por Daniel Link para la Escuela de Escritores del CCRR
Agradezco la invitación de la “Escuela de escritores” del Rojas, que me permite no tanto resolver un problema sino lanzarme de lleno a él, dejarme atrapar por su viscosidad y perderme irremediablemente en un laberinto que otros ya interrogaron con suerte diversa: “¿el escritor nace o se hace?”, “¿qué es un escritor?”, “¿qué es un autor?” o, según la modulación que hoy podemos darle a las mismas preguntas: “¿es el escritor una forma-de-vida?”.
Hace exactamente cinco años, el 24 y el 26 de octubre de 2005, fui invitado a la Casa-Refugio de Escritores en México para dar dos charlas en la Escuela Dinámica de Escritores fundada y dirigida por Mario Bellatin.
Mario había resuelto las preguntas anteriores limpiamente y había diseñado un experimento (es decir, un conjunto de actividades cuyo resultado desconocía) según el cual en la Escuela Dinámica de Escritores no habría cursos regulares, ni “clínica de obra” ni, por supuesto, escritura[1]. Los cursos y talleres de la Escuela Dinámica eran por lo general muy breves y los alumnos tenían reglamentariamente prohibido someter a quienes los dictan a la lectura o evaluación de sus ocurrencias literarias. Para fundar una “escuela de escritores”, Bellatin anulaba la historia entera de la escritura como dis-positivo (como negatividad) y colocaba a la institución bajo el signo de la conversación socrática, como si la única formación posible para un “escritor” fuera del orden de lo imaginario.
Lo primero que un escritor debería aprender, entonces, es cómo volverse irreconocible a si mismo, cómo encontrar en su lugar un espacio vacío, precisamente eso que lo transforma (que podría llegar a transformarlo) en una “forma-de-vida”.
Una Escuela de Escritores, en esa perspectiva, es una heterotopía[2]. No un lugar real, ni un espacio utópico (un emplazamiento sin lugar real), sino un diferencial. Las utopías mantienen con el espacio real de la sociedad una relación general de analogía directa e inversa: una “escuela” (la institución escolar) supone una utopía (ilocalizable) de escolarización. Pero no se trata de eso, en el caso que comento.
Existen, por otro lado, lugares efectivos, lugares que están diseñados en la institución misma de la sociedad, que son una especie de contra-emplazamientos, una especie de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos que se pueden encontrar en el interior de la cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos. Especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean, sin embargo, efectivamente localizables, las heterotopías guardan con las utopías una relación de espejo (o que constituyen, con ella, una experiencia mixta, medianera).
El espejo es una utopía, porque es un lugar sin lugar. En el espejo, me veo donde no estoy, en un espacio irreal que se abre virtualmente detrás de la superficie, estoy allá, allá donde no estoy, especie de sombra que me devuelve mi propia visibilidad, que me permite mirarme allá donde estoy ausente.
Pero el espejo es igualmente una heterotopía, en la medida en que el espejo existe realmente y tiene, sobre el lugar que ocupo, un efecto de disolución. A partir del espejo me descubro ausente en el lugar en que estoy, puesto que me veo allá (en otra parte). A partir de esta mirada que de alguna manera recae sobre mí, del fondo de este espacio virtual que está del otro lado del vidrio, vuelvo sobre mí y empiezo a poner mis ojos sobre mí mismo y a reconstituirme allí donde (no) estoy.
Creo que la Escuela Dinámica de Escritores responde a esa lógica al pretender que sus alumnos se desconozcan en ese espejo donde lo que aparece es la ausencia de si (la escritura) en el lugar en el que se está. Es, por otro lado, la misma “operación” que Bellatin ha desarrollado en todos y cada uno de sus libros. Como si se nos dijera: lo que te define no es tu propia práctica, sino un cierto deseo, una inclinación, una atracción, un gusto: aquello que, precisamente, designa a una “forma-de-vida”:
1 La unidad humana elemental no es el cuerpo-el individuo, sino la forma-de-vida. 2 La forma-de-vida no está más allá de la vida desnuda, es más bien su polarización íntima. 3 Cada cuerpo está afectado por su forma-de-vida como por un clinamen, una inclinación, una atracción, un gusto. Aquello hacia lo que tiende un cuerpo tiende asimismo hacia él. Esto vale sucesivamente para cada nueva situación. Todas las inclinaciones son recíprocas”[3].
Tal vez ese modelo sea imposible de ser copiado (porque la misma noción de “copia” parece impertinente en relación con los espejos heterotópicos), pero merece ser tenido en cuenta porque el clinamen (esa desviación espontánea en el desplazamiento de los átomos) bien puede ser la característica más saliente del “escritor”, tal como podemos considerarlo hoy, después de tantos avatares y tantas desapariciones.
