jueves, 31 de julio de 2008

Ficciones del pasado

CENTRO CULTURAL DE LA MEMORIA

HAROLDO CONTI

(en la ex ESMA)

JORNADAS “FICCIÓN Y MEMORIA HISTORICA”

Coordinadora general: María Moreno


SABADO 9 DE AGOSTO

16 hs.

Presentación: Ricardo Piglia

Mesa: RETÓRICA Y VERDAD

¿Es la del realismo la única escuela posible para abordar la no- ficción? Cuáles son las licencias literarias que sus autores se permiten y cuáles no? ¿La no ficción debe excluir recursos complejos para poner en escena un ascetismo que suele pedírsele al testimonio? ¿Qué hacer con la frase “la verdad tiene estructura de ficción”?

Ponentes: Luis Gusman, Eduardo Jozami y Daniel Link

Coordinador: Federico Lorenz


18hs

Mesa: LA COARTADA DE LA FICCIÓN

Cuando un autor publicita su obra bajo la adscripción del género “novela”, tratándose de un texto en donde el mismo relato no oculta su deuda con sucesos reales o propone una cierta puesta en escena testimonial del “pasado reciente”, ¿queda eximido de responder por los juicios críticos que el texto despliega? ¿La insinuación testimonial exige ser analizada exclusivamente en el espacio literario?

Ponentes : Carlos Gamerro, Ana Longoni y Matilde Sánchez.

Coordinador: Julio Schvartzman


Sábado 16 de agosto

16 hs

Mesa: LOS SETENTA EN LA REPRESENTACIÓN

Tan lejos de los modelos impuestos por la literatura de compromiso como de aquella que, desde su programa, pelea su autonomía de lo político- social, algunos autores empiezan a representar los setenta con una variedad de figuras, que sin poner entre paréntesis el juicio histórico, van desde la nostalgia épica a la razón íntima, del uso del pasado como telón de fondo o elemento de la trama, a la invención satírica y el grotesco ¿Cómo leer estos setenta de ficción?

Ponentes: Germán García, Martín Kohan y Alan Pauls

Coordinador: Claudio Zeiger


18hs

Mesa: EL TESTIMONIO EN CUESTIÓN

En la actualidad existe una puesta en cuestión del testimonio como el elemento fundamental para dar cuenta de las políticas de la memoria. Se le encuentran límites debido a su carácter subjetivo, a la imposibilidad ética de exigirle pruebas, a que se haya convertido en modelo de diversas puestas en escena del yo, incluso banales.
¿Es válido recluirlo en el espacio meramente jurídico?

Ponentes: Alejandro Kaufman , Beatriz Sarlo, Javier Trímboli y Marta Vasallo.

Coordinadora: Lucila Paglai


El misterio de la vida

Qué extraordinario libro nos regala Reinaldo Laddaga, de quien estábamos acostumbrados a elogiar y envidiar sus penetrantes análisis del arte del presente (Estética de la emergencia, Espectáculos de realidad, etc.), pero no tanto su maestría narrativa, que se revela en Tres vidas secretas (Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, ISBN 978-987-1156-81-8) con una fuerza hasta ahora insospechada.
El propósito del autor habría sido, según se lee en el postfacio, la reconstrucción parcial de "las biografías de algunos de los personajes que habían iniciado las corrientes de pensamiento y acción que se anudan en nuestro presente: la biografía de John D. Rockefeller, la de Walt Disney, la de Osama bin Laden" (pág. 152).
No sé si el libro alcanzará el carácter ejemplar que se propone, pero en todo caso me importa poco: leyéndolo, me dejé llevar por la fuerza del relato, que nunca insiste en los aspectos más obvios de sus biografiados para, en cambio, detenerse en episodios menores, laterales, y por eso mismo significativos. Además, Laddaga adopta desprejuiciadamente un método que a veces le recomienda ignorar el pensamiento de sus personajes y, otras, detenerse en las más mínimas preguntas de esas conciencias desgarradas: porque se trata de eso, del desgarramiento de unas conciencias (tal vez decisivas para la explicación de nuestro tiempo, tal vez no) alrededor de la ética capitalista, la diversión y la psicología conductista, o la ausencia de Dios en un mundo que lo necesita con desesperación.
De los tres relatos, la vida de John Rockefeller es (para mí) la mejor contada. La de Osama bin Laden (¿podía ser de otro modo?) abusa de ciertos recursos gastados por la estética del realismo mágico. Pero entre las tres, sin duda, se sostienen las más inquietantes preguntas que el insomnio nos formula: ¿cómo vivir juntos? ¿cómo y para qué reproducirse?

