En abril de 2008, Yoani Sánchez, filóloga cubana de treinta y dos años y residente en la isla, ganó el premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital1 por su blog, Generación Y, a través del cual su autora dice querer “llamar la atención a la gente de mi edad sobre el país en el que estamos viviendo. Me siento en un mundo de desencanto y frustración; soy una cubana a la que se le prometió un futuro y ahora lo compara con la realidad y me siento inconforme”2.
Se trata, como es el caso de la mayor parte de Weblogs mantenidos por civiles “comunes y corrientes”, de un registro cronológico –tal y como lo indica la palabra “log” de la que toma prestado aquel término— y personal de actividades, comentarios y testimonios.
Pese a características que podrían situar a un blog en el universo del diario, carece de atributos fundamentales de dicho género, pues por particulares o aparentemente íntimas, cándidas o espontáneas, las “entradas” de un blog son públicas. Y se escriben con conciencia de que lo son. Más que con el género de diario, el blog es afín con el género literario epistolar. Las entradas de un blog personal (aclaro, no me refiero aquí a la plataforma utilizada con fines profesionales o comerciales) son cartas a un lector desconocido aunque no por ello un lector no imaginado.
Este reciente caso es relevante por su correspondencia doble con las vertientes del "viaje interior" según su testimonio epistolar y, por otra parte, el viaje “a la semilla” como espacio de deseo y terreno de exotización. La carta como “reescritura conciente de la historia personal”3, por un lado y, por otro, la imagen de América Latina construida con base en saberes de mercado y el “camino de la fuga sólo para plantear un retorno mágico a lo cotidiano, pleno de enseñanzas de otros tiempos que se resisten a morir”4.
En tanto que la Guerra Fría que engendró la epistolaria Beat dispuso un escenario en el que “la espontaneidad se torna estratégica y el secreto tienta a la decepción como así a la vigilancia”5, el paisaje de hoy día, lejos de haber cambiado, sólo se complica y exacerba. A los atentados en contra de la libertad de expresión por parte de gobiernos que se auto proclaman procuradores de la seguridad nacional (propia y de otros), se suma la naturaleza del intercambio de información en la era de la telecomunicación digital: hasta cierto punto libre y apenas sujeta a una legislación incipiente. Salvo en países como Cuba, donde la vigilancia y la intercepción son prácticas si no legisladas formalmente, al menos instituidas en lo general, y donde el Internet cuya pretensión es (por más dudosa) la de hacer realidad una world-wide-web, surge, al cabo de su paso por una reinterpretación langelaanesca6 tropical, como Intranet, la única realidad posible según parámetros impuestos por una isle-wide-web.
En su análisis de la epistolaria Beat, Oliver Harris explica cómo el mismo mecanismo que refuerza la homogeneidad ideológica que a su vez justifica la persecución de “espías atómicas” genera, en un mismo gesto, al “profeta-poeta” de la generación Beat, encarnado en personajes como William Burroughs y Allen Ginsberg. “El discurso de la homogeneidad solo produce diferencia, siempre amplía el campo de lo Otro: esta identidad nacional presuntamente deseable y que, construida sobre bases tan absolutas, impone límites disciplinarios igualmente invisibles y absolutos sobre la experiencia, genera, de modo inevitable, la auto-marginalización”7.
Los detalles de la vida cotidiana de Yoani Sánchez, las mortificaciones de sacar un permiso de viaje (con el fin de recoger su premio), las desavenencias de la reunión de padres de la escuela de su hijo, su decisión de abandonar hasta próximo aviso su bicicleta para probar uno de los nuevos autobuses que han aparecido en una ruta de la Habana, su lamento por que se hayan dejado de usar términos conciliatorios como “perdón” y “con permiso”, sus lecturas, sus amigos, sus celebraciones, son todos datos que (por bien escritos que estén, y lo están) carecerían del menor interés para un lector casual (o para los scouts del Premio Ortega y Gasset) si los sucesos de la vida cotidiana de Yoani se dieran, digamos, en Wichita Falls, Texas, o en Galdhøpiggen8.
Aquello que Yoani misma define como un “ejercicio de cobardía”, lo ha logrado burlando las leyes y trabas impuestas a los isleños, pues ningún cubano tiene, como individuo, derecho a contratar una cuenta de Internet o, para el caso, navegarlo. Y he ahí el motivo principal del interés y reconocimiento: en la “perspicacia” con la que ella “ha sorteado las limitaciones a la libertad de expresión”9.
El caso de Yoani no sólo sirve como ejemplo de lo que Harris señala como la diferencia congruente con, contemplada y generada por, la homogeneidad misma, sino que el interés cautivo de lectores del blog de la filóloga demuestra la vigencia de la mirada de exotización arrojada en torno a América Latina (y que con frecuencia le es devuelta con creces por el imaginario interiorizado, rebautizado y generado ya desde los terrenos exotizados).
1 Otorgado, dicho sea de paso, por el Grupo Prisa, mega transnacional con sede en España, dueña de un número insondable de medios de comunicación y del que se sospecha –para colmo de ironías— un acto de censura con respecto al sonado despido de la periodista mexicana Carmen Aristégui hace unos meses, de su longevo programa de alto rating, “Hoy por Hoy”. Rezan sus bases que los Premios O y G “pretenden resaltar la defensa de las libertades, la independencia y el rigor como virtudes esenciales del periodismo”. También hay rumores de un interés comercial importante en Cuba por parte de la multinacional.
2 La Jornada, 6 de abril, 2008: “Otorga El País el premio Ortega y Gasset de periodismo digital a su blog Generación Y”
3 Harris, Oliver. “Cold War Correspondents: Ginsberg, Kerouac, Cassady, and the Political Economy of Beat Letters”: Twentieth Century Literature, Vol. 46, No. 2., pp. 171-192. Hofstra University, Long Island, NY.
4 Uribe, Carlos Alberto. “El yajé como sistema emergente: discusiones y controversias”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia. (s/f) Las cursivas son mías, por motivos que se verán más adelante.
5 Harris, Oliver. (Op.Cit)
6 Ref. a George Langelaan, autor del cuento “La mosca” que sirvió de inspiración para las mejor conocidas películas del mismo título (el personaje principal sufre un accidente genético al usarse a sí mismo como conejillo de indias en su máquina de teletransportación). Una coincidencia casi demasiado perfecta aunque quizá trivial, es que Langelaan, según lo confiesa en sus memorias, trabajó como espía al servicio de las fuerzas Aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, motivo por el cual se vio obligado a someterse a un proceso quirúrgico para alterar su aspecto físico y así su identidad.
7 Harris, Oliver. (Op.Cit). Cursivas y traducción mías.
8 El monte más grande de Noruega y Escandinavia.
9 La Jornada, 6 de abril, 2008. (Op.Cit)
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