En Doktor Faustus* de Thomas Mann, probablemente su más ambiciosa novela, se nos cuenta la vida de un músico que, cuando joven, habría asistido a una decisiva conferencia de un musicólogo llamado Kretzschmar. El título de la conferencia era "La música y lo visual" y de ella se nos dice:
Como su título lo indica, el conferenciante habló de su arte en cuanto éste afecta, o afecta también, el sentido de la vista, cosa que hace ya desde un principio con la notación musical, sistema empleado desde tiempo inmemorial, y cada día más perfeccionado, para fijar, por medio de rayas y puntos, las oscilaciones del sonido. (...) Hablaba del aspecto puramente óptico de la notación musical y aseguraba que, para el experto, una ojeada al manuscrito bastaba para darse cuenta del espíritu y del valor de una composición. A mí me ha ocurrido -nos decía- tener abierta en el atril la obra cualquiera de un aficionado que deseaba conocer mi opinión y, al entrar en mi pieza un compañero, exclamar apenas pasada la puerta: "¡Qué porquería, Virgen Santa!" Y, por otra parte, describía el placer que causa la mera contemplación visual de una partitura de Mozart a quien es capaz de apreciarla: su clara disposición, la afortunada repartición de los grupos instrumentales, el caprichoso e inteligente perfil de la línea melódica. "Un sordo", exclamaba, "sin experiencia alguna del sonido habría de recrearse con la contemplación de tan nobles rasgos." (...) En realidad no hay arte más intelectual que la música, como lo demuestra ya el hecho de que, en ella, forma y contenido se entrelazan como en ningún otro; son, en realidad, de verdad una sola y misma cosa. Se dice generalmente que la música "se dirige al oído". Pero esto lo hace, en cierto modo, nada más en la medida en que el oído, como los demás sentidos, es órgano e instrumento perceptivo de lo intelectual. En realidad hay música que no contó nunca con ser oída; es más, que excluye la audición. Así ocurre con un canon a seis voces de Johann Sebastian Bach, escrito sobre una idea temática de Friedrich el grande. Se trata de una composición que no fue escrita ni para la voz humana ni para la de ningún instrumento, concebida al margen de toda realización sensorial, y que de todos modos es música, tomando la música como una pura abstracción. Quién sabe, decía Kretzschmar, si el deseo profundo de la Música es el de no ser oída, ni siquiera vista o tocada, sino percibida y contemplada, de ser ello posible, en un más allá de los sentidos y del alma misma.
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