Correspondencia: el regreso de los muertos vivos

Entre sushi y franja morada, la pésima producción de un festival se cobró la vida de dos jóvenes en 1999. Ahora, uno de los principales responsables está de vuelta. El macrismo lo puso a cargo de la Jefatura de Gabinete del Ministerio de Cultura, a cargo de Hernán Lombardi. Se trata de Alejandro "Conejo" Gómez, director del festival, y no fue declarado inocente sino que una ley hizo prescribir la causa antes de tiempo.
Este correo va con copia a Mauricio Macri, ya que si su justificación puede ser el "no saber", vamos a ayudarlo a salir de la ignorancia. El que seguramente "sabe" es Lombardi. No creemos que Conejo Gómez ponga esto en su currículum, pero ambos eran compañeros de militancia en lo más acomodaticio de los restos del radicalismo. Y aún sabiendo, Lombardi le encargó hace semanas que organizara el Festival Emergente en las terrazas del Centro Cultural Recoleta. Es decir, otra vez este sujeto como responsable de la logística cuando, cumpliendo la misma función y cometiendo 250 infracciones, murieron dos jóvenes. ¿Por qué Gómez está otra vez está en la función pública? ¿Cuántos muertos tiene que tener en sus espaldas? ¿Cuántas infracciones tiene que violar? ¿Cuán oscuro debe ser? ¿Es un requisito para trabajar en el gobierno de Macri?
"A diferencia de Cromañón, Buenos Aires Vivo III fue organizado por el propio gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, ni Fernando De la Rúa, entonces jefe de gobierno de la Ciudad; ni Darío Lopérfido, secretario de Cultura porteño, fueron cuestionados. Tampoco los directivos de Fenix (la empresa organizadora), ni de Edesur, serán sometidos a juicio. Hace unas semanas, gracias a la ley 25.990 (que acorta los plazos de prescripción), el juez en lo correccional Omar Facciuto absolvió a Alejandro Gómez (director del Programa para la Recuperación y Utilización del Espacio Público del gobierno porteño) y a Rafaél Sáenz Briones (representante de Fenix)." (nota completa: http://www.semana.uol.com.ar/edicion_1052/expediente/)
Según el abogado de una de las familias: "El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cometió 250 infracciones a sus propios reglamentos. Algunas de las más importantes son las siguientes: no habilitó el lugar, incumplió todos los requisitos de índole administrativa a los cuales según sus propias disposiciones se tiene que sujetar. El lugar donde se hizo este recital es manifiestamente inservible para esta finalidad. Tiene un sólo acceso y no tiene hospitales cerca. Tampoco tiene electricidad. La prueba es que la línea de electricidad tuvieron que bajarla desde ciento y pico de metros con una bajada trucha. Se colgaron de una caja de EDESUR, concretamente." (nota completa: http://www.segundoenfoque.com.ar/asiento_contable.htm).
Más información en Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/1999/suple/no/99-03/99-03-11/nota1.htm) y Clarín (http://www.clarin.com/diario/2002/03/01/s-03901.htm).


Callate y seguí contando



A pedido de los interesados el plazo de recepción de trabajos para el Premio Literario Indio Rico 2008 ha sido ampliado hasta el 30 de septiembre de 2008.

Bases en Estación Pringles.

