Hace un par de días, en la fiesta de cumpleaños de una muy querida amiga, rodeado de personas que hacía mucho tiempo no veía, me ví arrebatado o arrastrado por el "efecto Hofmannsthal": me di cuenta de que no tenía nada interesante para decir a ninguno de ellos.
Traté de disimular mi incomodidad moviéndome a través de los salones y por los espléndidos jardines, siempre temeroso de que alguien quisiera saber algo de mi vida última (lo que, ciertamente, no sucedió) y yo no pudiera decir más que "bien, todo bien...", como si me hubiera encontrado en un ascensor con un vecino ruidoso y no, por el contrario, con personas con las que he compartido muchas veladas agradables de música, baile y confraternización, porque nos une un pasado en común.
Mi marido, mucho menos sensible que yo a los desajustes de la sociabilidad, me pedía a gritos con la mirada que no lo abandonara en las conversaciones en las que se veía involucrado, pero yo, cada vez que me acercaba, prácticamente no entendía de qué se estaba hablando y no veía que pudiera agregar una molécula de sentido o de diversión a los intercambios.
Si tuviera alguna vocación autoanalítica, podría decir que había algo de fobia elevada a su máxima potencia, pero en verdad creo que notaba rotos los vínculos de la sociabilidad (los míos) y que mi concentración absoluta a la escritura y la vida familiar habían aniquilado toda posibilidad de encontrar en mí palabras convenientes para intercambiar en una situación ligera.
Es cierto también que venía directamente de dar clases y había estado parloteando cuatro horas sin casi detenerme, lo que tal vez justificara mi cansancio.
Pero no era cansancio ni fobia lo que sentía, sino un desapego (no falta de cariño, no falta de interés en lo que los demás pudieran decirme), una conciencia aguda de la banalidad que constituye mi vida cotidiana: lo incontable, lo inenarrable, lo inexplicable.
En un rincón, uno de los invitados hablaba de su segundo disco; más allá, el dueño de casa comentaba con otro la música que había elegido para esa noche; una mujer contaba los efectos de la quimioterapia y otra recordaba con su amiga de los años ochenta las correrías nocturnas a las que se habían entregado.
Yo no estaba triste, ni enfadado, ni particularmente fóbico. Casi podría decirse que apenas si estaba, que había alcanzado un umbral de inexistencia (para mí mismo) que tal vez debiera preocuparme: podía haber compartido mis dificultades con la afip, mis épicos enfrentamientos con las burocracias universitarias, mi dificultad para terminar una novela, la velocidad con la que el tiempo se me escurre de las manos... Pero nada de eso podía resultar interesante (de hecho, no lo es ni siquiera para mí mismo).
Pensé que, a partir de ahora, sería esa persona opaca cuyo lugar en una fiesta nadie entiende bien del todo.
Daniel:
ResponderBorrarcon veinte años más que vos puedo decir que no se rompen los vínculos de sociabilidad sino que se hacen más exigentes. Hasta cierta edad, la curiosidad reina; más tarde invade un sentimiento de déjà vu, y se agotan las ganas de seguir representando un papel en el escenario social. Uno empieza a preferir los encuentros en pequeño grupo, aun de a dos personas, donde se pueda pensar que el diálogo o la conversación no se someterá al horror vacui. Y, ahora hablo por mí, llegada cierta edad, uno se pone económico con su tiempo y dejan de hacerle gracia las anécdotas mundanas: prefiero que me cuenten en cinco minutos qué pasó en una reunión antes que gastar dos horas en asistir a ella.
No sabés cómo se te entiende. =)
ResponderBorraredgardo: excelente tu ultima frase.
ResponderBorrardaniel: yo con veinte años menos, hace casi diez que experimento la misma sensación. pero lo mio es fobia claro...
