martes, 20 de junio de 2006

Diario de un televidente

Para Multicanal, que un hombre le de un beso en los labios a otro equivale a comer insectos o bañarse en agua podrida: cosas que se hacen sólo como sacrificio. Mañana, las criaturas argentinas dirimirán ante las criaturas holandesas el primer lugar en la zona C. Se gritará, nuevamente, "el que no salta es un holandés", lo que pondrá en aprietos severísimos a la princesa Máxima, que asistirá al encuentro acompañada de su marido. Sony se autoproclama como el único canal sin mundial (lo que lo vuelve simpático). Una cerveza horrible se propone como anti-sponsor oficial de la selección de Brasil y propone un cántico que hace rimar "canguro" con "culo". En los bares, la atención a las pantallas ha crecido exponencialmente en los últimos dos días. Es que por fortuna esta semana ya se acaba el mundialito-cuadrangular (con partidos que son más calamidades que otra cosa) y empieza el mundial verdadero.
Conclusiones provisionales: la paupérrima actuación de los equipos europeos, que sin embargo se reservan, con una soberbia que realmente enfurece, catorce de las treinta y dos vacantes (43 %). El corolario indiscutible es que el Mundial es un negocio eurocéntrico y que, si hubiera geopolítica en el asunto, Brasil y Argentina (¡el Mercosur en su conjunto!) deberían negarse a volver a participar en mundial alguno, habida cuenta de la segregación que implican (apenas 4 equipos del África subsahariana, sólo 7 de América Latina, 2 de Asia oriental), salvo que se modifiquen drásticamente los criterios de inclusión y la elección de las sedes. Exigimos que los próximos mundiales se realicen, todos ellos, en Sudamérica (después de todo: es la única ocasión que los connacionales tendrán para ver jugar a esas escuadras que, de inmediato, se disuelven en los múltiples compromisos profesionales de sus integrantes).
¿Qué decir del "sentimiento nacional" o el "sentirse representado...", el "sentimiento de pertenencia" a una "identidad nacional"? Que, por supuesto, en épocas que han prescindido de esas variables en todas las demás áreas de la cultura (y de la economía, donde el asunto podría revestir alguna importancia), su supervivencia en el fútbol sólo se explica como estrategia de mercadotecnia. Las naciones son públicos televisivos (es decir, audiencias) y eso lo comprende hasta el más recalcitrante de los torcedores (discípulo en esto, como en otras cosas, de Beatriz Sarlo). Es por eso, porque se trata de audiencias (y de paquetes turísticos), que los europeos están sobrerrepresentados. No porque jueguen mejor fútbol (Italia y Francia han sido una verdadera vergüenza), sino porque los simpatizantes europeos tienen más plata para gastar (lo que es un argumento adicional para que vengan, en el futuro, a gastar sus dineros en estas latitudes). Pensar más allá de eso es dejarse llevar al pozo infame de las identificaciones narcisistas.
Que gane Brasil (sólo sucederá si alguien consigue despejar el terreno de reinas viejas). O que gane Holanda, para que la derecha se distienda un poco y no siga amenazando la existencia de esos bares tan simpáticos de Amsterdam. O que ganen los suecos, así
Freddie Ljungberg se sigue haciendo fotos lindas. O que gane Argentina, pero sólo si sigue brillando como hasta ahora (ese triunfo tendrá un sabor especial: habrán ganado los feos. Qué digo los feos: los feísimos). O, lo que es más que probable, que gane Alemania, así los locales dejan de quejarse de los dineros que el Estado utilizó para modernizar estadios.
No importa quien gane (¡qué importa quién habla!), sino la calidad del espectáculo.

1 comentario:

  1. Anónimo7:53 p.m.

    De acuerdo, era lo que pensaba. (Ahora: a los narcisistas les va mejor en lo económico, pero eso ya no nos incumbe). Mi duda se orientaba más que ampliaras el concepto del "improfanable" (como protección de una "identidad"). Es sólo una intuición.

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