En un rato salgo a buscar a los chicos para ir a la quinta, donde pasaremos la nochebuena. Parece que va a ser una noche tormentosa. Y mañana amenaza estar igual. Habrá que olvidar los planes de abrir la pileta, poner las luces en el parque e instalar las hamacas y reposeras. En el campo, pero como si no lo estuviéramos... Por supuesto, si verdaderamente llueve todo lo que está previsto (en este momento un viento endemoniado arrastra objetos por las calles y se escuchan portazos y gritos entre la algarabía y el pánico) ni sentido tiene plantearse salir a fiesta alguna de todas las que habrá más tarde. Ayer, S. hizo la cola para comprar el pan dulce de Plaza Mayor. Yo no hubiera sido capaz de tanta tenacidad navideña.
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