La maledicencia de nuestra sociedad literaria ha sido comprobada ya hasta la náusea. Cada tanto, los teléfonos arden, las casillas de correo se atiborran de mensajes enviados, reenviados, con preguntas ("¿fue así?", "¿vos estuviste?") que son en verdad preguntas retóricas que aspiran antes a la complicidad de los conjurados que a la verdad de los historiadores.
La noticia corrió como un reguero de pólvora encendida y llegó a mi casilla y a mi teléfono, casi al unísono. Más vale detenerla allí y reflexionar sobre ella. Es verdad: Alan Pauls atribuye en Historia del llanto. Un testimonio (Buenos Aires, Anagrama, 2007, ISBN 978-84-339-7161-6) propiedades equivocadas a la kryptonita roja y la kryptonita verde sobre el organismo de Superman y alguien se lo recriminó públicamente.
Leemos: "la intervención de alguna de las dos llamadas piedras del mal, la kriptonita verde, que lo hace flaquear pero no lo mata, la roja, la única capaz de aniquilarlo, llegadas ambas desde su planeta natal como recordatorios de la vulnerabilidad que el mundo humano, quizá menos exigente, se empeña en hacerle olvidar" (pág. 10).
A cualquiera puede pasarle algo semejante. Yo mismo escribí en Montserrat (Buenos Aires, Mansalva, 2006) que los restos de Dante descansaban en Florencia pero un amigo me advirtió sobre el error y en la edición mexicana introduje un firulete sintáctico que, si no aclaraba la verdad (los restos de Dante siguen en Ravenna, cuyos ciudadanos se niegan a devolverlos a los florentinos, pese a la cámara mortuoria que le tienen preparada desde hace siglos), al menos disimulaba mi ignorancia. Podrá decirse que no es lo mismo saber dónde están los huesos dantescos que saber los efectos de la kryptonita, pero es eso precisamente lo que señala la responsabilidad del editor. La culpa del error supermaníaco (y de todos los errores que pudiera contener Historia del llanto) es del editor del libro: ¿cómo es posible que nadie en editorial Anagrama haya leído con la suficiente atención el manuscrito de Pauls como para corregir esa nimiedad que, por otro lado, está al alcance de cualquier niño versado en la biografía del sobreviviente del planeta Krypton? ¿O tan apresuradamente se hacen las cosas en editorial Anagrama que a nadie le importa nada de lo que en el libro haya? En fin: la decadencia de la edición en lengua castellana es casi tan palmaria como la velocidad con la que la sociedad literaria porteña se apresura a imprimir sus dedos en los teclados y a levantar los auriculares telefónicos.
Además, ¿es tan grave el error? ¿Es central a la economía de Historia del llanto? La identificación del protagonista con Superman lo es, pero la kryptonita pasa a planos últimos pocas páginas después de haber sido mencionada.
¿Qué es Historia del llanto? Una nouvelle que lleva como subtítulo "un testimonio" pero que, sin embargo, está escrita en tercera persona. En ese pequeño disturbio se juega la distancia entre lo cercano y lo lejano, que obsesiona al narrador: ¿qué es un recuerdo, y, todavía más: qué es una vida, sino un juego de perspectivas, planos y focalizaciones inciertas? Eligiendo el testimonio pero poniéndolo en tercera persona, Pauls (que no ignora que el tema está de moda) ejerce una violencia sutil contra el sentido común.
Pero Historia del llanto es también una nouvelle que elige contar la infancia totalmente en presente, un tour de force gramatical que Pauls había ya ensayado en El coloquio (novela totalmente narrada en potencial) pero que supera en efectos a su precedente: lo que en El coloquio se dejaba leer sólo como un preciosismo jactancioso, adquiere aquí sentido en la superposición: todos los recuerdos funcionan en el mismo plano de conciencia, y son uno, podría decirse: forman uno, desenvolviéndose en capas sucesivas alrededor de un núcleo vacío de verdad.
Las dos operaciones: el reemplazo de la primera persona por una tercera, y el deslizamiento del pasado ("estaba, fui") al presente ("estoy, soy") hubiera hecho naufragar a todas las prosas en escollos imposibles de superar. No a la de Alan Pauls, que ha decidido abandonar la segura elegancia en la que siempre supo moverse para lanzarse a desafíos mayores: al principio cuesta compadecerse con la construcción porque entendemos que navegamos aguas procelosas, pero una vez que comprobamos que la nave no hace agua y sigue adelante, y nosotros con ella, nos abandonamos a una curiosidad infantil y deliciosa, porque la infancia del protagonista es también la nuestra, la de todos.
Dice Alan Pauls que Historia del llanto continuará con otras dos nouvelles sobre los años setenta. Ojalá así sea.
