martes, 28 de junio de 2005

We Xipantu

Los acontecimientos entre espantosos y tristes en los que nos hemos visto involucrados en los últimos meses merecen un relato pormenorizado que no me decido a realizar para no volver a ese clima de pesadilla del que pensé que no saldría nunca. Reviso mi libretita de apuntes y me doy cuenta de que todo está allí, salvo la conexión con la Rosa Mística, a la que en algún momento el siniestro Álvaro Bustos hizo referencia pero a la que no le presté la debida atención, obsesionado como estaba por la presencia del Mal en nuestro barrio.
Si hoy me atrevo a borronear estas líneas apresuradas es para tranquilizar a nuestros amigos, a quienes no quisimos involucrar en un combate desigual, de resultado incierto y de consecuencias imprevisibles para la salud mental de los participantes. Amigos: todo ha terminado.
Varias veces en los últimos meses estuvimos en el Palacio Barolo, obligados por nuestras investigaciones arqueológicas a recorrer sus pasadizos menos turísticos. El viernes pasado, sin embargo, con un puñado de complotados tomamos por asalto una de sus terrazas para festejar el fin de una pesadilla que amenzaba extenderse por todo Buenos Aires. La circunstancia era más que propicia: celebrar el año nuevo mapuche (We Xipantu: se dice "hue tripantu") que, como todo el mundo sabe, corresponde al final del Rimungen (otoño) y coincide, por lo tanto, con el solsticio de invierno, el período durante el cual la Cruz del Sur queda en perfecta alineación con la cúpula del Palacio Barolo.
Si bien el viernes estuvo nublado y no fue posible ver el fenómeno celeste, la influencia benefactora de los astros se dejó sentir sobre nuestras conciencias atormentadas, acunadas por las dulces melodías que los músicos mapuches que Sandra había convocado para la ocasión sacaban de sus instrumentos (kull-kull, trutruka, pifilka, cultrun), invitándonos a la danza ritual (purrun) que celebra el comienzo de un nuevo ciclo solar.
No es el momento, ahora, de retomar esta historia "diabólica" (como la llama S.), que tanto daño nos hizo y que me forzó a niveles de irreflexión en los cuales no pensaba yo que podía caer a esta altura del partido. Un poco por eso, me dejé llevar por impresiones erradas, sobreinterpreté palabras de terceros (poseído como estaba por el demonio del sentido oculto) y me expuse a que, por defectos de mi prosa, mis propios dichos fueran malentendidos.
Ahora debo descansar de este episodio y ordenar mis ideas. Es el inicio, me dicen, de la re-conexión entre la materia y el espíritu, ademas de la reafirmación de la relación armónica entre hombre y Ñuke-Mapu (Madre Tierra). Ngnechen (Señor de los mapuches): purifica y bendice las aguas de los rios, lagos y vertientes.

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