martes, 29 de julio de 2008

Hermandad gaúcha

Qué raro es volver de una ciudad donde "los argentinos" (esa mala figura que designa a "los porteños") son bien recibidos pese a la arrogancia de la que los nativos de la ciudad de Buenos Aires han hecho un sello de presentación en el mundo. Sí: en Porto Alegre los argentinos (es decir, bla, bla, bla) somos bien recibidos. Se podría decir que se nos quiere.
La ciudad es preciosa y es difícil encontrar un equivalente entre nosotros. Por cantidad de habitantes se parece a Rosario o Córdoba (naturalmente, como es una ciudad incluida en un país dominado por la manía reproductiva, no es ni la segunda ni la tercera ciudad del país, sino la décima, lo que tal vez explique su parsimonia). Por su topología, también oscila entre una y otra ciudad: como Rosario, es acuática, porque se asienta a la vera de una llamada laguna (que es, en verdad, un estuario en el que desembocan siete ríos) y, como Córdoba, está llena de desniveles.
Mucho más americana que cualquiera de las dos anteriores, Porto Alegre ha sufrido un proceso de modernización salvaje que dejó el centro de la ciudad, con su preciosa arquitectura finisiecular y modernista, hecho una ruina (hay un plan, ahora, para recuperarlo) y trasladó la gravitación del comercio a zonas más acomodadas, como Moinhos de Vento, donde un shopping linda con otro.
Para llegar desde el centro de la ciudad hasta ese barrio del norte hay que atravesar unas calles encantadoras, franqueadas por casas parecidas a las de cualquier vecindad acomodada, pero mucho más arboladas (aunque no lo parezca de inmediato, Porto Alegre es una ciudad brasileira). La primera vez que hice ese recorrido pregunté cómo se llamaba ese barrio y pensé que me contestaban con una broma: Montserrat, me dijeron. "Sí, claro". Pero era cierto. Como el Montserrat de acá, aquél también fue originariamente barrio de esclavos, pero el tiempo lo transformó en otra cosa muy distinta del nuestro.
Hacia el sur de la ciudad, donde se encuentra el recién inaugurado museo Fundación Iberê Camargo, tan hermoso, una promesa de futuro: alrededor del estadio de fútbol y a la vera del río sucederá la nueva expansión que la ciudad planea para el 2010, cuando sea subsede del mundial de fútbol.
Qué raro es volver a Buenos Aires, desde una ciudad donde es posible pensar el futuro.

En poco más de dos semanas...

Ya no quedan entradas en Pekín
Luego de los disturbios del viernes, la organización comunicó que están agotadas las localidades para las 302 competiciones de los Juegos Olímpicos.

Redristibución 2008

La redistribución de ingresos kirchnerista favorece más a las clases altas que a las bajas
El Estado pagará $34 mil millones en subsidios al sector privado. Los pobres reciben menos beneficios. Las cifras.

Las palabras y las cosas

por Daniel Link para Perfil

Se extraña el análisis del discurso, sobre todo en tiempos en que esa antigualla, el discurso político, parece haber vuelto con toda su fuerza. A miente, B es de derecha, Z es un ladrón, es todo lo que se escucha. Todas esas caracterizaciones ad hominem (o ad feminam) pueden ser verdaderas o falsas, pero nada dicen sobre las palabras y las cosas (es decir: el modo en que las palabras capturan las cosas y los hechos).
Supongamos que alguien dice que "pondremos a Aerolíneas al servicio del pueblo". ¿Qué quiere decir esa figura tortuosa, y de qué modo pretende disimular una operación espuria de salvataje de un grupo multinacional en el medio de una crisis generalizada de la aviación comercial (por los elevados precios del petróleo)? ¿No suma, una decisión semejante, un escándalo más a la ya escandalosa política de transporte del gobierno nacional, que no puede terminar una autopista, ni programar la recuperación de la red ferroviaria, ni articular un plan de comunicación moderno y consistente entre ciudades argentinas?
Para hacer pasar gato por liebre, el discurso establece una correlación entre actos de gobierno y actos de discurso (lo que digo es lo que se hace, y viceversa: no hay distancia entre las palabras y las cosas), correlativa de
una presunta identificación entre destinador ("nosotros": ¿quiénes?) y destinatario ("el pueblo"). Como sabemos que los impuestos del pueblo terminarán subsidiando los viajes que Aerolíneas Argentinas realice de aquí en más, es el pueblo, en todo caso, el que se pondrá al servicio de Aerolíneas. Un tipo de inversión que los retóricos reconocerían como metábola. Las condiciones históricas que vivimos propician un regreso a la retórica y al análisis del discurso.


domingo, 20 de julio de 2008

¿Tuvo sentido el conflicto?

por Edgardo Mocca para Página/12

(...) Más que las medidas o las iniciativas que se impulsen, lo central de un esfuerzo de recomposición política estará en la percepción de la nueva realidad. Si se parte de la compatibilidad entre el impulso sin claudicaciones de un rumbo de cambios y la promoción del diálogo y la convocatoria amplia y generosa para dar base de grandes mayorías a un proyecto estratégico de país, se puede transformar una dura derrota en una rica lección política hacia el futuro.

La pitonisa

Esplendor y miseria del vice

Por José Miguel Onaindia para La Nación (Jueves 10 de julio de 2008)

La figura del vicepresidente ha cobrado especial interés a partir de algunas experiencias históricas que advirtieron sobre su papel respecto de la siempre lábil estabilidad del sistema. No figuraba en el proyecto constitucional de 1826 ni en el perteneciente a Juan Bautista Alberdi, pero el constituyente la recogió de la Constitución de los Estados Unidos de América.
Thomas Jefferson, tercer presidente de ese país, calificaba el cargo de "miseria esplendorosa", puesto que se encuentra en la cima del poder, pero carece de una distribución de funciones compatible con la altura de su posición.
Tal vez el vicepresidente tiene su papel más relevante en la campaña electoral, cuando se compone la fórmula y es ungida por el voto popular mayoritario. Pero, como bien señala el diplomático y periodista peruano Harold Forsyth, cuando la fórmula resulta elegida los fuegos artificiales se apagan y la carencia de facultades ejecutivas específicas puede crear dificultades en el desarrollo del gobierno (artículo incluido en la revista Transición , República de Perú).
Por otra parte, con la reforma constitucional de 1994 no sólo no se resolvieron los problemas que la institución ya había causado, sino que, al ser incorporada la Jefatura de Gabinete de Ministros, con atribuciones claras en materia administrativa y con atribuciones en su relación con el órgano legislativo, la hibridez del cargo se hizo más evidente, incluso desde el punto de vista normativo.
No es casual que uno de los autores que más se han dedicado a investigar la institución en nuestro medio haya destacado que la función del vicepresidente no ha sido el tema central de estudio y debate, ni en la ciencia política ni en el derecho constitucional, que no ha tomado en cuenta para el estudio académico las experiencias de la realidad que tanto influyeron en el desarrollo político de nuestra comunidad (Mario D. Serrafero, El poder y su sombra. Los vicepresidentes , Editorial de Belgrano).
La reflexión que la realidad actual nos propone no puede dejar ausente el análisis de este instituto y tampoco su incidencia para la gobernabilidad.
Este término ha ingresado en la terminología política argentina precisamente porque en los veinticinco años de ejercicio continuado de los mecanismos formales de nuestro régimen institucional la estabilidad del sistema ha peligrado y el contrato social se ha fracturado en diversas oportunidades.
La grave crisis de diciembre de 2001 y la que se atraviesa en este momento demuestran la necesidad de analizar el funcionamiento de la vicepresidencia, así como la posibilidad de la supresión o de la modificación sustancial de su regulación jurídica, que en 1994 no se hizo, pese a que en ese momento el cargo se encontraba vacante.
Los enfrentamientos producidos entre el partido gobernante, algunos ministros del Poder Ejecutivo y el actual vicepresidente de la Nación indican la conveniencia de concederle otro tipo de facultades constitucionales, para que cumpla un papel más preciso dentro del sistema y para que su conducta sea indubitable.
La Constitución vigente incluye sólo dos normas que tienen como sujeto principal al vicepresidente (los artículos 57 y 88), mientras que las restantes que lo mencionan lo vinculan con el presidente de la Nación en cuanto a las condiciones de su exigibilidad, duración de mandato, destitución, etcétera.
Esta escasez de regulación normativa sobre las funciones específicas que debe tener el vicepresidente contrasta con su calidad de compañero de fórmula y de beneficiario de la elección popular, pero también confunde a la ciudadanía sobre cuál es el verdadero papel que debe cumplir este funcionario durante el ejercicio del mandato.
El vicepresidente no integra el Poder Ejecutivo Nacional, puesto que éste, por expresa disposición del texto constitucional, es unipersonal y debe ser desempeñado solamente por el Presidente (según lo establecido por el artículo 87 de la Constitución nacional).
El artículo 57 de la Constitución le impone al vicepresidente una función, que es la que habitualmente desempeña: presidir el Senado de la Nación, con voz pero sin voto, excepto en el caso de que haya un empate en la votación.
