sábado, 3 de marzo de 2012

Rara, como encendida

por Daniel Link para Perfil 
 
El discurso presidencial de Rosario mostró a la Sra. Fernández rara. Encendida está siempre (ésa es una de sus características oratorias más sobresalientes y una de las que más nos conmueven). Pero esta vez hubo algo turbio ya desde el comienzo: el canturreo con la mirada perdida, la voz quebrada y un cierto desgano, la estetización de la sangre en la “bandera macha” (sic, en verdad se trata de la “bandera de Macha”), que hace juego con otro extraño momento locutivo, “lo que tiene que tener un hombre y una mujer”, el olvido (o revisión histórico-conceptual) de que los colores de la bandera argentina (como los de tantas otras repúblicas americanas) son los de la dinastía borbónica, la adopción de un tono francamente belicista en relación con los enclaves coloniales, el deísmo desenfrenado, la anticipación de los tópicos más previsibles de un discurso de inauguración de Sesiones Ordinarias (la creación de fuentes de trabajo, la construcción de escuelas...) que poco y nada tenían que ver con las dos circunstancias que habían hecho de ese discurso una pieza esperada: la patriótico-conmemorativa y la coyuntural (la tragedia ferroviaria).
Sensible como sabemos que es la Sra. Fernández, es probable que el shock de los 51 muertos la haya sumido en un cono de sombra, lo que justificaría su reclamo de un abrazo colectivo y ritual, su apelación a los tiempos judiciales (inmediatamente desmentida), los titubeos sintácticos (infrecuentes en ella) y el más extraño de los enunciados que pronunció en ese acto: “Con la muerte no”.
Porque, en efecto, de eso se trata, como quedó demostrado desde el caso Cromañón: “Con la muerte no (se juega)”. Una cosa puede ser un autito flojo de papeles, un vuelto que se quedó en algún bolsillo, unos dólares comprados sin permiso, un vuelo charter no justificado. Pero si hay muerte, todo eso adquiere una dimensión trágica que ningún argentino es capaz de tolerar.
Valiosa como fue esa advertencia presidencial, su rareza radica en que no se sabe a quién estaba destinada. Los acontecimientos que, sin duda, se precipitarán en los próximos días, podrán (o no) darnos alguna pista.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Explotó un arsenal y cayeron bombas en una zona residencial, incluso en una escuela. Al otro día fue el presidente, puso la cara y dijo: Esto fue un accidente.

Y eso no le restó votos.

¿Y Candela?

Ah, cierto. La muerte. Ese olvido recurrente que a veces llega y espanta.

Anónimo dijo...

Ojala se termine de prender fuego de una vez. Mientras tanto resistiremos. Hasta que todo arda.