Se me reprochaba que, el jueves, nos hubiéramos retirado de la fiesta de cumpleaños de Katja Alemann antes de su perfomance. Admití el error pero, al mismo tiempo, señalé que era un día de semana, que yo venía de una lectura pública en Casa Brandon y que, después de todo, habíamos ido colados a esa fiesta, de modo que poca era la responsabilidad que teníamos con la anfitriona.
Los amables reproches sucedían en un bello patio de Boedo, donde la tribu habíase congregado para homenajear a Juliana, de cumpleaños. Ya cantaban las calandrias, ya el cielo cedía su oscuro manto a una dichosa madrugada y también de allí nos fuimos, porque nada es peor que meterse en la cama de día, aunque la música de Dany Nijenson quisiera llevarnos una y otra vez a la pista, que era un fuego, un manojo único de deseos entreverados.
Esta vez, nadie me arrancó beso alguno, de modo que al regresar pudimos prescindir de las escenas domésticas y hoy mediodía nos despertamos con la guitarra de nuestro vecino, Polvorita, haciendo sus escalas de rigor: lo amamos, pero a veces sus ensayos tensan nuestro sistema neurológico.
a ver...a mi tampoco me arrancaron besos, no quiero saber por qué
ResponderBorrarPobre santo, S! Si vos fueras mi novio, ni siquiera te dejaria que escribieras este post... Te hubiera roto el monitor a sifonazos, mirá!
ResponderBorrarla pista, que era un fuego, un manojo único de deseos entreverados. Exelente definición!
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