por Daniel Link para Perfil
El sábado pasado, Darío Lopérfido consignó en este diario que "la gestión de la epidemia de gripe A ha sido calamitosa para el sector [cultural] en uno de los momentos calendarios donde la afluencia de turismo y la concurrencia a los espectáculos es más plena".
Me alegra que Darío siga sosteniendo la articulación entre cultura (entendida como entretenimiento) y turismo desde fuera de la función pública, porque eso demuestra que lo suyo (por más equivocado que pueda estar, como yo creo) es una convicción profunda, y no un mero oportunismo de gestión (de la que está alejado).
Hace años, yo insistía en lo desastroso que me parecía desasociar cultura y educación (según la clásica y fundacional fórmula del siglo XIX), y se me contestaba que los gremios docentes por si solos son capaces de paralizar toda gestión cultural. Yo objetaba que si bien cultura puede ser cualquier cosa (Rottenberg y Dolly Irigoyen), no puede haber gestión estatal de la cultura sino orientada por objetivos formativos.
Hoy, la dinámica de nuestro presente nos obliga a ir más allá, es decir, más atrás, para recordar la viejísima doctrina de la mens sana in corpore sano como bandera de gestión. Así, la crisis de salud en nuestro país es una crisis de cultura (sanitaria), lo que explicaría los "mensajes confusos" y desorientadores, las idas y vueltas y las irresoluciones.
El Ministerio de Salud Pública convoca a una licitación para la adquisición de antigripales, que ganan los cuatro laboratorios nacionales que fabrican genéricos (lo que no está mal). Pero como los laboratorios se ponen a producir sólo luego de haber ganado la licitación, los antigripales (genéricos o no) no aparecen por ninguna parte y el gobierno se ve obligado a comprar las drogas originales, desabasteciendo a la cadena de previsión sanitaria, difiriendo la prescripción de los antigripales (sólo efectivos ante los primeros síntomas) y provocando histeria colectiva.
No hay que desgarrarse las vestiduras por los teatros y restaurantes vacíos, sino por las vidas que, en países más cultos, con políticas culturales más sólidas (Chile, Brasil), pudieron salvarse.
Muy buen comentario. Muy lúcido. Agrega algo en medio de la crisis.
ResponderBorrarNo te falta nada, Daniel. Escribís en Perfil, criticás a la Alianza y a Lopérfido, y ponés como paradigmas de gestión cultural a Chile y a Brasil. Cada día me das más miedo. Con lo sencillo que es hablar de los ex países del Este en gestión cultural. Yo hubiera hablado de Hungría, de Polonia, de Bulgaria, que son países cuyos habitantes expulsados después de la caída del comunismo vinieron a dejarnos tan claro la basura que es la cultura en manos de la socialdemocracia europea (Francia) o latinoamericana (Chile, Brasil).
ResponderBorrarUn comentario muy acertado. Cultura y turismo no sólo deben estar articulados, son parte de un todo inseparable. Vivo en España, soy argentina, y debo decir que los españoles lo han entendido muy bien. El turismo es la gran industria española, su éxito es precisamente consecuencia de un trabajo coherente, de una comprensión, de una internalización de ese todo, y sobre todo de la valoración de un patrimonio integrado principalmente por su gente.
ResponderBorrar¿existe tal cosa? ¿mens sana?.
ResponderBorrarBuenisimo el artículo, saludos.
anonimo 7:40 te va a seguir dando miedo porque lees muy rapido y entendes mal.
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