Quizá en otra época no era lo mismo. Hoy, el conocer las propiedades de la kryptonita y el saber dónde descansan los restos del Dante es casi lo mismo. Cultura Pop & Enciclopedia. Trivial Porsuit. Y no sé si es obsesión, pero a mí ese tipo de errores (más allá de la calidad del libro de Pauls, que no leí y espero poder hacerlo) me joden un poco toda la cuestión de la verosimilitud. Me pasó con el film "Roma", de Aristarain, donde dos veces aparecen luces dicroicas, cuando la època en la que está ambientada la peli no existían ni remotamente. Y la lista podría seguir... Saludos.
ResponderBorrarsi vamos al caso, linkillo, en tu primera novela (los años noventa) se hace referencia al film "la ley del deseo", cuando en realidad se trata de "la ley de la calle", o viceversa (no recuerdo tan de memoria tus muchísimos libros).
ResponderBorrarAlan Parker: es así, en efecto, y el primero en notar el error fue Claudio Zeiger, a quien le mandamos desde aquí un fuerte abrazo.
ResponderBorraréchale la culpa a adriana hidalgo!
ResponderBorrarPara algo deberían servir los editores, ¿no?
ResponderBorrarQuién es el freak que notó eso de Dante? Hay que estar al pedo para darse cuenta de esas cosas.
ResponderBorrar¡Diego Bentivegna, ¿quién otro?! Yo igual se lo agradezco...
ResponderBorrarYo encontré otro error pero es un secreto.
ResponderBorrartambién tiene que ver con los materiales.
ResponderBorrarTodos quieren encontrar un error en Pauls, cansados de que escriba con la calidad con que lo hace, que gane premios y de que les guste a las chicas. ¿Alguien pudo detenerse en el detalle de la kryptonita? ¿Importa? Al párrafo: "En su presencia, casi como resultado de un efecto químico, igual que la imagen sólo se hace visible en el papel cuando se la expone a la acción del ácido indicado, los adultos se ponen a hablar" creo que le siguen las mejores páginas publicadas en el año.
ResponderBorrarLeandro, en efecto: lo que importa no es detenerse en un detalle, sino para qué se lo hace. Cfr. El loro de Flaubert.
ResponderBorrarConcuerdo: los superpoderes de AP no dependen en lo más mínimo de su erudición historietistica
ResponderBorrarPero qué risas: mientras el mundo arde, los niños se mueren de hambre y un pedófilo confiesa su delito antes cientos de testigos en el Rojas (la croníca acá: http://melpomenemag.blogspot.com/)
la gente se precupa por la kryptonita....QUIENES SON ESOS NERDS?!?!?
Bueno. ¿Y si Pauls hizo la inversión a propósito? O bien: ¿no debería leerse como significativo aun ese "error"...? Por otra parte, basta de echarles la culpa de todo a los editores. Es como si los cirujanos les echaran la culpa de sus errores a las enfermeras (¿o al revés?).
ResponderBorrarLO de la kriptonita es tan anecdotico como el nombre del que notó el error, pronto será tristemente olvidado.
ResponderBorrarA mi me sigue importando saber qué es un recuerdo y no salgo del pantano. Porque como dice Gena Roulands en 'la otra mujer' no sé si un recuerdo es algo que se tiene o algo que se perdió...
Seguro el detallista está cansado de saber que Pauls escribe bien, fue un buen profesor de Teoría Literaria, un crítico de cine ácido y fidedigno y lo mejor: el hombre más bello que jamás pisó Puán. Al menos el más bello con el que hacerse ilusiones, porque vos sos atractivo como pocos linkillo pero uno sabe que la esperanza es vana...
Ja, genial, Emma Funes
ResponderBorrarprimer pregunta para todos es..el detallista al que se refieren es E.A, alias Q? O hubo otros?
y segunda: el responsable del error de Adriana Hidalgo es Briderfonder? o su superior, Faby Laberwurst?
Pregunto porque en Actitud Imaginador no teníamos esos problemas.
Totalmente de acuerdo con Emma Funes, ¿cómo saber lo que es un recuerdo?, el recuerdo es, para cada persona armado de forma distinta. Al leer lo de la kryptonita en Pauls, me encuentro con algo totalmente creíble, dentro del relato es verosímil, es verdadero para el protagonista. No sólo alcanza esa verosimilitud sino que desborda la calidad de la novela de Pauls, es verdaderamente un excelente escritor, no cabe ninguna duda. No entiendo eso de los llamados y mails, ¿por qué tanta gente se alborota por un supuesto "error", (yo no lo creo un error) y no esa misma gente escribe posts, mails y hace llamados telefónicos para hablar de la excelencia de la novela de Alan Pauls?.
ResponderBorrarGallinas pajeras, cacareándose entre ellas a ver quien es la pelotuda que perdió más tiempo consumiendo literatura barata. Saludos y feliz 2008 para todas.
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