David Viñas, yo mismo
Por Daniel Link
Nunca fui alumno de Viñas pero siempre lo tuve como maestro. Al principio, cuando me cruzaba con él en las escaleras o los pasillos de 25 de Mayo (donde funcionan los institutos de investigación de
El derrotero crítico de Walsh culmina en Operación masacre, de 1957, ese testimonio fundamental que por su movimiento de página y por su entonación se graba con nitidez en un curso trágico: el que inaugura José Hernández con sus comentarios al deguello del Chacho Peñaloza en 1863, prolongado en el aguafuerte de Roberto Arlt con la descripción del fusilamiento de Severino Di Giovanni en 1931. Esos momentos portan tres blasones que corroboran las complejas y mediadas pero decisivas relaciones entre la política argentina y el espacio textual: la liquidación del gaucho rebelde, la eliminación del inmigrante peligroso y la masacre del obrero subversivo. La carta abierta de Walsh a la dictadura de 1977 -al inscribirse en esa secuencia como cuarto blasón- no sólo la continúa y ahonda sino que preanuncia ya el asesinato del intelectual heterodoxo.
Después, la frecuencia de nuestros esporádicos encuentros fue mitigando esa sensación aplastante que su figura me provocaba y, como nunca trabajé bajo su directa supervisión, tampoco tuve que participar de las asesinas recillas internas que a su alrededor se desataban.
Viñas nació en 1929 y ha modificado el modo en que se lee la literatura argentina (o, lo que es lo mismo: su modo de existencia). La mayoría de los clichés que pronunciamos los inventó él (y si hoy circulan como meros clichés no es su responsabilidad sino la nuestra). Como historiador de la literatura (Literatura argentina y realidad política, 1964; Historia social de la literatura argentina) no es el mejor, sino el único (y los demás, al pretender imitarlo, se hunden cada vez más en la ignominia). Para mí fue siempre (y lo sigue siendo) una de los más lúcidos lectores (lo que, tratándose de un intelectual con sólidas ideas de izquierda, es más que un mérito: casi un milagro). Escribió un cuento precioso que casi nadie conoce, "Sábado de gloria en la capital (socialista) de América Latina", más allá del cual yo mismo no podría pensar la literatura del siglo pasado, y un artículo luminosísimo, "Después de Cortázar: historia y privatización" (publicado en el número 234 de Cuadernos Hispanoamericanos, junio de 1969) del que he robado casi todo, salvo los juicios estéticos (excesivamente lukacsianos para mi sensibilidad o mi capacidad crítica). Sobre su formación, recuerdo particularmente lo que escribió en Radarlibros el 21 de diciembre de 2003, donde volvía sobre sus lecturas juveniles de Wilde (Oscar) en el Liceo Militar, un texto deslumbrante y necesario para comprender su heterodoxia. También en Radarlibros ha publicado varios fragmentos de un libro sobre Mansilla en el que trabaja hace años y que esperamos como se esperan las revelaciones trascendentales.
lo nuevo es lo propio
ResponderBorrarhola daniel,
ResponderBorrarestoy buscando ese cuento de Viñas "Sábado de gloria...". ¿sabés dónde está publicado?
saludos!
(un comentario a un artículo que lleva dos años publicado es una especie de llamado en el desierto...)
Con el mismo ritmo, te contesto: está colgado, acá, en el blog. Saludos
ResponderBorrarVinasiyo
ResponderBorrar