Hoy, como decimos en mi barrio, me atizan los monos. La expresión surgió semanas atrás, cuando comíamos en un coqueto restaurante de Palermo con dos queridos amigos mexicanos. Como habíamos pedido una variedad de platillos de los que picábamos alternativamente, advertí que uno de ellos dejaba la boca "como Beatriz Salomón", lo que (naturalmente) no fue entendido ni en fondo ni en forma. El exquisito fotógrafo Alejandro Gómez de Tuddo se sorprendió de que usara una expresión, "me atizan los monos", que a sus oídos extranjeros sonaba por demás grosera. Naturalmente, adoptamos el modismo inmediatamente para designar, de forma inmediata, el ardor, pero también la impaciencia, e incluso el malhumor que provocan las labores cuyo cumplimiento nos excede.
Decimos de estos amigos nuestros que son el colmo de la villermés, que designa algo muy fino y muy caro en el mercado de la moda. Es que una vez, en una feria de arte, una argentina guaranga interpeló a un artista también mexicano preguntándole atropelladamente si lo que llevaba puesto era una "hebilla Hermès". Él, que había entendido "Villa Hermés", contestó que no, que él era de Monterrey. Pero decidimos conservar la designación: "Nos vemos en el MALBA, ¡qué villermés!"
Si me acuerdo hoy, de todo esto, es por las elecciones presidenciales en México. Más de uno se sentirá, allá, atizado por los monos.
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