Si algo le queda al nacionalismo es su condición pop.
No popular, algo ya más bien anacrónico a fuerza de
lo sentimental, sino pop, con el acento en el perfil
publicitario, en los mensajes subliminales, en ese
"barullo de las estaciones" que es la moda.
Carlos Monsiváis. Los rituales del caos. México, Era, 1995
Hace unos días (¿o fueron años?), S. alquiló (dispuesto como estaba a obligarnos a un programa de inmersión total), la película Goal, que es algo así como el manual de procedimientos del fútbol europeo, financiada por la Fifa para mejor ilustración de aspirantes a estrellas futbolísticas sobre qué es lo que se espera de ellas. No comentaré la peripecia argumental, fundada toda ella en una serie de clichés completamente previsibles, sino la impresionante constatación de que el fúbol de ficción (el fútbol filmado, el fútbol espectáculo) es mucho más interesante que el fútbol en vivo, salvo claro (y precisamente) por la peripecia argumental, que en el caso del segundo involucra una profusión tal de sentidos que merecerían la atención de un equipo de analistas del discurso franceses de la escuela de Althusser y de Pêcheux. Lo que ese organismo siniestro que la FIFA seguramente es dice del fútbol es que es un espectáculo mediático y no el repertorio sombrio de alegrías mal mezcladas con rencores de clase y ansiedades nacionalitarias que Argentina lleva siempre a los mundiales.
El viernes a la noche, la televisión prácticamente hizo un llamamiento al luto nacional. El sábado, la alegría de los relatores deportivos ante el revés sufrido por Brasil (que también fue festejado, mezquinamente, en mi barrio) no hacía sino aumentar el tamaño de la llaga abierta que el partido contra Alemania dejaba en las gargantas patrióticas. Más selváticos, más maníacos, los brasileños de Maluco Beleza (se los vio en los noticieros), no dejaron de bailar ni después de la derrota: "La vida es bella", decían.
Anoche, la televisión comenzó la disección de la performance de la escuadra argentina. La prensa especializada discutió por "el canal del mundial" si el rendimiento de Crespo, cercano a la nulidad en casi todos los partidos, podría explicarse por la actitud hostil de Riquelme, quien sistemáticamente le habría negado los pases que garantizaran un mejor desempeño (de "Lipstick traces", pero también de todo el equipo). Se habló también de Messi, su retraimiento ( "Con respectó a Messi, Ayala declaró: "Compartimos mesa con él y yo trato de hacerle preguntas, conocerlo más y me encuentro con un chico humilde introvertido, es difícil entrarle; siempre está con su amigo inseparable Oscar (Ustari). Y está contento y preparado."), cercano a la subnormalidad (" -¿Cómo te llevás con el grupo? Generalmente se te ve apartado, solo, o a lo sumo con Ustari, nada más. -Me llevo muy bien con todos. La verdad es que no tengo ningún problema. Cuando no me tocó jugar han dicho que yo tenía problemas y nada que ver, todas cosas que se dijeron de más"), y el hecho de que nadie terminara de entender a ciencia cierta su papel y su fama -salvo como vendedor de productos lácteos que estimulan el crecimiento, de lo cual el jugador sería el ejemplo viviente ya que, como se sabe, pasó de 1.30 a 1.70 (aunque algunas personas sostengan que eso se debió no a las bondades de los productos secundarios de la vaca, sino a las últimas invenciones de la química moderna). Un televidente hizo a través del correo electrónico preguntas incisivas (es decir, malintencionadas) sobre las recompensas que los árbitros reciben en los mundiales. En un programa de fait diverses (el único que siguió transmitiendo desde Argentina, creo) se burlaron de la actitud (ciertamente sorprendente) de la joven promesa durante el último partido. Y ya se ve venir la marea de reproches al director técnico, sobre todo en relación con su política de rotación de jugadores. De la línea de defensa o de Tevez nadie podría hablar mal, y nadie lo hace. Pero en cualquier momento alguien comenzará a preguntarse seriamente qué tan grave le pasó a Abbondanzieri para que abandonara el arco en instancias tan decisivas (y tan catastróficas para la libido nacional). Gestos de "platita" ya se vieron en las tribunas alemanas al final de cotejo.
Es evidente que yo de esto nada sé ni me interesa en lo más mínimo. Me limito a notar que varias disciplinas aparecen para explicar lo inexplicable: la psicología (en fin: al menos la psicología grupal), la economía, la gestión empresarial. De deporte, poco y nada, como corresponde a una instancia de espectáculo como un Mundial de Fútbol. Lo que uno podría, en todo caso, pedir, es un poco más de materialismo (y al mismo tiempo, de glamour) en los comentarios y, naturalmente, menos mistificación.
Se suponía que este mundial representaba para la Argentina algo así como la venganza de los zaparrastrosos y terminó como exemplum de una columna de opinión de Beatriz Sarlo (teniendo en cuenta la última publicidad de Quilmes, todo podría haber sido mucho peor: ¡menos mal que Argentina perdió!).
La selección argentina no tuvo nunca chance alguna en este mundial que definitivamente sella la unidad europea contra el mundo, y ni las gestiones de la princesa rubia y buena pudieron salvar a la escudra de la ignominia que la esperaba a la vuelta de todas las esquinas.
Como durante la guerra de Malvinas, la televisión volvió a vender falsas esperanzas. ¡Y encima, Maradona no estuvo en la cancha, por no se qué problema de alguno de sus nuevos novios! Sí, el Mundial es agobiante (aún para quienes, como yo, decidimos por primera vez y por curiosidad antropológica seguirlo día a día), pero, sobre todo, da mucha pena tanta gente mal de la cabeza.
Interesante... ¿y jugás?
ResponderBorrarDigo, aunque sea motivado por esta curiosidad antropológica (no digo ya siempre sino en estos días en los que se juega el mundial).
Abrazo.
Me gustaría saber qué te pareció Brasil - Francia...
Es más, podríamos juntarnos con una birra mediante a ver el partido este miércoles. Estaría bueno.