En su delirante desesperación ante la inminente sanción de una ley que universaliza los vínculos matrimoniales, la Iglesia española está tocando fondo, y está bien que así sea para que quede claro la calidad intelectual y moral de quienes son sus portavoces. Ya no contentos con un llamamiento generalizado a la "desobediencia civil" para que los alcaldes se nieguen a casar a personas del mismo sexo (porque un católico debe "obedecer a Dios antes que a los hombres", como dijo el obispo de Castellón), las autoridades eclesiásticas se han lanzado a analogías abominables que hacen de Baseotto, el ex obispo castrense, casi un delicado poeta romántico. El arzobispo emérito de Barcelona, Ricard María Carlés, dijo que de imponerse la obediencia a la ley, "esto lleva a Auschwitz". Más moderada, la señora Ana Botella de Aznar insiste en que Zapatero "ha traicionado a España" por "complacer a un lobby poderoso, el de los gays".
¡Qué gentuza vil, qué canalla infame, qué inmundas cloacas ponzoñosas!
S. y yo no tenemos duda alguna (él es español así que puede aspirar a ese derecho). En cuanto reglamenten la ley nos vamos a casar (la fiesta será en el madrileño barrio de Chueca). Habrá que hacer los trámites correspondientes, pero la semana que viene ya vamos a encargar las participaciones. No es que acordemos ideológicamente con el matrimonio (yo soy más bien reacio a la estatización de cualquier vínculo), pero en este caso nos parece una obligación política.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario