Ahora que Raúl Escari escribe sin parar, bien podemos incluirlo en el patriótico panteón de los dislates. Quienes no lo conocen deberán saber que Escari es una de esas criaturas (uno de esos niños) que siempre anteponen la propia felicidad, el propio padecimiento, la propia actuación a la del mundo entero. No importa que una supernova haya estallado en el crepúsculo o que uno esté en terapia intensiva con las horas contadas. Escari llamará para contarnos algo sobre lo cual él y sólo él es su subject.
Aparentemente, los años le han demostrado que las manías se pagan y, días atrás, le espetó a Roberto Jacoby un lacónico:
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