por Daniel Link para Perfil
No importa donde uno haya estado, volver a Buenos Aires después de un mes de ausencia es como llegar a una realidad alternativa, un mundo bizarro donde todo es siempre mucho más horrible que como lo recordábamos: Buenos Aires es la más fea de las ciudades caras del mundo (o la más cara de las ciudades feas del mundo).
Fíjense: en Córdoba, el Museo de Bellas Artes Emilio Caraffa (fundado en 1916 en Plaza España y remodelado en 1962, en ocasión de I Bienal Americana de Arte) hoy ha triplicado sus espacios de exposición y actividades a partir del proceso de ampliación comenzado por el gobierno de la provincia a comienzos de 2007 (ayer nomás). Más cerca, el MACRO, que acaba de cumplir cinco años desde su inauguración en un viejo silo portuario cedido por la municipalidad de Rosario, se ha convertido en el museo de arte contemporáneo más importante del país. Y Mar del Plata ha anunciado la inauguración de su propio museo para 2010. Mientras tanto, sigue sin saberse cuándo se terminarán las obras de remodelación del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, que está cerrado a cal y canto desde hace años.
Eso sí, el Teatro Colón será inaugurado el 25 de mayo de 2010 con una gala bicentenaria que se completará con una temporada de.... ¡seis funciones de ópera! ¿Con qué puede compararse un anuncio semejante, tan módico que mueve a la pena antes que a la indignación?
Casi con nada: el MET de Nueva York presenta más de veinte óperas en su actual temporada. La Scala de Milán, 18. Bueno, pero es que ellos... A ver... El Teatro Municipal de Santiago de Chile programa 6 funciones de ópera para el 2010.
Programación sudaca, de acuerdo. Veamos los precios. En el MET, una platea cuesta cien dólares por función. En Santiago de Chile, el abono para la temporada 2010 se vende a 1.052 dólares (u$s 175 por función). El Colón pretende que por sus seis producciones (una de las cuales viene de Santiago de Chile) se pague por un abono nocturno en platea 875 dólares (u$s 146 por función, “estos precios incluyen el diez por ciento de descuento”). Más barato que en Santiago, pero mucho más caro que en Nueva York, donde cualquier grasada (como es el caso de Turandot, en la puesta de Zefirelli) quita el aliento.
Se dirá que estos indicadores son totalmente insignificantes en países como el nuestro. Yo no estoy de acuerdo. En un caso y en otro (museos, teatros líricos) se trata de indicadores que los historiadores utilizan para dar cuenta, precisamente, de la expansión de la cultura de la burguesía (y allí están el Teatro Amazonas, de Manaus, y la película Fitzcarrarldo de Werner Herzog para probarlo).
La cultura burguesa, mal que nos pese, será siempre preferible a la barbarie. Incluso el gesto vanguardista de destruirla (con el que todavía simpatizo) supone que ésta exista. Hoy, nada en las acciones de gobierno (nacional o municipal) hace suponer que el hundimiento o el abandono de la cultura burguesa vaya a ser aprovechado para la distribución de formas culturales de otro signo (o de otra significación).
Lo prueba la recién anunciada “agenda del Bicentenario”, “que incluye la realización de festivales, fiestas populares, concursos, desfiles de moda, certámenes literarios, congresos, encuentros deportivos y otras acciones para festejar los 200 años de la patria” (según señala la página oficial de la celebración).
“Entre las acciones que se llevarán adelante en 2010 se destaca”, afirma el sitio con sintaxis defectuosa, “la realización del 50º Festival Nacional de Folklore de Cosquín; la Bienal Internacional de Escultura en la provincia del Chaco; la 20º Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes; y la 36º Feria Internacional del Libro en Buenos Aires”.
Más allá del divino escudito federal que cada provincia imprimirá para la ocasión, no se entiende que se consideren “acciones que se llevarán adelante” a eventos que existen, todos ellos, desde hace más de veinte años. Tal vez sean esos los años que el país atrasa: 20, 36 o 50, según el Festival que se considere.
Buenos Aires, aquella dama burguesa de otros tiempos, hoy aparece dominada por rencores incomprensibles y oligofrenias asfálticas que se aplican sin desmayo como única forma de resistencia al trosko-leninismo-nacional-socialista (¿para qué limitar la disparatología?) al que se condena a nuestros párvulos. De impulsos utópicos (burgueses) ni hablar.
