Por Verónica Bondorevsky
Tiempo de balances. Según los grandes editores, la 31ª edición de
De todas formas, las leyes del mercado fuerzan a estos editores a participar, a poder estar en la galería, captar la atención del lector, más allá de los grandes grupos editoriales, y promocionar su propuesta y sus autores. Marina Mariasch, poeta, directora y fundadora de la editorial de poesía Siesta, comenta que los costos para tener un stand son inaccesibles, razón por la cual su editorial siempre ha participado asociándose con otras o gracias a los pequeños espacios cedidos por librerías, distribuidoras u organismo públicos. Sin embargo, para estas editoriales estar no es sinónimo de comunicar: el ansiado y mentado diálogo entre el autor y el lector no se produce en este evento, sino que, agrega Mariasch, "los lectores se acercan a los poetas en presentaciones y eventos que organizamos en otros espacios. Sabemos bien que nuestro lector no es el que va a
¿Cuál es el objetivo de participar, entonces? "Es estar, hacerse ver... No creo que sea importante en cuanto a ventas in situ", responde Baredes. Por su parte, Villafañe reflexiona sobre los márgenes como política de posicionamiento de las pequeñas editoriales: "Nos sentimos marginales hasta el punto en el que esa marginalidad se transforma en nuestra fortaleza".
Salida paradigmática frente a las fuerzas del mercado: a la idea de cómo competir con las grandes editoriales, los editores independientes prefieren, más que utilizar las propias armas del oponente, hacer de la diferencia, de la debilidad (en lo que respecta a lo económico), una fortaleza, que se relaciona con su catálogo, libre de presiones y de objetivos mercantiles.
A pesar de esto, para subsistir, las editoriales artesanales necesitan vender; obviamente, en mucha menor medida que los grandes grupos, cuyas estructuras administrativas sobredimensionadas exigen enormes volúmenes de ventas. En este sentido, las jornadas para profesionales que
La política de las pequeñas editoriales corre por caminos distintos que la de las grandes y, de esta manera, si aceptan participar de "la fiesta" lo hacen como una formalidad y siempre atentas "a no bailar con la más fea". El contacto que prefieren no es entonces el romántico vínculo entre autor y lector "a esta altura una suerte de entelequia que sostiene publicitariamente
areciera que el evento sigue seduciendo a grandes conglomerados editoriales y a cantidades de lectores que, año a año, superan su propio récord. Pero lo pequeño, a nivel editorial, y lo singular en lo que respecta al lector, al gusto personal por la lectura, no encuentran mucho espacio ni demasiado apoyo.¿Habría que reformular entonces ese ritual anual y encontrar formas más democráticas para todos?
Buenos Aires (Seminario de Medios y crítica cultural), 11 de mayo de 2005
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