por Daniel Link para Perfil
Reviso las columnas que escribí para
Perfil en todos estos años, con vistas a la publicación de
un libro. Escribí sobre política (lo que se entiende por política:
formas de gobierno, elecciones, partidos, ese aburrimiento) y también
sobre políticas (del conocimiento, de la sexualidad, de la amistad,
de la publicación). De esas políticas, la que más me entusiasmaron
fueron (son) las políticas de transporte, sobre las que nuestros
gobernantes (nacionales y municipales) no dan pie con bola. Estuve
esperando hasta último momento una convocatoria de Freddie para que
le organice un cuadro tarifario para subterráneos, ómnibus y
trenes, pero.... cuando el teléfono sonó, yo ya estaba instalado en
otro de mis temas predilectos: la seca. La última vez que llovió,
acá, fue el 21 de diciembre (hace ya más de dos semanas) y la
tierra parece un elemento del paisaje de Juan Rulfo.
Hay que regar, acá en le campo, todos
los días, para salvar el pasto. La gran seca de 2008 nos dejó una
experiencia y ahora sabemos cómo hacerlo. Lo primero es adaptarse al
calendario de lluvias y prevenir los efectos de su falta. Empezamos a
regar cuando todavía hay heladas, para que el pasto no se queme con
el frío y, a partir de septiembre, los riegos diarios son
imprescindibles. Naturalmente, como todo no se puede, enero nos
encontró con los cercos verdes mermados en su capacidad de
ocultamiento y ahora alternamos la riega: un día el pasto, las
plantas, los canteros. Otro día, los cercos (ligustros y cañas,
mayormente). Es fácil darse cuenta dónde y cuánta agua falta: el
pasto se enrula antes de morir, las hojas del sauce amarillean, y las
ranas no croan.
He leído en los diarios que la sequía
actual ya está en los niveles de la de 2008 y que las cosechas
peligran. Entiendo perfectamente la dimensión del problema, pero, al
mismo tiempo, sé que hay soluciones al alcance de la mano de
cualquiera: el riego. Por cierto, no es lo mismo regar un terrenito
suburbano que incontables hectáreas. Pero, ¿qué otra solución
habría? ¿Perderlo todo, sentarse a llorar la propia mala fortuna y
culpar al gobierno?
Más vale darse cuenta de una vez por
todas: aunque yo descrea de las predicciones de los cultores del
cambio climático, la Pampa Húmeda ya no es lo que era. Aferrarse al
viejo paradigma de que cualquier cosa que uno tire al suelo germina
es ya una nostalgia de algo irrepetible. Mejor es diseñar programas
de trabajo para garantizar las cosechas, la felicidad de los pájaros,
el croar de las ranas.
además hay mil modos de regar alternativos al manguereo y mucho más prácticos, económicos y eficientes
ResponderBorrarO se puede invertir en propiedades de la capital federal en vez invertir en un sistema de riego para el campo. Total si se pierde la cosecha el gobierno compensa con un crédito blando o haciendo vista gorda a la evasión y de paso sube el precio de la soja porque hay menos oferta; para la próxima temporada.
ResponderBorrardaniel, tu ignorancia sobre la escala de un sembrado de trigo o soja y la posibilidad real de riego en la pampa es asombrosa. ¿de verdad penás que si el riego fuera una opción mínimamente válida los productores preferiríamos sentarnos a llorar?
ResponderBorrarNo ignoro las escalas, estuve en Egipto. ¡Vayan a laburar, atorrantes!
ResponderBorrary bueno, tal vez no solo no sepas de riego, sino tampoco de como se trabaja en el campo, saludos, Alejandro
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