Instrucciones para leer dinosaurios (una tarde cualquiera de lluvia)
Antes de Los Simpsons, el dibujo animado que reina hace años en el primetime de los Estados Unidos, sólo Los Picapiedras consiguió sostener un suceso semejante. En esa simpática versión paleolítica del american way of life no hacía falta, desde ya, ningún rigor histórico: la mascota de la familia (Dino) y los animales domésticos que cumplían las tareas más pesadas del hogar pertenecían todos al período jurásico. Y la convivencia entre especies diferentes era tan armónica como la época que servía de contexto a Los Picapiedras -la década del 70- podía o quería sostener como utopía: en una sociedad sin fracturas (y en la que, todavía, no se había producido la crisis del petróleo, ese extracto destilado de vida jurásica), los norteamericanos podían y necesitaban convivir alegremente con los dinosaurios, que les prestaban su fuerza y su docilidad: su combustible.
Después, Pebbles y Bam-Bam crecieron y se dieron cuenta de que el mundo era mucho más hostil de lo que podía suponerse: estaba lleno de árabes fundamentalistas, de narcotraficantes, en fin, de enemigos del sueño americano. Hoy, el cada vez más resquebrajado imperio americano no incluye ninguna convivencia armónica salvo la paz conseguida a punta de misiles.
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