Aproximarse a la obra de Alfredo Prior es practicar un juego inagotable con imágenes habitadas por el pulso del sentido.
Prior es un Heráclito contemporáneo en quien las palabras graves y agudas rezongan sumergidas en un magma pictórico de donde emergen jubilosas metáforas.
Si hilvanáramos el fraseo que forma con sus títulos, construiríamos una narración irradiada con caprichosos hemistiquios, donde los tiempos históricos visten un ropaje cromático, con rugosidades plásticas de inimaginables dimensiones, plagadas de confesiones. Una capa de atractiva sensualidad anticipa pequeñas y grandes tragedias de un animismo transformado en su reverso. Personajes zoontransformados, barcas, mitos e historias, flotan y navegan como lo hizo el Ulises de Homero, bajo la batuta de su diestro pincel. Haces de pensamientos provocan zozobras y exilios: Prior es un desterrado e incansable viajero que se vale del vasto repertorio historiográfico para espiar el alma humana.
Es un acierto más del artista haber elegido para escribir este libro al humanista Rafael Cippolini, a quien inmediatamente se percibe como un profundo y a la vez sutil conocedor de su obra. Nadie como él para desentrañar esa pasión profusa que tanto tiene de erupción volcánica.
Emocionantes trazos de un espíritu torturado y sapiente, que canta con épico tono cuentos inventados que llegan de confines orientales, o escribe relatos que firman identidades falsas; pues, a la manera de Hesíodo, él crea su propia "teogonía".
La provocativa actitud de Prior nos lleva a fronteras que el azar sopla, pero me impongo un alto en el camino, comprometida placenteramente en este prólogo, para agradecer la generosa amistad del artista y para cursar una invitación ferviente a internarse en la lectura de este libro: una Venecia donde pulpa y reflejo son rozados por la ascensión del cuarzo traspasado por flechas.
Buenos Aires, Vasari, 2007, pág. 11
Un maestro al que estamos lejos de comprender todavía.
ResponderBorrar