Resfriado, me dedico a tirar corrrespondencia. Muchas invitaciones, programaciones mensuales de instituciones culturales y, sobre todo, cuentas. Como pago desde hace años los servicios con débito automático, no abro los sobres en los que me mandan los informes mensuales, salvo cuando tengo que pasarlos al cartapacio donde los archivo definitivamente.
Las cuentas de gas y de electricidad incluyen siempre un boletín muy breve y colorido que nunca leo, de modo que no sé de qué tonterías los publicistas han convencido a los administradores de esas empresas que nos informen. Los resúmenes bancarios llegan, por lo general, con promesas de felicidad y ofertas de créditos a tasas usurarias. La cuenta de la televisión por cable incluye una revista totalmente inútil, mal diseñada y peor escrita, y la de telefonía celular ofrece modelos siempre más nuevos y más disparatados de artefactos multipropósito.
Los sobres de las tarjetas de crédito son los más abultados: incluyen dos fascículos, uno con "ofertas" mensuales (todas fuera de mi alcance y, sobre todo, de mi deseo) y otro con listados de "premios" por los puntos acumulados, impresos en papel carísimo y con gran abundancia de fotografías. Apenas los miro, antes de tirarlos.
Como pago las tarjetas de crédito a través de la red, que me avisa con rigor sobre los vencimientos, podría prescindir de esos envíos, sobre todo porque los bancos me cobran, por la "emisión de resumen", $ 8.50 mensuales. Varias veces he intentado que suspendan el envío de esa información que no necesito, hasta ahora sin éxito.
Cuando termino de ordenar los papeles he juntado una bolsa entera de residuos que el capitalismo posindustrial ha producido especialmente para mí y por la que, además, tengo que pagar. No me extraña: sabemos desde siempre que nuestra cultura es sólo un gigantesco dispositivo de producción de basura. Una amiga, cuando se compra ropa, exige invariablemente que se la entreguen sin packaging. No es fácil, porque "en caso de devolución..." (pero ella dice que, de otro modo, no compra). Cuando nos alcance el inminente colapso, tendremos al menos la conciencia tranquila.
hola kramer
ResponderBorrarelaine
:)
ResponderBorrar¿lo invitan a muchos lugares?
Disculpe la molestia, pero me debo en la obligación de invitarlo a ver mi obra... no sería así, tan directa, si no hubierta puesto toda mi evanescente humanidad en ella, y quiero que la vea "el mundo entero" (no es una metáfora).
La obra es en El Kafka (Lambaré 866)
La obra es los sábados a las 23: 55
La obra se llama "body Art" y tiene un blog: www.elsindromedelbodyart.blogspot.com
Sólo aviseme y le dejo dos entradas sin cargo.
Me interesa que usted la vea.
Aún no he cursado su materia en la UBA, pero pronto aí será. Mi voación y pofesión de actriz-escritora y la necesidad de instalar mi persona "en el mundo" no me deja mucho espacio para mi carrera de letras.
Disfruté de Panesi, de gramática y de griego I, por ahora. (Si, en serio, disfruté mucho gramática, iba a todos los teóricos y todo).
Tengo una amiga que hizo su materia y todos la recomiendan. Así que apenas pueda estaré allí.
Un saludo grande, y espero no haberlo importunado.
Atte.:
Sol Rodríguez Seoane
Que verdad encierran tus palabras.
ResponderBorrarSaludos Bibi
me contó una amiga yanqui q en un pueblo de north california vedaron el uso de todo bolso de plastico.
ResponderBorraruna vez de pendeja en boston me agarró una suerte de anorexia consumistica: no podía comprar nada de comida envuelta en basura inminente; con lo cual x un tiempito comí muy poco.
En medio del ruido no puedo encontrar el link, pero recuerdo el caso de un estadounidense que explotó el concepto al máximo: se suscribía por correo a toda la publicidad spam en papel y después la usaba para alimentar la estufa de su casa y ahorrar electricidad.
ResponderBorrarvivo en Boston y no solo estan prohibidas las bolsas de plastico sino que los bancos, tarjetas de credito, etc promueven que renuncies al envio de informes mensuales por correo para ahorrar papel, y por cada persona que lo hace, (dicen que) plantan un arbol
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