De la posibilidad de salvar el álamo por el cual la semana pasada Rafael Spregelburd elevó al cielo un sentido Réquiem, tampoco. Sí: Buenos Aires, esta pesadilla.
volví el martes, por winter break, soy re feliz y todo, me siento libre, agente de mi destino y todo eso. puedo ir a comer pizza con cerveza a las 4 de la mañana. pero tengo exactamente esa sensación es todo tan feo y tan caro acá. TAN CARO!
ResponderBorrarBuenos Aires deja mucho que desear… pero definitivamente, no es la más fea de las ciudades caras del mundo. ¿Algunas pruebas?
ResponderBorrarEstoy viviendo en Bogotá: Todo cuesta el doble en pesos. Está el Museo del oro, el museo Botero y pará de contar. Algunos barrios parecen Acasusso pero el resto es plaza Once.
Quito: Ecuador está dolarizado y Quito entera es una mezcla de Villa Soldati y La Paz. De arte y museos, no tuve noticias.
Río de Janeiro ni hablar: es una ciudad para ver de lejos y en fotos. Hermosa la bahía, el corcovado y los morros (divinos). Pero al caminarla, el olor a podrido y a gas de garrafa es agobiante, hay pordioseros desmayados (o muertos) en la calle, veredas hechas mierda y como si fuera poco: el Real es más caro que el peso y las favelas vencen la ley de gravedad trepando morros.
Tratá de vivir un mes (o menos) en el resto de Sudamérica y vas a amar Buenos Aires.
No nos olvidemos que somos sudamericanos, que Buenos Aires es sudamericana (y que es realmente una excepción).
Cheers.
no será: Argentina, una pesadilla?
ResponderBorrarEstoy de acuerdo con Daniel, con Ferko y con Hermano, ¿cómo puede ser? Porque un poco se contradicen, pero creo que entre los tres dan una idea acabada de lo que es Buenos Aires. Mientras los leía me preguntaba por qué, de todos modos, amamos tanto a Buenos Aires. Creo que es al revés: porque la amamos, porque ha sido tan bella y podría seguir siéndolo, nos duele verla tan hecha mierda. En mi opinión la clave es sencillamente la pobreza, esta combinación tan tercermundista de precios dolarizados y salarios de hambre, cuando hay salarios.
ResponderBorrarNo me importaría mucho que el Colón no reabriera nunca más si fuera porque estamos usando esa guita para que no haya tanta gente durmiendo en la calle, por ejemplo. Pero no, ya sabemos a dónde va a parar la guita. Es modesta mi contribución pero sinceramente creo que la clave es ésa. No puede haber belleza en la miseria.
Buenos Aires no tendrá la oferta cultural de Nueva York (como tampoco la tienen muchas ciudades del mundo), pero no es fea ni cara. Vamos, seamos razonables, hay muchas cosas en el mundo que pueden ser discutibles, pero BUENOS AIRES NO ES CARA...
ResponderBorrarAsí es Pequeña.
ResponderBorrarHola, Daniel. Estoy viendo la ñ.Yo también la leo, para los del gremio es importante estar al día. vi tus respuestas a la encuesta. me gustó mucho, me parece re bien la gente que nombrás, son los mismos que son mis amigos más o menos.
ResponderBorrarque el árbol no te tape el bosque. Evidentemente buenos aires está hecha una mierda por motivos mucho más nefastos que el precio de una entrada teatral. Hace no mucho, una serie de carteles del pro indicaba el salario de cada docente. Hace no mucho se desmantelan, en salud por ejemplo, los servicios de atención primaria (pediátrica, psicológica, de asistencia social) para niños y jóvenes de las escuelas de capital, y el sistema de atención descentralizada que representaban, mínimamente, los centros de salud. y obviamente muchas cosas más. habitar un espacio semejante es realmente triste.
ResponderBorrarEstuve en Boston una vez. Desayunaba en un barcito que tenía 14 clases de café distintas, de 14 lugares distintos del mundo, pasaban música de Tom Waits (excelente para el desayuno con café colombiano, preparado de una forma que algunos ingorantes sin paladar llamarían aguado), cerca de donde pintaba sus mamarrachos el único linyera de la cuadra que se hacía llamar Reverendo Larry Love y en ese momento usaba un casco de bomberos, otras una gorra de policia, porque los bomberos o los policias conocían a Larry Love y sabían que a él le gustaba cubrirse la cabeza cuando desayunaba. Después fui a Nueva York, gran ciudad llena de pelotudos importantes, y deayunaba en una librería de cuatro pisos, cerca del Columbus Circle, que en el último tenía un café con murales de escirtores en las paredes. Desde ahí me miraba Mark Twain como diciendo "no estás tomando café colombiano y este lugar es cosa de nabos". Barato, caro, lindo, feo. Aguanten los Red Sox, viejita!
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