Haciendo zapping, en los días pasados de mi convalescencia, vi cosas perturbadoras: la novela Machos, la historia de siete hermanos en una "hacienda" chilena, compitiendo por el trono del universo masturbatorio adolescente. Gonzalo Valenzuela, ex de nuestra Pampita, dice que "reencarnaría en un caballo". Felipe Braun (su personaje) "guarda desde hace muchos años un secreto": es puto. En otros blogs parece que siguen la novela. Yo no he perdido la razón hasta ese punto. Aunque me pareció que sí, la otra noche, cuando pasé por Sony y vi a Isabella Rosellini (es decir su ruina) interpretando un papel en la incomprensible serie Alias, cuyos guionistas están empeñados, para salvar el rating, en contratar a superestrellas decadentes. También pasé por ATC (no recuerdo el horario), donde un señor mal afeitado explicaba cómo llevar adelante un criadero de chinchillas y abogaba para que Argentina se convierta en una potencia peletera. "No diré que son como mis hijos", señalaba, y tenía razón, sobre todo porque dudo que alguien pudiera destinar a sus hijos a la fatalidad de convertirse en parte del tapado de una vieja ricachona. Qué raras son las políticas culturales del Estado argentino. Menos mal que ya me siento con más ánimo para cosas más productivas: mirar televisión me quitaba las ganas de vivir.
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