sábado, 30 de junio de 2012

Expresión y contenido


por Daniel Link para Perfil

¿En qué se diferencian las crisis económicas y políticas de los países europeos (no quiero decir "civilizados", no quiero decir "centrales") y las crisis económicas y políticas de países como los nuestros (no quiero decir "bárbaros", no quiero decir "periféricos")?
No es un asunto de contenidos (porque la política europea es tan vacua como la nuestra, porque el capitalismo es más o menos igual en todas partes) sino más bien de expresión. Nuestras crisis son, como en la tragedia griega, muy expresivas: paros nacionales, plazas tomadas, gendarmes muertos, amenazas, suspensión de países en los foros internacionales, más amenazas, ropas desgarradas, griterío, llantos, promesas (incumplidas), acusaciones cruzadas, llamamientos.
En Europa, en cambio, todo marcha hacia la ruina, elegantemente. Hemos visto a los villeros de Toulouse (Tolosa) acampando a la vera del Garonne en número alarmante. Pero a ellos no se les ocurre cortar una rue o una autopista (autoroute) en demanda de vivienda o trabajo: están simplemente allí, como están los heroinómanos en las plazas con sus perros (porque, de ese modo, al declararse a cargo de un ser vivo, no pueden ser encarcelados).
Estuvieron, por cierto, los "indignados", que el verano pasado tomaron las plazas españolas, pero parece que este año han decidido descansar como Dios manda.
No es raro, pienso, que los movimientos insurreccionales (Comité Invisible, Tiqqun) tomen como referencia a la Argentina (¡2001!) en términos de gestión de la crisis.
No es necesariamente porque nosotros seamos capaces de resolverla de mejor manera (en todo caso, todo sucede en nuestro costado del Atlántico de una manera operística, energúmena), sino de una forma más espectacular.
Aquí la gente de bien festeja sus triunfos en el rugby, aplaude a las fuerzas de seguridad cuando hacen un numerito recreativo en alguna plaza, cena antes de que caiga el sol, escucha las noticias, dice "qué barbaridad", sigue la météo y se va a dormir temprano.
Jamás (jamais!) un disturbio urbano, un diario que no llega a destino, una avalancha trosquista o maoista tomando el espacio público. Por cierto, esto es la provincia, pero sabemos que entre nosotros también las ciudades y los pueblos del interior se movilizan, piden justicia, claman por sus muertos, gritan, lloran, roban cámara.
Es como si Europa se negara a reconocer que todo lo que sucede importa en términos de cuadro, foco, registro, expresión y testimonio.
Por eso, finalmente, es lógico que nos reconozcamos empáticamente en los griegos, en primer término, en los italianos, en segundo lugar, y que nos deje helada la confianza ciega de los franceses y alemanes en sus gobernantes: ¿es que no saben que esa gente está dispuesta a hacer lo peor por ellos? ¿O será que, tal vez, tienen un arma que nosotros desconocemos y que los políticos temen incluso más que a las crisis del capitalismo?
Me niego a creer que haya en Europa algún secreto "ciudadano" que desconocemos. Más bien tiendo a temer por los europeos, que pronto estarán con nosotros, o peor, y no sabrán qué hacer con su profunda angustia.

viernes, 29 de junio de 2012

Último tango en Toulouse

Para nosotros Francia tiene un valor meramente libresco y su cultura, incluso la culinaria, nos deja más bien fríos. Pero en relación con nuestras lecturas, todo es un sobresalto mayúsculo:


























Toulouse es encantadora, aún con su proliferación de lesbianas (debe de tener la más alta tasa de tortas del mundo entero). Los jóvenes estudiantes universitarios adornan las calles y los lentos atardeceres, pero no sirven para mucho más que para eso. Los adultos, aparentemente, se casan y se van a vivir a la campagne, o los persigue la policía migratoria.
Los latinoamericanistas de la región (el segundo centro de Francia) se demostraron bien dispuestos a entablar convenios de cooperación con nosotros (attention, Max!).
He aquí, nuestra última cena en falsa escuadra (las jeringuillas del costado, contenían una suerte de gazpacho con crema de almendras):






























Tout le reste sera littérature...

jueves, 28 de junio de 2012

Si lo dice él....

"el justo reclamo de baja al impuesto a las ganancias y asignaciones familiares para el 20% de trabajadores formales mejor remunerados, apenas el 11% del total de asalariados".

Artemio López para Perfil 



http://www.perfil.com.ar/ediciones/2012/6/edicion_688/contenidos/noticia_0023.html


martes, 26 de junio de 2012

Fascism we live by

Las fuerzas del mal se presentaron sobre la Place de Capitole primero bajo la forma de miembros de la caballería aérea que surcaban el cielo tolosano.





























