Las travesías (fragmentos)
por Diego Bentivegna para Hotel Quequén IV
Doménico y Vittorio; Rosario y Santina,
mis abuelos.
Están acá. Los veo.
Partenza
El barco ahueca con su peso el agua
bajo las sombras ferrosas de la noche;
deja su surco sobre la masa blanda.
Cruza el mar verde, bordea el archipiélago
en una cálida visión adolescente;
retoza sobre mapas azules,
gira en los planisferios,
remonta las costas informes donde los ángeles reposan.
Sólo somos romeros que se pierden
entre las ondas marinas,
lechada que gime en un páramo de piedra acuosa,
con su sol rojo sobre un asfalto derretido.
Esperamos el vuelo de pájaros migrantes
sobre nuestras cabezas,
de las lentas bandadas que se arrojan
de pronto en los sembrados de una isla,
-naranjales, olivos o avellanas-,
que se nutren furiosas
en campos de legumbres y de trigo;
terribles tribus que genera el aire
en sus recodos,
que el viento lanza
sobre las espesuras movedizas.
¿Podremos esta vez aferrar aquellas fotos?
¿rescatar de la arena resabios de reliquias?
¿llevarnos a los labios ya ningún crucifijo?
¿clavar en los baúles ajadas estampitas?
Sólo flotar sobre materias claras,
custodias de cardúmenes dorados,
de pulpos verdes:
monstruos lustrosos
que el mar procrea en lo profundo
o que la sal trabaja.
Que el vaivén de las aguas escupe,
hechos ya huesos tristes,
escamas, resto, espina consumida,
a las orillas.
Hola, Diego, gracias, hay en ese poema entrañables recovecos.
ResponderBorrarEs un poema hermosísimo. Los tres versos que siguen al de "los pulpos verdes" son monstruosamente (en el sentido latino de la palabra) perfectos.
ResponderBorrarYa cursé Siglo XX*, pero de los grandes uno sigue aprendiendo. Es para toda la vida. Gracias Daniel y Diego por este regalo incalculable.
* la monografía final es por el momento un Work in progress o un país en vías de desarrollo, pero ya va a llegar, ya va a llegar.