sábado, 18 de marzo de 2006

Alfajores marplatenses

Música japonesa

Una de las más interesantes películas de la sección "Heterodoxia" es Eli, Eli, lema sabachthani... del japonés Aoyama Shinji, una lúgubre versión del presente en clave futurista.

Por Daniel Link Basta un solo rasgo para definir el género ciencia ficción: es el relato del futuro puesto en pasado. Si en la literatura son los verbos los que permiten sostener la construcción (la ley del género), en el cine son los operadores sintácticos específicamente cinematográficos los que revelarán si una película participa de los sueños de la ciencia ficción o no. Alien o La guerra de las galaxias, por ejemplo, sitúan los acontecimientos que eligen contar en el futuro. El relato, sin embargo, se organiza según los mecanismos clásicos de la narración cinematográfica. El futuro, contado en pasado. Diferentes son los casos de Alphaville (1965) de Godard o de Solaris (1972) de Andrei Tarkovsky donde el relato del futuro ensaya modalidades narrativas del futuro (o al menos, tal como esos directores fueron capaces de imaginar el futuro de la narración cinematográfica). Son películas, en ese sentido, más bien proféticas.
Eli, Eli, lema Sabachthani? (Japón, 2005, 107´) de Shinji Aoyama, programada en la sección "Heterodoxia", es ejemplar y al mismo tiempo problemática en ese punto. Shinji Aoyama (un director japonés condenado al circuito de festivales) ha imaginado una historia que transcurre en 2015. Circula por el mundo un virus que provoca un síndrome de Lemming, enfermedad que induce al suicidio repentino a quienes la padecen (de paso, conviene recordar que el título completo de la película de Godard era Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution). El resultado ha sido devastador y la población de las ciudades se ha reducido al mínimo. En ese contexto, dos músicos graban sonidos naturales o producidos por elementos azarosamente recolectados (una manguera que gira montada sobre el motor de un ventilador), con los que componen su música, de la que se dice que cura el síndrome de Lemming o, por lo menos, que suspende la sed de muerte de sus víctimas.
Lo primero que salta a la vista es que el argumento es una adaptación del mito de Orfeo (aquel que con su música pudo dormir a los guardianes del Hades para arrancar a su amada del fondo del Infierno), lo que naturalmente plantea el delicioso desafío de adivinar cómo habría sonado esa música órfica que vencía a la muerte, potenciado por el problema de cómo sonará la música del futuro. Esas preguntas inquietantes seguramente constituyen para Shinji Aoyama (1964), que es también compositor, obsesiones que definen su arte. La banda de sonido de la película es encantatoria y completamente verosimil como música del futuro y como canto órfico, salvo en un momento de un anacronismo perturbador, en el que un larguísimo solo de guitarra eléctrica parece desmentir todas las anteriores hipótesis musicales de futuro. Es como si Shinji Aoyama quisiera coincidir totalmente con Orfeo, que precisamente
fracasó en su operación de rescate cuando, en su ansiedad, miró para atrás.
Lo segundo que salta a la vista es que la película existe en relación con el terror que asociamos a un virus y un síndrome, efecto de ese virus. Y que Shinji Aoyama propone no a la química (los cocteles antivirales) como inhibidora de la potencia de autodestrucción desatada por el virus sino al arte (la música, el cine). Hablando del futuro, Eli, Eli, lema Sabachthani? propone hipótesis (biopolíticas) sobre un presente que, en todo caso, no puede sino entenderse inscripto en una determinada forma de la imaginación: la imaginación del desastre.
¿Pero participa el relato de Shinji Aoyama de la ciencia ficción o no? Tanto su título (la protesta de Cristo crucificado: "¿Señor, señor, por qué me has abandonado?") como el mito órfico a partir del cual se desarrolla el relato corresponden a tradiciones completamente exteriores a la cultura nipona. El animé y el manga ya nos acostumbraron a licencias semejantes y la modernidad japonesa (desde Mishima hasta Evangelion) se reconoce por su capacidad de reunir en alegre revoltijo tradiciones lejanas. Pero Shinji Aoyama parece ir en otra dirección, donde no importa tanto la mixtura de fragmentos de mitologías diversas sino el hecho de que esos fragmentos constituyen retazos, piezas sueltas, restos de un mundo agonizante o perdido para siempre.
Tanto Tadanobu Asano (1973, 1.80 de altura, actor, músico, artista plástico y modelo de los diseñadores
Takeo Kikuchi y Jun Takahashi), esa rara intersección de Johnny Deep con Toshirô Mifune, como el resto del elenco han sido despojados de todo rasgo folclórico japonés. Lo mismo puede decirse de los paisajes y los comportamientos (salvo el suicidio, claro: el más japonés de los problemas de hoy). Es como si Shinji Aoyama postulara en el universo del 2015 ya no habrá rasgos culturales nacionales o que, en el mejor de los casos, éstos aparecerán recombinados de forma totalmente nueva. No la cultura global de la que ya tanto se ha hablado sino lo que los analistas culturales empiezan a llamar una cultura glocal (ni global ni local), lo que vuelve aún más extraño, fascinante e hipnótico un film que, al mismo tiempo, se descoloca del modelo de relato clásico para salirse de la ciencia ficción, postula la música órfica del mañana y se interroga sobre la continuidad de lo viviente (¿cómo y para qué hemos sido concebidos?).

