Preparé el abstract para el Simposio Internacional que prepara W.B. para marzo, lo que me obligó a pensar durante un rato el curso de la argumentación que podría sostener sin demasiado riesgo para mi cabeza: entre Thomas Mann y Pablo Pérez (escribí). Me di cuenta de que era demasiado, pero ya era tarde.
Fui al cajero a sacar plata. Fui al correo a mandar la evaluación que el Conicet me había pedido. La mandé certificada y me salió 7 pesos con 50. Me di cuenta de que podría haber ido y vuelto en taxi a la sede del Conicet por la misma plata y de paso tomaba un poco de aire acondicionado. Pero ya era tarde.
Pasé por la librería para comprar mi organizador de escritorio, para anotar las citas y compromisos del año (¡los deadlines!). Me di cuenta de que, al mismo tiempo que presumo de tener una "bitácora" colgada en Internet, tengo vicios de la época de la cultura que llamamos letrada. Pero ya era tarde. Ahora tengo mi organizador debajo del teclado inalámbrico y todo prolijamente anotado: al principio y al final de cada mes, las cosas a mediano plazo, que suelen ser las más importantes, como para no desatenderlas. Por ejemplo, ahora, el prólogo para Die, Di, Die, que prometí para febrero y el lanzamiento de la colección (lo que veo todavía bastante verde). Mañana me encuentro con E., que me va a dar un cd con su libro (junto con el de B., el primero de la colección). Ya que se me corta la tarde, aproveché para armar una cita con C. para planear una página en Internet con información alternativa porque los dos estamos completamente hartos de los diarios y sus compromisos y no da para seguir quejándose tontamente. Después, marcharemos rumbo a la Alcaldía.
Antes de salir había decidido ducharme porque mi cuerpo despedía olores nauseabundos, hasta para un olfato bizarro como el que tengo. Cuando salí a la calle y me golpeó la cara y la nuca (al mismo tiempo) un yunque sólido de temperatura, me di cuenta de que debía haber reservado el placer del baño para la vuelta. Pero ya era tarde. Volví tan húmedo como al salir, aunque la intensidad de mis olores no es la misma.
Me puse a actualizar vínculos saltando de un blog a otro. Me enamoré de puto y aparte, irremediablemente. Pero ya era tarde. Sentí que me estaba perdiendo de algo, que se me escapaba algo de una fiesta a la que llegaba tarde (¿es este puto y aparte el mismo de puto y aparte?). Además todos esos chicos saben manejar muy bien estas herramientas electrónicas que para mí (aún cuando presuma ante mis discípulos de Bahía Blanca) son un verdadero rompedero de cabeza y una pérdida de tiempo. De pronto se me ocurrió que debería estudiar computación. Pero ya es tarde... Y es la hora de salir de mi rincón para charlar con S., que estuvo todo el día con el photoshop, corrigiendo fotos de dos sesiones. A lo mejor le propongo que nos demos juntos un baño de inmersión y juguemos (antes de que sea demasiado tarde) como chicos con el agua y las burbujas.
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