Una vez que aterrizaron sobre la plaza,


dieron paso a la banda militar que tocó, primero, un tango (moderno) y, luego, la marcha de las tropas imperiales de La guerra de las galaxias.

 

Corrí espantado bajo el sol inclemente.

sábado, 23 de junio de 2012

Muerte y resurrección del libro

por Daniel Link para Perfil

Si bien nunca deposité demasiadas expectativas en el día del padre, las decepciones al abrir los regalos han llegado a ser mayúsculas, cuando me encontraba con un pullover gris (o peor aún: celeste grisáceo), que pasaba a integrar el lote de ropa que jamás usaría, salvo en el campo y para dedicarme a las más rústicas tareas. ¿Es que tan poco me conocen mis hijos?
Este año, sin embargo, las circunstancias se confabularon para regalarme sensaciones insospechadas. Al abrir el regalo me encontré con un... ¡lector de libros electrónicos! de la marca kindle, dispositivo que nunca había incorporado a mi horizonte tecnológico de deseos. Es más: muchas veces expresé mi desconfianza en relación con nociones como papel y tinta electrónicos, que me parecían una superchería más interpuesta en la libre disponibilidad del material de lectura.
Pero mis prejuicios se vieron pronto aniquilados. Lo primero que cargué en mi kindle fue Proust (en castellano y en francés), y me lancé a la aventura de volver a marcar en la versión electrónica mis pasajes predilectos.
Noté que la pantalla, que no emite luz, es ciertamente mucho más amable que la de cualquier computadora o tableta: si jamás habría podido leer un libro en los dispositivos electrónicos con los que contaba, en el lector, en cambio, podía hacerlo porque la relación física entre el ojo y el papel electrónico no guarda mayores diferencias que la relación entre el ojo y el papel de celulosa.
Pronto acondicioné mi rinconcito hogareño de lectura (sillón cómodo y lámpara focalizada sobre el lugar donde el libro estará apoyado) al nuevo dispositivo (no debe ser bueno para su integridad si me duermo y el libro se me cae de las manos).
Y me lancé a cargar lecturas, porque pocos días después iba a emprender un vuelo transatlático diurno. Fue entonces cuando mis aprensiones (todas ellas) fueron a parar al retrete del airbus que me transportaba. Porque, ligero de equipaje, tenía sin embargo doce o más libros para entretenerme (uno nunca sabe cuál libro será el adecuado para pasar el rato en situaciones tan artificiales).
Empecé a leer una novela de P.D.James (había cargado dos, gratuitamente). Y fue dulce el encuentro con el fin del libro impreso. Me incorporé, al final del viaje, a un equipo de trabajo en la ciudad de Toulouse, al pie de los Pirineos. Mi nuevo artilugio fue muy envidiado: los demás habían cargado al menos cinco kilos de lecturas cada uno y yo llevaba en mi bolsillo unos pocos gramos, atiborrado de mundos y promesas. 


viernes, 22 de junio de 2012

Anticipo

IM DOGUS
 
Ópera de cámara  
(para una cantidad indeterminada de Laptops)
Letra: Ariel Schettini
Música: Esteban Insinger
De estreno próximo en todas las salas de su barrio.

IM DOGUS

Parte I
El dogo de arriba y el dogo de abajo


El dogo de arriba:
¿Qué estás pensando?
Muero

El dogo de abajo:
No No. Me gusta el estado del Capibara

El dogo de arriba:
Desde arriba lo veo en la llanura
En la llanura no hay arriba

El dogo de abajo:
Pero en la llanura hay abajo
Me gusta el estado del Yacaré
Me gusta el estado del Estero
Esteros y lagunas del Iberá


El dogo de arriba:
Desde arriba lo veo en la llanura
Un dogo está siempre arriba del capibara
Y debajo de su cerebro.
Me gusta el estado del Capibara
(voy a comentar, voy a compartir Capibara con el amo)

El dogo de abajo:
Voy a comentar el estado del Capibara.
(en el muro del amo)
Me gusta el estado del Capibara
Voy a compartir el estado del Capibara

....
Todos a Coro:
Me gusta el Estado
Me gusta el Estado
Me gusta el Estado


De la musique avant toute chose


Volviendo a casa en Toulouse, el día de la música....


jueves, 21 de junio de 2012

Fuga y canon
























El Centro de Investigaciones Filológicas “Jorge M. Furt” contribuye a difundir esta invitación del Sr. Decano de la Escuela de Humanidades de la UNSAM, Dr. Enrique Corti.

