martes, 26 de febrero de 2008

Crisis de conciencia

por Daniel Link para ñ

La noticia sobre la muerte de Alain Robbe-Grillet nos llega casi simultáneamente con la de su resurrección literaria y no se sabe ante cual expresar mayor tristeza. Habíamos aprendido a querer al “viejo” Robbe-Grillet y a colocarlo a una cierta distancia respecto de nuestras preocupaciones literarias: la publicación el año pasado de Un roman sentimental parecía un golpe de efecto urdido en quién sabe qué laboratorios de mercadotecnia editorial que, de todos modos, no habría de colocar a Robbe-Grillet más allá de la fama de manual de literatura que había alcanzado en sus mejores años.
Roland Barthes, cuya figura se agiganta cada año, había acompañado la publicación de las obras de Robbe-Grillet (“Literatura objetiva”, 1954) tanto como las de Michel Butor (“Literatura y discontinuidad”, 1962), con una fidelidad que todavía hoy sorprende, sobre todo teniendo en cuenta sus propios gustos literarios y su desprecio respecto de la noción nouveau roman (nueva novela), que embarulló la escena literaria francesa desde mediados de los cincuenta a mediados de los sesenta.
Aquellos escritores, y también Natalie Sarraute, Jean Ricardou y Claude Simon habían decidido, en la posguerra, reescribir la literatura norteamericana que les llegó junto con la liberación, y de ella tomaron el desdén hacia la introspección. Intentaron, con suerte diversa, acercarse al mundo, y también a la conciencia, usando sólo el recurso de la mirada y la descripción minuciosa de un material dotado siempre de puntos averiados: objetos de la vida cotidiana, señales de una vida urbana ya demasiada opaca, que los obligaba a pensar en la literatura a la manera de una herramienta óptica, un amplificador de percepciones visuales, un nuevo naturalismo (podría decirse). Liberados de la tiranía de la conciencia (puesta bajo sospecha desde hacía ya bastante), pensaban entonces, los objetos podrían decir alguna verdad sobre las cosas de este mundo.
Aquí y allá, los objetivistas tuvieron descendencia (Juan José Saer comenzó copiando la sintaxis de Claude Simon; Peter Handke cultivó la misma apatía de los franceses), pero con el tiempo sus investigaciones parecerieron menos nuevas de lo que pretendían, o demasiado aferradas a la manía descriptiva y a la unidad del punto de vista (que hasta entonces siempre había sido más bien móvil), o tan frías que terminaban siendo de difícil aceptación para un público cada vez más prepotente y cada vez más sediento de la seudointensidad que la cultura industrial le regalaba. Robbe-Grillet y sus contemporáneos habían conquistado una forma novelesca y una tecnología para hacer visible el pensamiento, tal vez un poco tarde: el mundo había decidido volverse irremediablemente pop.

2 comentarios:

  1. Che, no se si es firefox, mi máquina o qué, pero el blog se ve mal. Aparecen unas ventanitas locas que no puedo cerrar. Están en medio de la pantalla y ni qiquiera son de publicidad.

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  2. A mí me sucede lo mismo, y con todos los navegadores, de modo que no sé qué problema podrá ser. Ya lo investigaré: mientras tanto, disculpas!

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