Éste no (porque la película nunca llegó a Argentina), pero todos los anteriores "Alfajores marplatenses" fueron publicados previamente en el Diario del Festival (Mar del Plata, Festival Internacional de Cine, 9 al 19 de marzo)

3 comentarios:

  1. Anónimo1:27 p.m.

    ¿O sea que los relatos de ciencia ficción, al hablar del futuro en pasado, refieren a nuestro presente? ¿El futurismo como modo singular de analizar el presente?

    ¿Y se podría hacer un relato del presente en futuro? Porque si el futuro ya llegó...registrando qué es lo muriente y qué lo más activo de esta actualidad...quién sabe

    Un artículo en gran sintonía con esto escribí en http://www.hacemellegar.com.ar/n7/html/zapatillas.htm

    Gracias por darle laburo a mi bit Torrent

    AjV

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  2. Anónimo4:21 p.m.

    Hola, agradable ver que hay admiradores de Aoyama por el mundo. Interesante la interpretación órfica, aunque discrepo, pues considero el mito mucho más complejo que una mera reducción a la idea de la música como elemento curativo. También querría destacar que la música de Eli, Eli... presenta precisamente características opuestas a cualquier idea de lo órfico. La parte mistérica del orfismo se debe a su identificación con el mito de Dionisos y los rituales eleusianos, pero en su faceta musical Orfeo es el profeta de Apolo, quien le regaló la lira.... Y su música, es armónica, nada caótica, sino ordenada, como el cosmos numérico de los pitagóricos (los únicos practicantes documentados del orfismo primitivo). En la película, lo que se quiere mostrar es una curación del caos a través del propio caos, menos por menos=más (el infierno a vencer no es el infierno psíquico o el Hades antiguo, sino nuestro propio sistema de realidad y las miserias que éste genera aunque se autoproclame Paraíso). Y de profética o futura esta música tiene bien poco... En Japón esta música es un hecho y la película es un homenaje a los músicos que trabajan en ella (igual que en otras películas Aoyama ha hecho homenajes a músicos como Jim O'rourke, Miles Davis, The Velvet Underground...) Aquí se pueden deducir nombres como Merzbow (el padre del ruido extremo), The Boredoms, Otomo Yoshihide o incluso John Zorn, que no siendo japonés vive parte de su vida por allí.
    En fin, que asimilar películas a mitos parece algo delicado... Siempre estará el filtro de nuestras propias fantasías y de aquellos datos reales que conozcamos... Para referencia a Orfeo, mucho más clara la del final de El Viaje de Chihiro.
    Bien, espero que mi crítica sea productiva y no sea tomada como una agresión.
    Saludos.
    IDS desde España.
    (disculpen pero no tengo blog. Mi aparición aquí es puramente fortuita).

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  3. Coincido con el comentario del anónimo que escribe desde España (quizá el otro también, yo lo hago desde Mallorca, que es "casi" España). Esa música existe ahora y desde hace rato. El sello Rune Grammofon de Noruega tiene a varios exponentes del "ruidismo" en su catálogo, algunos de los cuales me compré hace varios años. Y, como apunta el citado anónimo los músicos que actúan en la peli, "hacen" esa música.
    Saludos

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