martes, 12 de abril de 2005

El huevo de la discordia


Robado a Borgeano, de Festival del odio.

La ideología hoy

Por Slavoj Zizek

Kinder Sorpresa, uno de los productos de chocolate más populares en venta en toda Europa Central, son cáscaras de huevo vacías hechas de chocolate, envueltas en un papel de brillantes colores; cuando uno desenvuelve el huevo y rompe la cáscara de chocolate encuentra en el interior un pequeño juguete de plástico (o las piezas para armar un pequeño juguete). Un niño que compra este huevo de chocolate, en general, lo desenvuelve nerviosamente y rompe el chocolate sin molestarse en comerlo, interesado sólo en el juguete que hallará en el interior. Este amante del chocolate, ¿no es un perfecto caso de la frase de Lacan "Te amo pero, inexplicablemente, amo algo de ti que es más que tú mismo y, por lo tanto, te destruyo"? Y, efectivamente, ese juguete, ¿no es el objet petit a en su estado más puro, el pequeño objeto que llena el vacío central de nuestro deseo, el tesoro oculto, ágalma, que está en el centro de la cosa que deseamos?
Este vacío maerial ("real") que está en el centro, por supuesto, representa la brecha estructural ("formal") por cuya causa ningún producto es "realmente ESO", ningún producto está a la altura de las expectativas que provoca. En otras palabras, el pequeño juguete de plástico no sólo es diferente del chocolate (el producto que compramos); aunque es materialmente diferente, llena el hueco que hay en el chocolate mismo; es decir, se presenta en la misma superficie que el chocolate. Como ya sabemos por Marx, la mercancía es una entidad misteriosa llena de caprichos teológicos, un objeto particular que satisface una necesidad particular, pero al mismo tiempo, es la promesa de "algo más", la promesa de un goce insondable cuya verdadera ubicación es la fantasía y toda la publicidad apunta a ese espacio fantasmático ("Si usted bebe X, no sólo obtendrá una bebida, sino también?"). El juguete de plástico es el resultado de una arriesgada estrategia dirigida a materializar, a hacer directamente visible ese misterioso exceso (...)
Dicho de otro modo: la "VERDADERA" mercancía sería aquella que no necesitara ningún complemento, aquella que simplemente entregara enteramente lo que promete: "usted obtiene aquello por lo que paga, ni más ni menos"[1].


[1] No sorprende pues que estos huevos ahora estén prohibidos en los Estados Unidos y deban ser contrabandeados desde Canadá (y vendidos al triple de su precio). Detrás del pretexto oficial (le hacen comprar al consumidor un objeto que no es el que anuncia la publicidad), es fácil discernir cuál es la razón más profunda: estos huevos exhiben abiertamente la estructura inherente a una mercancía.


Más en Slavoj Zizek. El títere y el enano. El núcleo perverso del cristianismo.
Buenos Aires, Paidós, 2005, 240 págs (ISBN 950.12.6546.3)

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