Por Daniel Link para Perfil
Suena el teléfono por la mañana, muy temprano: “Soy Mariano”, escucho y pregunto con voz aguardentosa: “¿Qué hacés despierto a esta hora, Marianela?” (es un becario posdoctoral que dirijo, y me sorprende que madrugue tanto, sobre todo porque por las noches tiene una changuita como vidrierista en el barrio de Palermo). “Estoy desesperado, ¡qué hago, qué hago!”. Ahí me doy cuenta, entre tinieblas y retazos de sueños mal digeridos, de que se trata de otro Mariano, que ocupa las tapas de los diarios, igualmente simpático, pero un poco más descerebrado que el becario.
Me desperezo y entre bostezos le digo, medio en chiste, medio en serio: “Andate de viaje”.
Me cuenta sus penurias (merecidas): lo culpan de todo, lo acorralan, se siente víctima de una conspiración para quitarle lo que se ha ganado. “Vos estás loco”, le digo. “Te advertí hace mucho que esto era insostenible”.
“Dame letra”, me reclama. “A vos Ella te escucha”. Yo lo sé, y le prometo, más tarde, mandarle un correo electrónico con mis notas sobre el tema.
“No, un mail no”, me dice, “que los servicios los hackean. Mandame un fax”.
Una hora después, imprimo algunos párrafos que escribí para Perfil, por ejemplo: “Para hacer pasar gato por liebre, el discurso establece una correlación entre actos de gobierno y actos de discurso (lo que digo es lo que se hace, y viceversa: no hay distancia entre las palabras y las cosas), correlativa de una presunta identificación entre destinador ("nosotros": ¿quiénes?) y destinatario ("el pueblo"). Como sabemos que los impuestos del pueblo terminarán subsidiando los viajes que Aerolíneas Argentinas realice de aquí en más, es el pueblo, en todo caso, el que se pondrá al servicio de Aerolíneas. Un tipo de inversión que los retóricos reconocerían como metábola” (26.07.2008) y “Vivimos en la dilapidación: los millones que cuestan construir dos estadios olímpicos (según las cifras suministradas por los chinos), aquí se gastan en el escandaloso salvataje fraudulento de ‘la aerolínea de bandera’ y, además, la ciudadanía aplaude la estatización de esa deuda” (Daniel Link, 10.08.2008).
Estoy preparándome para salir en busca de un locutorio para mandarle a Mariano mis folios (no tengo fax en casa, por cierto) cuando el teléfono comienza a tartamudear. Atiendo y apenas si entiendo quién es y qué le pasa (y eso que le he recomendado mil veces sesiones de foniatría): “¿Me subo al subte?”.
“Y sí, Freddie” (así lo llamo cuando estoy de buen humor). Prometo mandarle por fax las notas que escribí para Perfil sobre el tema.
El pueblo está al servicio de la justicia con jueces que no pagan ganancias, de los hospitales, de los diputados "amigos de" que no saben nada de nada.
ResponderBorrarTodo pueblo es servicial.
Hay unas pirámides en Egipto que dejan bien claro como se organiza cualquier sociedad.
La diferencia entre el estado con una empresa privada es que en este caso uno, supuestamente, elige a quien servir.
que asco de comentario... un espíritu de sometimiento terrible!
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