No se sabe qué da más asco e indignación: si la base cremosa que cubre el rostro abominable y estúpido del conductor, la taradez constitutiva de los concursantes, la corrupción del jurado o el miserabilismo de la producción. Todo, en cualquier caso, irrita, desde la manía descerebrada de decir "OT" en vez de Operación Triunfo (nombre en si mismo infame, militarista, y revelador), pasando por el falso suspense que cualquier persona escolarizada en los niveles iniciales (es decir: alfabetizada y que sepa contar) desbarata en dos segundos, hasta la previsibilidad de un guión rutinario y previsiblemente asociado a los intereses de las compañías telefónicas.
El domingo, mientras yo leía unas aburridas páginas de Susan Buck-Morss (Mundo soñado y catástrofe) la catástrofe de los sueños de las masas se colaba en mis oídos.
Marley, el conductor elegido para el bodrio teleférico, presentaba la primera emisión de Operación Triunfo: el final de un casting al que se habían presentado (y no que "habían hecho", como él decía) 25.000 personas y que había seleccionado a 24 aspirantes. ¿Veinticuatro aspirantes a qué? No veinticuatro cantantes, sino 24 personas que vivirán encerrados en el galpón de Gran Hermano que, en este caso, además deberán cantar desde su jaula.
El jurado, de cuyo número estaba ausente una pieza fundamental (que seguramente se negó a participar de esa farsa iniciática) quedó integrado por una locutora de radio, un conductor de televisión y el más repugnante de los productores. El cantante tenía un compromiso en otra parte.
El conductor anunció que se elegirían entre 16 y 22 concursantes. Un solo plano bastó para calcular el número preciso en 18 (tantas eran las sillas y camas dispuestas en la casa de Gran Hermano). A medida que se sucedían las cuatro rondas de seis participantes, quedó claro lo poco que el jurado tenía para hacer: fingir estar eligiendo ocho chicas y ocho chicos (por esa manía por la simetría que gobierna los cerebros reptiles de la televisión argentina). Los participantes cantaban horriblemente en su gran mayoría y carecían de toda gracia, de modo que nada que tuviera que ver con el talento musical o escénico podía ser la variable de los veredictos, sino a) la procedencia: un par de Mendoza, un par de Santa Fe, un par de Córdoba, un par de Uruguay, un par de Buenos Aires (son los menos votados por sus coterráneos, pero en fin...), un par de latinoamericanos (con qué intención, lo ignoro), o b) la morfología corporal: un enano, una gorda, un flaco gótico que hace folclore (y que debería ganar, porque es el único que brilla), un cordobés bonito (¿acaso puede no ser así?). Los valores más reaccionarios, como siempre: la fatalidad del ser.
Los "jurados", entregados a la corrupción más vil con una cierta inocencia, dejaban ver que leían lo que la producción les había guionado de unas carpetas que tenían frente a ellos. Ningún sobresalto, ninguna deliberación, ninguna alarma: ¡a quién le importa!
El año pasado, American Idol se tambaleó cuando una cada vez más empastillada Paula Abdul comenzó su devolución a uno de los participantes de la competencia norteamericana y, ebria de tranquilizantes, siguió de largo: "la segunda canción que cantaste, en cambio...". Señas desesperadas de sus compañeros de trabajo: el chico había cantado sólo una canción y Paula Abdul, distraída, se limitó a leer la papeleta preparada horas antes. La pusieron en capilla y este año hay una cuarta jurado que compensa los desatinos químicos de la drogada.
Es obvio (es necesario) que estos programas estén guionados. Que se note el guión, sin embargo, no es simpático nunca y, además, en el caso argentino es mucho más grave, porque los norteamericanos dicen lo que les parece pero es el público el que decide (obedientes como son las audiencias, no sé qué diferencia hay, pero eso es otra historia).
Aquí, en cambio, el jurado decía "tendrías que trabajar mejor tal aspecto", "ojalás entres" (Badía), "mucha suerte", pero eran ellos mismos lo que habían decidido todo (cuándo, jamás lo sabremos). El desdoblamiento entre juez y verdugo resultaba de lo más extraño, sobre todo porque carecía de todo fundamento metodológico.
Hacia el final, una sorpresa. El jurado ("sin consultar a la producción") simuló dudar y, en un rapto de valentía e independencia soberana, fingió generosidad y fueron 19 y no 18 los seleccionados (por supuesto, los dos últimos cantaban mejor que cualquiera de los de la primera ronda, de modo que no se sabe cómo pudieron arriesgarse en aquel lance a una generosidad como la que exhibieron).
Todo brutal, vulgar, mal pensado, triste, desarmado.
mirando posts atrasados note el juguete de doble entrada, lindo artefacto.
ResponderBorrarL casa de Gran Hermano ocupada por estos gansos!!
AAAAAAAAAAAAAAAAA
Cariños
A
podes un dia hacer un post con todos los comentarios que quedan en el camino??
ResponderBorrarel chiche ese de doble entrada, desperto mi curiosidad, hoy encargo en Tv compras un Cinturonga.
Esperemos que la patrona se tome a bien mi pedido.
"Mami..ponete el cinturonga y seme suave.."
Como le pido? quiero que..no se, eso, que me duela, pero un poquito, quiero que me cuide tambien.
Cariños
A
Siempre tan genial!!! Sí, los cordobeses son muy lindos, lástima que el programa es una basura.
ResponderBorrarAbrazo
Leo
Un fiel reflejo de lo que está pasando a nivel país, una "clase media" cada vez más empobrecida (ergo embrutecida) en busca del famoso, represor y espeluznante "gusto medio" cada vez más cerca del subsuelo. Realmente la televisión se ha convertido en un desfile de muñecos degrados con contenidos más degradados aún. Conductores y panelistas conforman en sí mismos un show tan patético como los que concursan en pos de un minuto de fama...
ResponderBorrarMas respeto, yo trabajo de panelista.
ResponderBorrarCariños
A
linkillo mira la serie policial Life On Mars con Harvey Keitel -salió o está a punto de- me interesaría tu opinion...mi amiga en LA es una de las guionistas :)
ResponderBorrarempobrecida igual embrutecida??
ResponderBorrarohhhh
modere!
No creí que te disgustara tanto Marley, después de todo, con esa cara y ese look bien podría ser parte del staff "Link" de tu cátedra de Siglo XX (el que destila crisol de etnias posmo!!!)
ResponderBorrarSaludos a Cumbio
MUY LAMENTABLEMENTE, anónimo, empobrecida es en este país sinónimo de embrutecida...
ResponderBorrarVi tarde este post, pero quiero aportar un dato: Daisy May Queen, locutora que sacó su nombre del amor que le tiene a la banda de Freddy, fue atropellada por un colectivo de la línea 15. Es por eso que se perdió la "gala"... lo que una aprende en 1 minuto de zapping.
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