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Tómese un lugar cualquiera, completamente al azar. O mejor aún, para que no parezca que el azar ha sido falsificado (conocemos el sentido de la expresión “la mano de Dios”), elíjase el lugar más remoto, el más exterior (¿respecto de qué? Respecto de todo lo conocido, naturalmente). Digamos, por ejemplo, el Sahara, ese lugar donde el sol calcina la piel y el aire congela la sangre, al mismo tiempo. "El paisaje", pensaba Saint Exupéry, "más hermoso y el más triste del mundo"."Fue aquí donde el principito apareció sobre la Tierra, desapareciendo luego". En las últimas líneas de El Principito, el aviador nos pide que lo miremos atentamente "para que sepan reconocerlo, si algún día, viajando por África cruzan el desierto". Seria difícil equivocarse, aunque el dibujo de Saint Exupéry omite una de las dos estrellas que alumbran un Sahara que, cada tanto y durante varias noches, desconoce la luna:
Foto: Sebastián Freire
"Deténganse un poco, precisamente bajo la estrella", pedía Saint Exupéry. Desde que tenía cinco años quise hacerle caso, para ver qué pasaba (delirios de identificación narcisista).
Foto: Sebastián Freire
Es, efectivamente, el cielo más hermoso del mundo. La galaxia entera con sus planetas mayores y menores, con sus rosas, sus corderos y sus príncipes, sus reyes y sus faroleros, sus contadores y sus volcanes extinguidos se vuelca en un chorreo astronómico como ningún planetario nunca podría registrar.
Foto: Sebastián Freire
Por supuesto, no pasó nada. Ningún milagro que pudiera comunicar al aviador. Ningún niño de cabellos de oro, en todo caso.
Foto: Sebastián Freire
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En el medio del Sahara (quiero decir, perdido entre sus dunas y sus montañas de piedra y sus caminos que se borran cada día, y cada día se reinventan nuevamente, donde el desierto pierde el centro y se hace pliegue y parece que el espacio liso se rinde a la civilización, de nuevo), hay un oasis (uno de los seis que caen bajo jurisdicción egipcia), llamado Bahariya. Ningún espejismo: se trata de un villorio miserable de 42.000 habitantes apiñados.
Fotos: Sebastián Freire
En Bahariya hay un supermercado, por el que pasan las caravanas que van hacia el desierto, para aprovisionarse. Todo es muy vulgar, muy tópico, muy estereotipado: el colmo del esnobismo es esa suerte de turismo rústico.
Pero basta con tensar un poco más la cuerda, o con dejar vagar la mirada o con abandonarse al pliegue de lo otro en lo mismo y de lo mismo en lo otro para que algún milagro se produzca: tan afuera, tan afuera, que uno dio la vuelta entera y ya no sabe de qué lado del espejo está mirando el mundo.
Foto: Sebastián Freire
Genial combinación de recuerdo infantil + contemplación cuasi mística en el desierto + imposiblilidad de no registrar lo que los ojos ven + ironía de lo propio y lo ajeno...
ResponderBorrarY las fotos, para qué hablar, aunque est vez las hayas dejado en manos de un pro...
No me hablés del Pro, que acá estoy varado en Madriz. La turbina del avión se rompió. ¿Quién venía en ejecutiva? ¡La vicejefa de la ciudad de Buenos Aires!
ResponderBorrarYa mandé a pedir una ristra de ajo a ver si podemos seguir camino.
Che, en cuanto vuelva te comento tu blog. Ta güeno.
Y... es del poder ejecutivo, viste? No la espiaste estirar las piernas por el pasillo cuando todos dormían...?
ResponderBorrarMientras esperan, comanse uno de esos sanguchitos de salmón que venden por ahí que están güenísimos!
Más barato que andar pagando la tarifa güifi de Barajas!
El formato de mi blog de novato, como habrás notado, es un humilde homenaje al suyo, Mr Blog Man...
la descripción del cielo es encantadora
ResponderBorrar*
-Veré mucho mejor cómo es el jardín -se dijo Alicia- si puedo subir a la cumbre de aquella colina;
y aqui veo un sendero que conduce derecho allá arriba...; bueno, lo que es derecho, desde luego no va... -aseguró cuando al andar unos cuantos metros se encontró con que daba toda clase de vueltas y revueltas-... pero supongo que llegaríá allá arriba al final.
Pero ¡qué de vueltas no dará este camino! ¡Ni que fuera un sacacorchos! Bueno, al menos por esta curva parece que se va en dirección a la colina. Pero no, no es así. ¡Por aquí vuelvo derecho a la casa! Bueno, probaré entonces por el otro lado.
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saludos
Increiblemente bello. Las fotos de S. siempre magníficas y tu texto me llevó a una emoción que no lograba desde hace tiempo. Gracias Daniel, por dejarnos viajar con ustedes.
ResponderBorrarHola!
ResponderBorrarFelicidades por el blog y por lo de "La Voz", Gracias! ;-)