Las fiestas son un lugar incierto, raro e incómodo. Si estás entre los tuyos tenés que recordar que "ningún profeta es bien recibido en su propia tierra". Tal vez sea una prueba más de que tu lugar, tu vida, está en otro lado, como por ejemplo frente a un auditorio, o frente a un alumno que aprende una cantidad de cosas sorprendentes escuchando tus clases...
ResponderBorrar"Las redes para pescar peces existen por razón de los peces. Cuando se tienen los peces, se olvidan las redes.
ResponderBorrarLas palabras existen por razón de los pensamientos, cuando se tienen los pensamientos, se olvidan las palabras.
¿Dónde encontraré a una persona que haya olvidado las palabras para poder conversar con ella?".
Lo dijo algún chino de esos importantes que ahora no me acuerdo, pero no importa, es bellísimo, igual que estos posts que me dan ganas de abrazarte.
tremendo texto Linkillo, digno del título. "I was there"...
ResponderBorrarPuede ser una buena manera de devenir imperceptible...
ResponderBorrarguau
ResponderBorrarhttp://www.youtube.com/watch?v=kUgD3htnzPU
Bueno, como siempre, ponés en palabras eso que muchos no podemos decir. Qué interesante es encontrar este texto después de mucho diván y sertralina! Cuando la farsa viene en caída libre, nada mejor que el silencio. ¿Qué son las fobias sino el mejor mecanismo de defensa frente a las cosas insensatas y estériles de este mundo? Bienvenida la torre de marfil.
ResponderBorrarTal vez estabas satisfecho, en tu vida, si es que eso puede darse en la vida de alguien. Un pozo lleno de agua suele ser un lago tranquilo.
ResponderBorrarPerdón por irme de mambo, pero estoy complicado.
Si uno escribe, corrige y edita una novela: ¿A qué pruebas debería someterla para determinar si es un texto de valor para los lectores?
Siempre pensé que al terminarla debía tirarla sobre una mesa y ver cómo se defendía sola pero ahora que está lista estoy perdido y dudo de todo.
je, sí, muchas veces estoy con esa sensación y por lo visto somos muchos..¿y si fueramos todos? ¿y si solamente algunos actúan mejor?...quiza en el fondo todos llevamos un pequeño ´´Beto Pateta´´ de Capusoto en un rincón del higado, un Pate de fua
ResponderBorrarllego desde lo de Pablo , me engancho de una con lo escrito.
ResponderBorrara poco me desoriento, acá, leo: " [...] Traté de disimular mi incomodidad moviéndome a través de los salones y por los espléndidos jardines, siempre temeroso de que alguien quisiera saber algo de mi vida última [...]"; sigue... punto y aparte: "[...] Mi marido, mucho menos sensible que yo a los desajustes de la sociabilidad, me pedía a gritos con la mirada que no lo abandonara en las conversaciones en las que se veía involucrado, pero yo, cada vez que me acercaba, prácticamente no entendía de qué se estaba hablando y no veía que pudiera agregar una molécula de sentido o de diversión a los intercambios. [...]", pocas líneas más abajo: "[...] Yo no estaba triste, ni enfadado, ni particularmente fóbico. [...]". paso del masculino al femenino y vuelvo al masculino o me parece?
me confundo
asumo el cargo de parte, es tarde... faltan un par de hora para que termine el día.. vengo de mucha tarea y arrastro cansancio... un par de cervezas a cuestas y un "guisqui" de amigos (me lo serví yo) hacen que me diga: leer me tara.
prometo volver en mejores condiciones, este lugar promete buenos momentos.
dejo saludo.
se vemo.-
Pero, flaco, sos tonto? Es un masculino casado con otro masculino. De qué planeta venís, piscuí... Siglo XXI, Argentina, estamos en.
BorrarMirá, tiene que haber una guía T actualizada...pero si es más amplio tu campo de acción, tenés el Google Earth para orientarte...
ResponderBorrarEntiéndase que este último comentario lo escribí como respuesta a 'Ignoto transversal'
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