Esta es su función en casos de presencia del presidente de la Nación y mientras no se produzcan situaciones de acefalía. El vicepresidente está ceñido a la presidencia de este cuerpo legislativo con la atribución del denominado "voto de calidad". Esta función tiene un justificativo dentro de la forma federal de Estado.
La existencia de un vicepresidente que presida el Senado mantiene el equilibrio de representación entre las provincias, que, igualitariamente, están representadas en este órgano, dado que ninguno de los senadores conduce la cámara o cuenta con doble voto.
Este fue el motivo de la creación de la figura en el derecho constitucional norteamericano, según se desprende de El Federalista , de Alexander Hamilton (número LXVIII). El mantenimiento de la igualdad en la representación es uno de los motivos que fundamentan la existencia de este órgano también en nuestra forma de gobierno.
Sin perjuicio de la escasez de regulación en el texto constitucional, la presidencia del Senado le otorga al vicepresidente funciones y tareas que no son desdeñables desde el punto de vista de la atención y del tiempo que debe brindarles, sino que, por el contrario, le otorgan una esfera de poder.
El reglamento de la Cámara de Senadores le dedica un artículo completo, con quince incisos, a la regulación de las funciones del vicepresidente y a la descripción de las tareas concretas que el ejercicio del cargo le impone.
Esta función constitucional le permite manejar discrecionalmente los fondos reservados de la Cámara, facultad que le otorga un poder económico concreto, por su significativo monto.
El actual vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, tomó la decisión de ejercer sus atribuciones. No se sometió a la férrea voluntad del gobierno que integra ni -como lo hicieron Alejandro Gómez, en 1958, y Carlos Alvarez, en el año 2000- decidió retirarse del cargo, para el cual obtuvo el mismo porcentaje de votos que la Presidenta.
Claro: debió haber recordado antes que sus nuevos y sorprendentes aliados integran un partido cuyo origen es militar, creado durante el golpe pro Eje de 1943 y liderado por un coronel que había ocupado varios cargos en el gobierno de facto, incluida la vicepresidencia, y que había impuesto el verticalismo, tanto en el partido como en la principal organización social entre las que le habían dado sustento, el sindicalismo.
El matrimonio Kirchner, a diferencia de muchos otros integrantes del pasado y del presente del partido oficial, aplica férreamente estos principios castrenses, y castiga la falta de obediencia.
Indudablemente, este ejercicio legítimo de sus funciones vicepresidenciales provoca una nueva controversia y la añade a las varias protagonizadas por vicepresidentes durante nuestra accidentada vida institucional. Además, desnuda la debilidad de nuestro régimen político y la necesidad de adoptar medidas que corrijan los errores en el bosquejo normativo de ese régimen.
El deterioro de la calidad institucional de nuestro país despierta una preocupación profunda sobre la necesidad de revisar su forma de gobierno y crear un régimen que le dé estabilidad y efectiva concreción al Estado de Derecho.
Los veinticinco años transcurridos desde la reinstalación del sistema constitucional muestran la urgencia de adoptar cambios para que nuestras instituciones puedan funcionar normalmente y crear un sistema en el cual el goce efectivo de los derechos humanos sea un hecho cotidiano.
Lamentablemente, hoy resulta vigente la observación de un notable argentino que fue el primer vicepresidente que terminó el mandato de su compañero de fórmula.
"Nos falta algo esencial: ignoramos las prácticas y los hábitos de un pueblo libre y nuestras instituciones escritas son sólo una promesa o una esperanza. El artículo 10 de la Constitución dice que la República adopta la forma de gobierno representativa, republicana y federal. La verdad real y positiva es que nuestro régimen, en el hecho, no es representativo, ni es republicano, ni es federal..."
Quien pronunció la frase precedente fue Carlos Pellegrini, en su discurso ante la Cámara de Diputados de la Nación, el 9 de marzo de 1906.
Todavía hoy, la vigencia sustancial y plena del Estado de Derecho en nuestro país es una asignatura pendiente de la sociedad argentina.

