Hay, aparentemente, un nuevo deporte: "Péguele a Ratzinger (Palpatine)". Yo, por el momento, me abstendré de un ejercicio (fácil y gratuito) de descalificación adolescente. En principio, Benedicto es mejor que Juan Pablo II: no es un payaso ignorante como su predecesor, sino un intelectual. Sabe de qué habla y puede fundamentar una antropología (lo que, hoy por hoy, no es poco), cosa que ha hecho oponiendo la antropología cristiana al sistema de Heidegger. Ha escrito innumerables documentos con los cuales se podrá estar de acuerdo o no (lo más probable es que yo no esté de acuerdo), pero no se puede hablar de ellos sin leerlos. Ha escrito sobre arte, sobre crítica e interpretación, sobre profecías.
Podré estar de acuerdo o no con los resultados de la teología que propone pero no puedo negarle el carácter de teólogo. Podré discutir la antropología que propone pero no puedo negar que propone una antropología alternativa a la del neoliberalismo y el neoconservadurismo.
Durante el penoso reinado de su predecesor no había nada que discutir salvo el mal gusto del papa polaco que grababa canciones estúpidas para regalar en sus viajes. Ratzinger (Palpatine) es otra cosa y, si bien es dudoso que el dogma dé un vuelco en lo que se refiere a los temas más urticantes de la Iglesia (sexualidad y reproducción) lo que es seguro es que Ratzinger no promoverá un nuevo cisma (la Iglesia no puede arriesgarse a eso) y habrá que ver en qué dirección encamina la pastoral (cosa en la que el alemán no tiene demasiada experiencia) y, sobre todo, el dogma.
Hay un problema antropológico central de nuestro tiempo: ¿cómo y para qué reproducirse? A mí me interesa la respuesta que a esta pregunta puede dar Ratzinger (Palpatine), con total independencia de sus aplicaciones prácticas. No es con la Iglesia con quien hay que discutir la despenalización del aborto (supuesto que acordemos en este punto) o la estigmatización de la homosexualidad (personalmente no me molesta que se la considere un pecado, porque no formo parte de la grey), sino con los Estados. Y no hay que permitir que los Estados (laicos, por donde se los mire) usen la coartada eclesiástica para negar los derechos que se les reclaman.
Por último: ¿en nombre de qué antropología rechazaremos la que Ratzinger (Palpatine) propone? ¿En nombre de qué política nos atreveríamos a salvar la teología de la liberación de la condena vaticana? Son todos problemas interesantes, que merecen ser pensados.
Juan Pablo II fue un papa televisivo. Benedicto es un papa libresco. Prefiero, aún para discutir (sobre todo para discutir), lo segundo.
Me parece frívolo acentuar el hecho de que se lo pueda leer y disentir... espectacularmente...
ResponderBorrarMe parece frívolo ese pluralismo abstracto, también espectacular, uno lo lee y "puede estar de acuerdo o no" (en su living), como el otro era vulgar uno no podía...
La Iglesia es su práctica. Es la discusión militante, activa, de la soberanía de los estados y sus ciudadanos, como está pasando estos días en relación de los derechos de remoción de funcionarios hijos de mil putas como Baseotto... o sea, la política del vaticano al interior de terceros estados.
Pero el intelectual Link está contento porque ahora tiene para leer y disentir libremente (¿libremente? ¿es la disensión libertad política? ¿o sólo intelectual?)
Brillante Link, esta vez. Creo que con el tema de la T. de la liberación puso el dedo en el culito del progrerío local. De acuerdo con la apertura de la discusión de los malthusianismos progresitas y bushistas.
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