miércoles, 12 de septiembre de 2007

Ciudades imaginadas

Ciudades imaginadas.

De los universales abstractos a los particulares concretos[1]


Daniel Link

En nuestros días la idea de ciudad pareciera haberse deteriorado hasta un punto que, seguramente, era inconcebible a principios del siglo pasado. Un nuevo milenarismo se apoderó de nuestra imaginación: las grandes ciudades, aún las del Tercer Mundo, sobre todo las del Tercer Mundo, aparecieron entonces como espacios inhabitables. Se trataba de un mito conocido: el mito (y la fascinación) por las ciudades muertas. A partir de la década del ochenta del siglo pasado, imaginar el agotamiento de las ciudades tuvo implicaciones teóricas diferentes de las que podían encontrarse en los escritos de los intelectuales europeos de la década del treinta, y consecuencias políticas concretas: la cultura llamada burguesa buscaba una nueva respuesta histórica para imponer una dominación (económica, política) renovada; por eso nos pareció que la ciudad ya no era el escenario necesario para la experiencia subjetiva ni satisfacía las demandas culturales para las que estaba prevista.

La cultura que conocemos, la cultura que llamamos burguesa, se relaciona desde su comienzo mismo con la ciudad, y la forma-ciudad se ha ido modificando con el tiempo hasta convertirse en la que hoy conocemos y de la cual, en la mayoría de los casos, abominamos: las intervenciones urbanas de los últimos veinticinco años (en Buenos Aires, en Berlín, por citar sólo dos ciudades que conozco bien) parecían destinadas a destruir el entramado urbano: eliminado el umbral-ciudad ya nada podría oponerse al poder normalizador y fascistoide del Estado (de todos, de cualquier Estado) asociado con el Capital internacional.

En Buenos Aires basta con ir a caminar y observar aves en la Reserva Ecológica para darse cuenta del avance impiadoso del Imperio (Estado + Capital)[2] sobre un espacio que alguna vez se soñó “natural”: no hay prácticamente un solo rincón de ese paseo imprevisto y sin otro diseño que el del capricho, el desperdicio, el potlatch y la inercia de las fuerzas ctónicas, desde el cual no se vea el avance del ejército de las sombras: el mal absoluto ha encarnado entre nosotros en lo que se llama la Corporación Puerto Madero. Pero no hace falta tampoco llegar tan lejos: no queda ya prácticamente una sola plaza en Buenos Aires que no haya sido prolijamente enjaulada y su uso vedado durante la noche, como si la ciudad fuera sólo un apéndice más o menos elegante de los negocios que se realizan por las mañanas en la city. ¿Cómo hemos llegado a un umbral tan bajo de sensibilidad sobre todo lo que ha estado en juego en Buenos Aires en los últimos veinticinco años?[3]



[1] Retomo aquí algunas antiguas obsesiones expuestas en La chancha con cadenas. Buenos Aires, Ediciones del Eclipse, 1994 y en Cómo se lee y otras intervenciones críticas. Buenos Aires, Norma, 2003 [ISBN 987-54-5105-3].

[2] Uso la palabra imperio en el sentido en que puede leersela en Alain Badiou. “Quince tesissobre el arte contemporáneo” (trad. Daniel Link), www.linkillo.blogspot.com.

[3] La historia de las transformaciones urbanas en Buenos Aires es la historia de las fiestas a las que fuimos, porque la política cultural de la ciudad, en casi su totalidad, ha estado al servicio de la especulación inmobiliaria, desde la recuperación de la democracia, en 1983, pero tal vez antes. La Primera Bienal de Arte Joven, bajo el gobierno radical, se desarrolló en los diques de Puerto Madero. Las primeras raves, en la Costanera Sur, los Festivales de Música Electrónica, también.

El texto completo, acá.

6 comentarios:

  1. lamento no haber podido escucharlo; la laectura ha sido todo un placer. quisera hacer un comentario más crítico, pero esto bastante apurada: debo ir a otro lado de la ciudad.
    saludos und Gute Reise!

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  2. Linkillo,

    Me gusta lo que escribís -a tus ensayos me estoy refiriendo ahora -salvo cuando te atás a certezas inquebrantables. En esas partes me quedo dudando mientras tu prosa sigue tan segura y pareja; al ratito volvés a engancharme hasta la siguiente certeza en donde el proceso se repite.

    Saludos

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  3. vieras que acá en santiago pasa lo mismo, todo lleno de guardias y de gente que cobra por hacer cualquier cosa que a simple vista podría imaginarse normal, o gratis :S
    exelente tu blog, besos

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  4. Anónimo2:22 a.m.

    Es un tema que me mortifica mucho, tambien.
    Naci en una ciudad que ya no existe, decia mi viejo, que se sentia exilado de una ciudad del carajo que quiso con locura : hoy sus cenizas reposan en la enrejada placita Monserrat.
    Me esfuerzo por tomar de Buenos Aires los restos de ese amor familiar, pero a veces no se que calle tomar...Es asquerosa e invivible. Y ahora, agarrate, Catalina, va estar bueno bueno bueno.
    Sin embargo, los rastros de La Ciudad Ausente dejaron de ser perceptibles mucho antes de que Alfonsin entrara en escena: lo siento, Daniel, pero la alusion no me parece justa.
    La primera Bienal de Arte Joven se hizo en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires, al fin de camino del gran Livingston y de Briante, yo no recuerdo que Puerto Madero haya sido sede tambien, no se, no me acuerdo.
    En cualquier caso la pena reside en los escenarios que los porteños eligen espontaneamente para sus fiestas y recocijo (los shoppings, los supermercados, los restoranes snobs) y no donde las organizan los gobiernos y sus estupidas politicas culturales. Creo que son mas de 25 años de debacle cultural y arquitectonica, solo que son los que nosotros vimos pasar. La ruindad del paisaje es hija de milicos analfabetos y torturadores que diezmaron mucho mas que el decorado de nuestro lugar.
    Si les interesa, lean esta entrevista al gran arquitecto y pensador y disculpen lo largo del comentario.

    http://www.periodicovas.com/elivingston.htm

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  5. Anónimo10:17 p.m.

    Me reí mucho con eso de "¿lo querés con o sin sangre?" que le dijiste a Eduardo Becerra al final de la charla...

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  6. Fue sólo un chiste. Jamás me atrevería a violar las leyes de la hospitalidad hasta ese punto. Saludos.

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