sábado, 19 de julio de 2008

Ĺa confederación argentina

por Daniel Link para Perfil

El 19 de octubre de 2006 fui invitado a participar, supongo que en mi calidad de sobreviviente, de la mesa redonda “Argentina - cinco años después de la crisis" que organizaba en el Iberoamerikanisches Institut de Berlín un grupo de intelectuales alemanes de izquierda. Se presentaba, además, el número 51 de la revista kultuRRevolution dirigida por Jürgen Link, dedicado a la "(post)crisis argentina: símbolos y mitos".
Al principio no me pareció que mi presencia allí tuviera otro valor que el meramente decorativo, hasta que mis rudimentos de lengua alemana me permitieron comprender que, en la perspectiva de los convocantes, los argentinos nos habíamos entregado a una algarabía irresponsable y habíamos desperdiciado una oportunidad histórica de transformación política y social, lo que quedaba probado por la presidencia de Néstor Kirchner. Contra todo pronóstico, pedí la palabra para corregir esa impresión, a mi juicio equivocada, y defendí la delicadísima gestión gubernamental, que tuvo que sacar al país del precipicio de literal descomposición al que se había arrojado. Recordé que el Estado nacional había desaparecido (cada provincia emitía su propia moneda) y que, en esas condiciones, cualquier hipótesis de transformación política y social hubiera agregado fuego al incendio. Recordé también la iniciativa que por entonces llevaron adelante un grupo de intelectuales (a la cabeza de los cuales estaban Beatriz Sarlo, José Miguel Onaindia y Gabriela Massuh) para reclamar una reforma constitucional que modificara el sistema de gobierno nacional y su relación con las provincias, y que, pese a contar con la simpatía de miles de adherentes, no consiguió prosperar: tantas eran las urgencias con las que había que enfrentarse. Y también recordé al atónito auditorio el delicadísimo objeto que había que tener en cuenta en el análisis de la crisis y su resolución, en relación con el cual, creo, no hay graduados de Heidelberg ni Marburg ni Humboldt que puedan aportar sistema de categorización alguno: la interna peronista.
No me arrepiento de esa intervención seguramente dominada por la melancolía, aunque seguramente quienes me habían invitado no esperaban de mí semejante insulto a la hospitalidad. Sigo pensando que la política argentina es un objeto delicado y de difícil comprensión para la mayoría de sus comentaristas que, en el mejor de los casos (me refiero a los análisis de izquierda), se apoyan en los restos de dialéctica marxiana y en el análisis clasista, en un país donde lo territorial (lo estamos comprobando en este año aciago: bisiesto y par) no ha perdido un ápice de su importancia, y donde la modernidad está extremadamente mal distribuida, precisamente porque la Constitución Nacional, hoy aparentemente tan amenazada, si no la impide, tampoco promueve tal distribución.
Tampoco ayuda la interna peronista, que ya una vez nos arrastró a todos a una espiral de violencia que terminó en genocidio, lo que demuestra la fragilidad del sistema de partidos en un país en el que, pareciera, sólo uno de ellos es el que ha demostrado ser capaz de gestionar políticamente nuestros destinos.
Tal vez ha llegado la hora de volver a pedir una reforma constitucional que examine y resuelva esos obstáculos para la felicidad de los pueblos: el centralismo, el presidencialismo, el unipartidismo solapado.
Lo que es seguro es que en el enunciado "postcrisis argentina", el prefijo "post" no debe aparecer ya ni siquiera entre paréntesis, sino tachado: seguimos navegando las mismas procelosas aguas de 2001.

viernes, 18 de julio de 2008

Tema del traidor y del héroe

"Éste firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria".

Borges. "Tema del traidor y del héroe" en Ficciones (1944)

