más nos preocupa la resistencia de la población en España y en Italia, donde todo es de inmediato calficado de fascista. "Agamben", musitó el embajador chino. Ya nos encargaremos, dijeron los italianos desde Roma (al menos, era el Coliseo la imagen que habían elegido como fondo virtual para chatear).
Después están los países anómicos, sin economía y prácticamente sin Estado, a los que necesitamos como talismanes. "Je, je, je", dijeron los españoles. Y se corrigieron para aclarar la alusión: "G.G.G."
¿Tenemos médicos y sanitaristas suficientes para mandar a la televisión? Acá en el manual dice que no tenemos que repetirlos demasiado y que tienen que estar todos a toda hora diciendo lo mismo.
Sí! Y están encantados con poder brillar en los medios. ¿Qué van a decir? Que hay que lavarse las manos. 


El domingo por la noche se esperaba el mensaje presidencial con cierta ansiedad, para ver cómo habría de seguir la cuarentena. El presidente habló y dijo: todo sigue igual hasta después de las Pascuas (¿Habrá de decir "Felices pascuas", llegado el caso?). 
El malestar se manifestó casi de inmediato: la economía argentina no da para más. Los pobres, haciendo cola en un cajero por horas para poder cobrar los pocos pesos que les garantice la supervivencia eran una imagen dolorosa. Por otro lado, los industriales y trabajadores de comercio, exhaustos, pedían a gritos una tregua.
Todo sigue igual. Alguien dijo: "Habla el Ministro de Ahorro Postal". Alguien escribió:


Se había roto una ilusión: ya no estábamos juntos, sino separados. Había intereses sectoriales, ideas, estéticas, ilusiones y posiciones filosóficas encontradas. Los diarios del lunes (ayer) tronaban. 
Un poco por eso, abandoné la crónica rigurosa de mis días y abrí una ventana a la ficción.
Contra los autoritarismos duros (Chile, Hungría), el autoritarismo blando argentino (cuyo parlamento no sesiona hace semanas y cuya Justicia está en receso) había podido contener los conflictos y estimular cantos malvinenses en los balcones durante diez días. 
Apenas diez días durante los cuales nos pareció juicioso acatar cada disparate propalado desde Buenos Aires.
Cuando empezó a faltar la plata, sin embargo, el asunto cambió de tono y de registro. De la epopeya patriótica (Malvinas, etc.) pasamos a la ficción paranoica. Sea, seguiremos por ahí, antes de que el invierno nos arrastre irremediablemente hacia la tumba.













(continúa)

1 comentario:

PUPITA LA MOCUDA dijo...

Ficción, no ficción, lo que sea. Absolutamente imprescindible este Diario de la peste.