Por Daniel Link para Perfil
Río de Janeiro es uno de los estados más pequeños de Brasil y, al mismo tiempo, uno de los más ricos. Sólo superado por el poderosísimo estado de San Pablo, es el principal productor de petróleo y gas natural (el paisaje nocturno de la ciudad está dominado tanto por las luces de la orla costera como por el Cristo del Corcovado, que parece suspendido en el aire oscuro, y la brillante plataforma petrolera estacionada en la bahía de Guanabara).
Actualmente, el estado está gobernado por Sérgio Cabral Filho, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, aliado al PT gobernante a nivel federal y cuyo principal referente, el ex-presidente José Sarney, es el presidente del Senado y, se supone, el responsable de la marcha atrás de la presidente Dilma Rousseff en su anunciado proyecto de abrir los archivos de la dictadura. “Los documentos son parte de nuestra historia diplomática, no podemos abrir esos documentos, sino vamos a abrir heridas”, habría dicho Sarney. En la perspectiva del PMDB, cincuenta años es poco, mejor es esperar cien. En un país donde no hubo Madres, ni Abuelas, ni juicios, a la presidente (presa y torturada en su momento) le pareció atendible*.
El pasado 4 de junio, en el riquísimo estado de Río de Janeiro, 439 bomberos fueron encarcelados luego de que se acuartelaran en demanda de mejoras salariales. Un bombero carioca gana menos de 1.000 reales por mes, en una de las más caras ciudades hermosas del mundo (el pasaje simple para usar el metro cuesta 3,10 reales).
Liberados gracias a la interposición de un recurso de habeas corpus concedido por la Justicia de Río, los bomberos y la policía militar organizaron una passeata (marcha) en Copacabana el domingo pasado. Colocaron en la playa, frente al Copacabana Palace, 439 globos rojos que fueron soltados en homenaje a esos “hombres de fuego”, cuya protesta fue apoyada por 27 mil personas, la mayoría de ellas vestidas de rojo, que se incorporaron a la caravana de bomberos de todo el país e incluso de Argentina, que envió representantes sindicales (pero no periodistas). Desde los balcones de la Av. Atlántica, otros tantos colgaron trapos rojos solidarios y los empleados de los hoteles, que no podían abandonar sus puestos de trabajo, lucieron distintivos rojos en sus solapas.
Se reclamaba la amnistía para los 439 bomberos, las mejoras salariales para ellos, y, aprovechando el impulso, para los trabajadores de la educación y la salud (igualmente miserabilizados, con sueldos por debajo de los 800 reales). En contra de lo previsible, ninguna consigna explotó los juegos de palabras que podrían haberse hecho con el apellido del gobernador (“filho de...”). En cambio, se insistió en que “todos somos bombeiros”, se condenó a los gritos al “governador insensível” y, por elevación, al partido que representa, sus políticas públicas y, en última instancia, sus políticas de la memoria que, como decían las remeras distribuidas por los bomberos, afectan a lo viviente: “Para o governador, você é um voto, para os bombeiros uma vida”.
*A Lula, según se supo el viernes, no.
Foto: Sebastián Freire
"Para el gobernador sos un voto, para los bomberos una vida".
ResponderBorrarMuy bueno.
"filho da..."
ResponderBorrarhttp://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-170342-2011-06-18.html
ResponderBorrarLa suspensión nocturna es una iluminación que no nos deja de embrumar. Cazuza cantaba que hay que comer esa bruma.
ResponderBorrarHace cosa de dos o tres años pudo verse en CCEBA de Florida la obra de un chabón carioca que intervino a la noche el Cristo con luz roja.
ResponderBorrarComo diría Rafae "tórrido".
Chaucito.
Archi Archi Archi (na mesma mostra)
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