La noche del Senado

Por Alcira Argumedo y Pino Solanas para Página/12

La decisión del Senado, rechazando la media sanción de la ley que respaldaba la Resolución 125 impulsada por el Poder Ejecutivo, es una derrota política y un llamado de atención hacia las formas de conducción gubernamental del kirchnerismo. El proyecto del Gobierno no cayó solamente por el voto del vicepresidente Cobos o gracias a una confabulación reaccionaria. También aportaron la tozudez del Gobierno, que se negó a consensuar determinadas reformas al proyecto con otros sectores que buscaban segmentar las retenciones y dar prioridad a la investigación de la grosera defraudación realizada contra el Estado por las grandes exportadoras de granos y oleaginosas. A partir de noviembre del 2007 y hasta fines de mayo del 2008, debido a la negligencia o complicidad de las autoridades las retenciones sirvieron para estafar al Estado en 1169 millones de dólares, que las exportadoras cobraron a los productores y no fueron liquidados al fisco. En esta dirección apuntaba el proyecto presentado por Proyecto Sur a través de Claudio Lozano junto a otros diputados, que buscaron hasta último momento consensuar un proyecto único con el oficialismo, profundizando las retenciones móviles y segmentadas. Pero fue inútil.
La soberbia y la obcecada actitud gubernamental llevó al país a atravesar más de 100 días de conflicto, antes de tomar la decisión de hacer participar al Congreso. La experiencia vivida en Diputados no sirvió como advertencia: en el Senado, el Gobierno volvió a encerrarse en una lógica sectaria, entrando en un peligroso juego de espejos que el año pasado lo había llevado a otra histórica derrota en Misiones. Lejos de demostrar vocaciones democráticas, el kirchnerismo se ha negado a debatir con la sociedad los grandes temas pendientes; y tampoco lo ha hecho en el Parlamento. Su dinámica de toma de decisiones a partir de un núcleo reducido y cerrado, que evita las reuniones de gabinete y cuyas resoluciones son impuestas a partir de una obediencia debida que cercena cualquier posibilidad de crítica, necesariamente conlleva la posibilidad de cometer serios errores, como ha sido el caso del enfrentamiento con “el campo”. Un rasgo complementario de ese tipo de gobernabilidad es el de clausurar la posibilidad del consenso, al establecer espurias polarizaciones –dentro de una lógica de confrontación amigos-enemigos– tendientes a exacerbar el conflicto y crispar los ánimos sociales. No sólo fueron manipuladoras y maniqueas las campañas de los grandes medios y el poder rural, sino también las del Gobierno. La política de Kirchner ha utilizado el chantaje, invocando los fantasmas más temidos del pueblo argentino para convocar a la defensa de la democracia, a pesar de haber hecho votar la ley antiterrorista. Lo más sorprendente fue su capacidad para tentar con ese tipo de convocatoria a muchos compañeros y ciudadanos progresistas, de fuerzas sociales y políticas que no debieron prestarse a este juego del pejotismo. Quienes no estaban dispuestos a ser arrastrados a una convocatoria del nuevo presidente del PJ –uno de los partidos responsables del desguace y endeudamiento de la Nación mostrando en el palco a los Scioli, los Gioja, los gordos sindicales, los intendentes corruptos del conurbano y más cómplices del saqueo nacional– fueron considerados golpistas, antidemocráticos, integrantes de una “nueva derecha” antipopular; con los cuales es imposible llegar a cualquier consenso. Y aquellos que desde las propias fuerzas del Gobierno busquen ese consenso, serán tildados de traidores. La consigna es contundente: o están con nosotros defendiendo la democracia o están con los golpistas.
Formas de gobernabilidad más similares a monarquías absolutas –un síndrome característico de varias provincias chicas de nuestro país– que a dinámicas democráticas. Cuando durante largos años se ha gobernado controlando el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo –impidiendo que fuera el ámbito de los grandes debates nacionales– el Poder Judicial, los medios locales de comunicación, las fuerzas de seguridad y las posibilidades de dar empleos o subsidios, pueden cometerse “errores de escala”. Porque una cosa es gobernar de este modo a una provincia poblada por unos 200 mil habitantes; y otra es pretender hacerlo en un país de cuarenta millones, mucho más heterogéneo y complejo. Estas distorsiones llevaron a aplicar mal una medida correcta, como son las retenciones móviles, desconociendo que debían ser segmentadas e ignorando, además, que en ese negocio participan otros grupos de poder como las grandes exportadoras y los pools de siembra, cuyas ganancias extraordinarias no son afectadas impositivamente, en tanto a través de fideicomisos no tributan ganancias.
Este llamado de atención es pertinente, en tanto el enfrentamiento contra “el campo” durante más de cuatro meses ha dejado postergados otros problemas no menos graves y fundamentales, que requieren un debate profundo si se pretende consolidar un nuevo modelo de país con redistribución de la riqueza. Nos referimos a las políticas contra la inflación, a la creciente deuda externa que se acerca a los 200.000 millones de dólares; a la crisis energética y el abandono de una política de recuperación de los recursos hidrocarburíferos; al tema del colapso del sistema de transportes y en particular los ferrocarriles; al perfil impositivo y las ventajas del sector financiero, que goza aún de la Ley Martínez de Hoz; a las excepciones impositivas de las corporaciones mineras que no tienen obligación de ingresar las divisas de exportación; a la promoción de empresas sociales y nuevos tipos de empresas públicas nacionales con control de los usuarios y consumidores; a la recuperación de Aerolíneas Argentinas, el mercado de cabotaje nacional y las flotas marítima y fluvial; a la nueva ley de medios de comunicación y la democratización de los espacios audiovisuales cuyas licencias son del pueblo; al tema de las estadísticas del Indec; a los modos de integración autónoma continental con la creación de empresas públicas latinoamericanas en distintas áreas estratégicas. En función de estos objetivos, es necesario promover un profundo debate que eluda las falsas polarizaciones y sea capaz de encontrar los caminos para el diseño de un proyecto de país más justo y en condiciones de dar respuesta a los desafíos de una nueva época histórica.

