¿De todo hay que quejarse? Así es la vida del migrante...
Vivimos en un barrio tranquilo como pocos, casi a la vera del río, donde son deliciosos los paseos a pie y el peripatetismo se nos impone diariamente.
Por supuesto, la cercanía del Spree hace que en nuestra casa haya mosquitos y, como la norma para las aberturas contempla dobles vidrios para mejor aislar los interiores en los largos inviernos, pero no tejidos mosquiteros para los brevérrimos veranos, algunas noches hemos tenido que quedarnos emboscados con repasadores en la mano para poder exterminar esas amenazas del sueño. Exactamente en la intersección de nuestra calle y el río (hacia la izquierda, el paseo lleva hacia el castillo de Charottenburg, uno de esos lugares de iniquidad monárquica que permiten darse mejor cuenta del error histórico que fue haber contribuido, fomentado o tolerado la formación de Estados nacionales, y hacia la derecha al Tiergarten, dirección que nos apetece siempre más no sólo porque lleva a ese bosque exquisito poblado de extrañas alimañas semisalvajes, sino porque nos permite combinar con las grandes líneas de transporte público que atraviesan la ciudad, ahorrándonos una combinación de subte), exactamente allí, en la intersección de nuestra calle y el río hay un restaurante exquisitamente decorado cuya especialidad son las milanesas y al que recurriremos ante cada brote de nostalgia gástrica. Como todo él nos recuerda a mis épocas suburbanas, lo apodamos íntimamente "La Arboleda".
Pero no es esto en lo que quería detenerme sino en la discusión que anoche sostuvimos, en otra parte de la ciudad, con un amigo alemán. Le dijimos que la única crítica que podíamos ejercer con autoridad contra la sociedad alemana tenía como tema a la televisión local, que es verdaderamente pésima. Objetó que, aún cuando él no tuviera televisor, conocía de sus estancias entre nosotros la televisión argentina y no creía que la de aquí pudiera ser peor que la de allá. Le dijimos que estaba completamente equivocado. La televisión alemana es (como toda televisión) basura, pero además basura mal hecha y no hay programa que pueda verse sin bostezo. A la larga, el hecho nos beneficia porque nos ahorra horas muertas de zapping y nos permite un mejor aprovechamiento del tiempo nocturno. "Los noticieros en Argentina son malísimos", dijo nuestro amigo. "Por supuesto", le contestó S., pero eso no es televisión. Hay una manía con las noticias y la información un poco aterradora. La gente está muy enterada de todo. De todo lo que pasa en Europa, naturalmente, pero también de lo que pasa en Argentina, con la corriente del Golfo, con la migración de aves africanas en el sur de España o la situación de la pesca en el golfo de Bengala.
Con tanta información serían esperables desarrollos teóricos sobre la sociedad y el futuro del mundo con alguna consistencia, pero el caso es que no. Nada, ni la mala calidad de la televisión alemana (o europea en general, para no ser tan localistas), nos salvará de la barbarie.
Para hoy anuncian 30 grados de temperatura. Indian summer. Indiasong.
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