viernes, 20 de abril de 2007

Se va la segunda



PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN


La primera vez que vi un libro de Walsh, paradójicamente, era un libro que yo estaba editando. Corría el año 1983, en Ediciones de la Flor, cuando Daniel Divinsky se aprestaba a reeditar toda la obra de Walsh, que estuvo prohibida durante la dictadura. Antes, sólo referencias vagas a Walsh y su "Carta abierta" me habían llegado. Pero sólo en 1983, como tantos otros jóvenes, pude leerlo. Y la casualidad quería que fuera ése mi primer trabajo de envergadura en el mundo editorial: supervisar la reedición de Operación masacre. Y luego los (magistrales) cuentos de Walsh, que conocí primero por la edición mexicana de su Obra literaria y luego por las reediciones que Ediciones de la Flor fue realizando. Por supuesto, en 1984 ya estaba enseñando los cuentos de Walsh en la Facultad de Filosofía y Letras. Mi segunda publicación importante fue un artículo sobre Walsh que me pidió Eduardo Rinesi en 1988 para Graffitti, la revista que dirigía en Rosario. De modo que me resultó "lógico" que hacia mediados de los noventa (cuando ya había decidido abandonar un proyecto de doctorado organizado alrededor de la obra de Walsh) se me ofreciera la posibilidad de editar la obra periodística, y luego el Diario de Walsh. Un Diario de escritor: ¿puede haber manjar más suculento (pensaba en Kafka, pensaba en Thomas Mann, pensaba en Peter Handke, pensaba inclusive en Katherine Mansfield)? Los demás especialistas en Rodolfo Walsh también habían notado la necesidad de establecer, palabra por palabra, una obra saqueada, mutilada y yo tenía ahora, ahí delante, los manuscritos del Diario de Walsh ("es como el diario de un adicto, y esa adicción es la literatura", dijo Ricardo Piglia cuando leyó la versión original). Fue temblar de felicidad y pecar de soberbia en el mismo movimiento.

Lo que yo no había entendido todavía es que la obra de un escritor (de un "escritor de verdad", como en este caso) nunca es palabra muerta: por eso es difícil (y peligroso) pretender apoderarse de la palabra de los escritores a los que amamos. Finalmente, pueden ser esas palabras -que nos consideramos con derecho a manipular- las que nos pongan en evidencia: "Que te pongan en su sitio/ las palabras", dice el poeta.

Cuando edité el Diario de Walsh cometí varios errores menores. Pero cometí, sobre todo, éste: pensé que era más importante un tributo a la memoria de los muertos (a la memoria de un gran escritor muerto) que el sentimiento de los vivos. Pensé que "la literatura" era una cosa separada de "la vida". Olvidé -¿hace falta decirlo?- un fundamento y una tensión constitutiva de la literatura de Walsh: que no hay separación posible entre la literatura y la vida.
Por supuesto, esperé con grandes expectativas la reedición de Ese hombre y otros papeles personales, y es otra vez Ediciones de la Flor la editorial que me da la posibilidad de revisar y corregir los errores que yo había prolijamente relevado. Si todavía sobreviven algunos, sigue siendo por mi torpeza, y no por otra cosa.
Los criterios de edición son los mismos de la edición anterior, con las siguientes salvedades: hemos procurado restablecer los nombres propios que en la primera edición aparecían designados con una inicial convencional y completamos la mayor cantidad de lagunas posibles; hemos tratado de reducir las notas al pie, eliminando algunas de las correcciones más triviales y aclarando en el cuerpo principal, entre corchetes [ ], algunos nombres propios y otras referencias.

La conversación con Ricardo Piglia de 1973 ha sido republicada en la nueva edición de Un oscuro día de justicia (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2006), lo que ha permitido incorporar en este libro otros diálogos que no formaron parte de su primera edición y que ahora pueden incluirse entre estas páginas sin riesgo de abrumar al lector con repeticiones. Una extensa carta a Donald Yates de 1957, el relato autobiográfico "El 37" y una conversación con Miguel Briante y Carlos Tarsitano de 1972 constituyen el grueso de las adiciones.

En los últimos diez años, la obra de Rodolfo Walsh no ha dejado de crecer ni en cantidad (gracias a la publicación en libro de su obra dispersa o inédita) ni en calidad (gracias a la sostenida valoración por parte de la crítica y el público). Pero este libro que reúne sus papeles personales seguirá ocupando un lugar central para todos aquéllos interesados en los derroteros de la conciencia de un escritor cuya complejísima obra todavía hoy nos llama y nos convoca.

D. L.
General Rodríguez, enero de 2007

4 comentarios:

  1. Y finalmente sucede lo que durante tanto tiempo hemos esperado los más fervientes seguidores del mejor periodista y el mejor escritor y el mejor hombre de todos los tiempos: la reedición de "Ese hombre y otros papeles personales".
    En mi vida hubieron básicamente dos libros imposibles de conseguir, cuya búsqueda me quitaba el sueño. Uno de ellos era "El cine según Hitchcock", de Truffaut, que finalmente Alianza decidió reeditar a un precio imposible, pero bue, haciendo de tripas corazón ahora se conseguía. Pero el otro libro era todavía más importante, sentía una irrefrenable necesidad de hacerlo mío, y se trataba de ese diario de Walsh que todos los trabajos sobre él citaban y en todas las librerías me decían que estaba agotadísimo y ningún negocio de usados tenía entre sus estantes. Un día me llegó una fija: un amigo lo conseguía prestado de otro amigo. Ay, qué placer fotocopiar hoja por hoja, leer hoja por hoja, marcar hoja por hoja, llenarlo de comentarios y llamadas marcadas con post its. Conocer finalmente “Ese hombre”, adentrarse en cada uno de los conflictos que atacaban a ese otro hombre, el concienzudo, el certero, el autocrítico, el brillante. Supe hace casi un año que este iba a ser el de la reedición de su diario. Y me puso tan contenta. Saber que ahora todos iban a poder conocer esos papeles, tan valiosos para todos y sobre todo para quienes admiramos su obra, su vida, y su compromiso con todo.
    “Lo que yo no había entendido todavía es que la obra de un escritor (de un "escritor de verdad", como en este caso) nunca es palabra muerta: por eso es difícil (y peligroso) pretender apoderarse de la palabra de los escritores a los que amamos.” Qué cierto lo que decís, pero al mismo tiempo gracias, por la edición de este diario y de su obra periodística. “El violento oficio de escribir” enseña mucho más que los años que nos pasamos adentro de la facu.
    Saludos.

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  2. Anónimo7:33 p.m.

    Antes del anocher: se dice "hubo" dos libros imposibles de conseguir, no "hubieron". Haber es impersonal. Se usa siempre en tercera singular.

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  3. Felicidades, Daniel...

    a ver si me lo compro con el prósimo sueldo...

    -J.

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  4. Hola. Pasaba para preguntar si se hace "algo" en la Feria con respecto a este libro.

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