jueves, 17 de julio de 2008

Brandon, latinoamericano



El ilustrador brasileño Alessandro Von Victor está fascinado por las mujeres. Y cuanto más, ¡mejor! Sea fetiche o vouyerismo, ellas aqui no aparecen solas: escenas de amor lésbico, seducción y dominación, resultado de cinco años de trabajo de una mente inquieta. Buscando siempre explorar y provocar, las técnicas utilizadas mezclan trabajos manuales en suaves pinceladas de tinta con la tecnología digital, la pintura y el diseño. Atrevase y conozca aquellas que son, juntas, el aire y el suplicio de un hombre eternamente enamorado por la inocencia y el libertinaje.

Se dispersan el día y la batalla

La derrota en su versión más increíble

Por Martín Rodríguez Yebra para La Nación


Nunca un gobierno constitucional derrochó tanto poder en tan poco tiempo. Es cierto que Cristina Kirchner arrastra los costos de una reelección edulcorada, pero ni en sus peores pesadillas podía imaginar quedarse sin mayorías seguras en las dos cámaras. O encontrarse con que el peronismo que se empeñó en encolumnar Néstor, su esposo, se ve doblegado en la calle por las movilizaciones de sectores económicos, sociales y políticos que se le oponen. Y con que la concertación plural se esfumaría antes de existir.
La dinámica de lo inimaginable apenas empieza ahí. ¿Quién podría creer -no ya en la Argentina; en el mundo- que un grupo político se juegue a todo o nada para defender medidas de un ministro al que ya echó por considerarlo responsable de haberlas tomado? ¿O que Saadi pudiera haber sido el defensor mesiánico del plan kirchnerista de "redistribución de la riqueza"?

sábado, 12 de julio de 2008

Vivir sin Estado

por Daniel Link para Perfil

La semana pasada, en la apertura de una muestra de pintura, sólo se hablaba del que tal vez sea el libro del momento, lo que viene a demostrar, en contra de las corrientes más alemanas de la filosofía contemporánea, que la literatura sigue sosteniendo la capacidad de ofrecernos síntesis precisas del presente y que, después de la política (es decir, la historia), es lo único capaz de suscitar debates intensos.
"¿Es verdad que la novela es totalmente autobiográfica?", me preguntó una funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores. Como conozco los equívocos a los que lleva un diagnóstico semejante, demoré mi respuesta, circunstancia que aprovechó un artista conceptual, enemigo de la autora (se pelearon hace unos años, hecho que la novela registra lacónicamente) para introducir su bocadillo de maldad: "Si es así, la novela debe de ser pésima, porque esa vida no puede tener algo interesante" . "Nada que ver", intervine. "¿Y entonces por qué es buena?", insistió el artista conceptual. "La novela está muy bien escrita", dije, sabiendo que me metía en un marasmo porque, ¿qué quiere decir hoy por hoy que una novela está bien escrita?
"¿Ah, sí?", preguntó una curadora, con un tonito que le venía de su contacto con la obra de Duchamp, a la que últimamente está entregada. Aproveché para aclarar mi punto de vista: "Lo interesante es el modo en que articula el registro de lo íntimo con el dominio de lo público: trabaja en un límite muy lábil, más bien un umbral, y lo hace con gran delicadeza... Y todo lo que dice, como gira alrededor de la desaparición del Estado en 2001, viene muy a cuento para hablar del segundo capítulo de la crisis, que hoy nos arrastra".
La conversación continuó algunos minutos, con la circulación de los interlocutores característica de la danza precisa de las vernissages, y se reprodujo cuatro noches después, en un tono menos galante y más teórico, en una sobremesa de poetas y críticos latinoamericanos.
Sí,
La intemperie de Gabriela Massuh (Interzona) es la novela del año, desde ya, y uno de los libros más importantes con los que contamos para pensar lo que nos pasa.


miércoles, 9 de julio de 2008

Último momento: habrá dancing



Gabriela Bejerman
Albertina Carri
Celeste Cid
Analía Couceyro
Lisa Kerner
Nora Lezano
Esmeralda Mitre
Luna Paiva
Paloma