Por Daniel Link para Perfil
Mi consultorio online de interpretación
de sueños se desbarranca aceleradamente. Es que la realidad (mi
clave única de interpretación) se ha vuelto ella misma psicótica,
y se me vuelve casi imposible atribuir un resto diurno a una imagen
cualquiera.
Cierto taxista me comentó su sueño en
el que le pegaban muy fuerte. Le recordé la vieja reclame setentista
de YPF: “Y Péguele Fuerte, dele con todo”. Pero como le mandé
un vínculo de La Nación donde se hablaba de “confiscación”
y no de “soberanía hidrocarburífera”, se negó a pagar mis
honorarios y me tildó de “gorilink”. Me hice cargo de mi error y
le pedí disculpas, porque yo soy partidario del cuidado de nuestros
escasos recursos naturales, pero al mismo tiempo le expliqué que la expulsión de la vieja Europa del negocio petrolífero no significa soberanía alguna, sino un mero cambio de explotador. ¡Para qué!
Hizo correr la noticia para que nadie, nunca más, me permitiera
subir a su taxi.
No fue eso lo peor, sino mi entredicho
con las asociaciones de transexuales y travestis, a propósito de la
Ley de Género en la que hemos depositado tantas expectativas
últimamente. Yo interpreté un sueño de una renombrada travesti en
el cual le tatuaban un número indeleble. Me pareció que el sueño
aludía a la portabilidad numérica de los números de celulares (ese
trámite imposible que casi nadie consigue terminar con éxito) y se
me acuso de transfóbico por ignorar la cruda realidad de un sistema
jurídico que condena a las identidades flotantes a un mismo nombre y
a un género, para siempre. Me ofusqué ante tal acusación: no es mi
culpa que en un país, al mismo tiempo, se discuta una ley que
volatiliza las identidas y se aplique otra que las fija,
numéricamente. Así no se puede trabajar.
Córdoba de Profundis...
ResponderBorrarhttp://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/patrimonio-subterraneo-desconocido-abandonado