Yo mismo, aquella vez, en la Casa-Refugio de Escritores dirigida por Philippe Olle Laprune (institución cuyo nombre no quiere decir tanto que el escritor sea una especie en extinción, lo que tal vez sea cierto, sino que el escritor es siempre un perseguido o un expulsado –así en la utopía platónica como en las heterotopías contemporáneas), yo mismo hablé con los alumnos sobre el azar y la coacción como motores (como únicos motores) de escritura. Esa hipótesis, que puede sonar surrealista, nos viene más bien del epicureísmo, que aceptó el materialismo atomista en lo que se refiere a la caída de los átomos como consecuencia de su peso, pero sostuvo, al mismo tiempo, que éstos tienen la capacidad de desviarse de su inclinación natural (clinamen), formando así combinaciones imprevistas con otros cuerpos. Lucrecio, el más grande de los epicúreos (¿o deberíamos decir “el más grande de los escritores”?) supo que, de ese modo (y sólo de ese modo) podía evitarse el terror pánico ante el destino. “Escritor”, entonces, no se nace ni se hace: no es algo en el registro de lo real o lo simbólico, sino algo en el registro de lo imaginario, entendido como una potencia de desidentificación.
Dominada la práctica del escritor (la escritura) por la coacción (lo que no se puede sino hacer) y el azar (lo que se hace al acaso, sin razón alguna), esa forma-de-vida que el escritor sería no es el juguete de un destino pero tampoco el producto de su voluntad: su lugar es el (entre)dicho.
(el texto completo, acá)
[1] Con el tiempo, las cosas fueron cambiando y ahora la Escuela Dinámica será relanzada según nuevos criterios, pero así funcionaba en 2005.
[2] Michel Foucault, Michel. “Des espaces autres” (“De los espacios otros”), Conferencia dicada en el Cercle des études architecturals, 14 de marzo de 1967, publicada en Architecture, Mouvement, Continuité, 5 (París: octubre de 1984), págs. 46-49. Traduc. Pablo Blitstein y Tadeo Lima. Foucault no autorizó la publicación de este texto, escrito en Túnez en 1967, hasta la primavera de 1984.
[3] Tiqqun. Introducción a la guerra civil. Barcelona, melusina, 2007.
por favor, no entendi una goma, nada de nada y me interesa el tema, alguien me explica, por favor, qué dice?
ResponderBorrarEs Link haciéndose el Foucault, pero sin los fetichismos sexuales.
ResponderBorrarEs fácil: hay que mirarse al espejo y pensar en lo que uno ve y en cómo eso que uno ve afecta el lugar en el que está. Como la experiencia puede ser psicotizante, siempre será mejor aferrarse a un par de referencias teóricas...
ResponderBorrarQuedó exquisito, eh, lo decía a modo jocoso nomás.
ResponderBorrarYo el espejo del botiquín lo tengo hecho una roña, así que no veo rián de rián (Ojo: por ay ni existo).
ResponderBorrarOk, agradezco el comentario, ahora algo entiendo, igual es verdad que no conozco en profundidad la referencias teóricas.
ResponderBorrarOh, sí: el atomismo rockea.
ResponderBorrarUn par de preguntas:
1) ¿Qué caminos sugerís que transitaría esa Etica de lo Viviente?
2) ¿La escritura es lo mismo que escribir? Se trata simplemente de una nominalización empleada en razón de la eufonía o considerás que hay una distinción entre ambas como las hay entre, no diré "Lengua y Habla", pero, pongamos, intensión y extensión, u forma e instaciación; o bien, al revés que lo anterior: la ditinción entre un proceso imposible de localizar (escribir) y la historia de éste, la estela que deja a medida que se desplaza (escritura)?
Un saludo.
Escribir.... no es sólo trazar signos, en todo caso, sino (y sobre todo) dejarse llevar por una potencia hacia el desconocimiento (una potencia de desconocimiento).
ResponderBorrarPuede sonar misterioso, pero no lo es: basta con comenzar a escribir una frase sin tener idea de cómo va a terminar. Pero, en fin, como se dice, hay allí "mucha tela para cortar".
"...dejarse llevar por una potencia hacia el desconocimiento (una potencia de desconocimiento).
ResponderBorrarPuede sonar misterioso, pero no lo es: basta con comenzar a escribir una frase sin tener idea de cómo va a terminar."
Me atrevo a preguntarte, Link, si ésto no se vincula con la Teoría de la Formatividad de Luigi Pareyson, de la "forma formante" que alcanza a cualquier quehacer artístico.
los escritores escriben para los escritores.
ResponderBorrarUna consulta. ¿Pero con tanto espejo no cae uno en el riesgo de terminar "des-individuanizado"?
ResponderBorrarGracias.