viernes, 2 de octubre de 2009

Dicen que...

Mad Professor

por Álvaro Bisama

(...)
Lo que quiero decir es que en el fondo, para Link, todo parece ser un diario de vida. Una acumulación de post contradictorios que anotan las nimiedades del desastre cotidiano y que, en el fondo, configurar un relato del yo inevitable. Quizás es eso lo que más me llama la atención de su trabajo: la constante indagación en las formas de la memoria, el ejercicio sostenido de un inventario hecho de lecturas, cuerpos, paisajes, citas propias y ajenas, voces escuchadas desde el tedio, imágenes perdidas en la ciudad, vistas aéreas o subterráneas o a ras de piso de casi todo.

Por lo mismo, no dejo de pensar en cómo quizás la escritura de Link juega a reparar aquella mudez que Walter Benjamin le achaca a los sobrevivientes de la guerra en “El narrador”. Porque Link se esfuerza por ser elocuente; se esfuerza por hablar. No en vano, una y otra vez vuelve sobre autores sumergidos abruptamente en el silencio: Rodolfo Walsh, detenido y desaparecido; Pier Paolo Pasolinni, víctima de asesinato, Jorge Barón Biza, suicida por vocación familiar. Ojo, que no digo que Link hable por ellos, pero cuando anota sus lecturas, queda sobre la mesa la decisión contra la mudez del presente, haciendo que que escapen de cualquier clase de congelamiento.
Ese deseo me parece necesario. Link construye cualquier cosa menos hagiografías. Por el contrario lo que está detrás de su obra son las preguntas sobre cómo testimoniar la confusión presente, sobre cómo escribir nuestro blog privado de ella. En esas preguntas se complejiza los límites formales y éticos de los géneros literarios pero también la relación entre literatura y compromiso. Link hace esa pregunta haciendo que sus textos sean los del testigo que no para de mirar y anotar sobre el paisaje que le rodea y protagoniza, acuciado por la urgencia de hacer calzar esa escritura con la velocidad luz de algo que se fuga a cada segundo pero que también se fisura en el silencio. Están ahí los fantasmas instantáneos y el ectoplasma de la política, el deseo, las ciudades, las bibliotecas y el trash de todo tipo, de los modos de la alegría y de las infinitas formas de la catástrofe.

El texto completo, acá.

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