EL CANON DE LAS HUMANIDADES. UN DEBATE

Expositores:

Horacio Crespo (unam-unsam)
“El canon y la Historia
(Comentarista: Andrés Kozel)

Raúl Antelo (ufsc)
Lejacercanía: la lucha de los espacios inventados”
(Comentarista: José Emilio Burucúa)


Miércoles 27 de junio, 17 horas
Campus Miguelete – Auditorio Lectura Mundi


 

sábado, 16 de junio de 2012

Armar una valija

Por Daniel Link para Perfil

Cada vez se vuelve más complicado emprender un viaje largo y armar una valija. Las compañías de aviación han reducido drásticamente los pesos permitidos.
Me informan desde Europa que allá es muy difícil conseguir antibióticos para una angina, de modo que conviene llevarse una caja. Mi médico se resiste a recetarme cosas “por si acaso”, pero termina firmando la receta bajo advertencia: “no tomes por tomar”.
Los artículos de tocador son, como bien se sabe, una amenaza a la seguridad aérea, de modo que engrosarán los magros 23 kilogramos permitidos en bodega.
Luego están los artefactos electrónicos: la camarita, el celular, la laptop, el kindle, cada cosa con su respectivo cable y/o cargador. Como el problema de los enchufes es insoluble, mi valija incluye siempre una “zapatilla” (alargue de cinco tomas).
El calzado es siempre un problema y por más que uno llene de medias los zapatos, de todos modos quitan mucho espacio. No se puede resolver todo con un solo par, por cierto, si es que uno tiene previsto ir a ver Tanhäuser en un año wagneriano.
Y después la ropa: ¿lavaré o no lavaré? La primera hipótesis sería la más razonable, pero dudo de mi ánimo doméstico. ¿Cuántos pantalones haran falta? Un saco, seguro; ¿un impermeable? Las remeras no ocupan demasiado espacio, pero las camisas, sí.
El equipaje de mano va atiborrado de cuadernos para escribir, libros para leer, pastillas para tomar durante el vuelo, mapas y documentación. En Europa los cigarrillos son carísimos. Compraré en el free-shop, pero debo dejar espacio suficiente en el equipaje de mano para no parecer un equeco cargado de mil bártulos.
Una de las grandes decepciones de mi vida es no haber podido usar nunca la teletransportación.

martes, 12 de junio de 2012

Vestite y andate

Hace unas semanas, casualmente, un amigo soltero me contó una historia que me conmovió profundamente. Él había organizado en su casa una sex-party a la que concurrieron varias personas (hombres, todos ellos) a lo largo de la noche, la madrugada y la mañana (no hace falta aclarar que la partuza estaba debidamente aderezada con una cocaína de rara pureza).
"Como suele suceder en estas circunstancias" (repito textualmente sus palabras) siempre había alguno invitando gente (para eso sirven los odiosos celulares "inteligentes"). A las siete de la mañana, un invitado tocó timbre y cuando bajaron a abrirle, eran dos: el invitado y un señor mayor que no tenía la más mínima chance de intercambiar fluidos corporales o polvillos con los reunidos. Les dijeron que no.
A las ocho y media de la misma mañana, llegó otro invitado, también acompañado, y quiso la hora (y la destrucción de masa cerebral) que los dejaran pasar: "uno era lindo y el otro era feo", pero el feo era el que traía la plata. Luego de una confusión inicial, les dijeron que se pusieran la ropa de nuevo y se fueran con los cincuenta pesitos que habían traído entre los dos.
Mi amigo se quedó pensando en el underworld que le tocaba timbre: escorias humanas con las que él, un fino artista joven, y bastante lindo, tenía un sólo punto de contacto: la droga. Decidió que no aceptaría ya más esos intercambios entre "el mundo luminoso y el mundo oscuro" (las cosas que uno escucha). Mejor sería que dejara de drogarse, pero yo no soy de andar dando consejos de ese tenor.
Chicos y chicas (señores y señoras) que leen este blog: el underworld existe y no es glamoroso como en las películas de vampiros. Después de treinta y seis horas de gira, parece que se hace difícil discernir.
Vayamos al punto:
1) Pablo: yo no voy a impugnar tus argumentos poniendo en cuestión al interlocutor, como ya se hizo. No te conozco y no sé qué pensás del aborto, la vida, el matrimonio universal o la forma en que se crían los pollos para consumo masivo (y, seamos sinceros, no tengo ningún interés en averiguarlo). Pero: la analogía entre drogas y armas es muy pelotuda y sólo podría sostenerse desde la perspectiva deleuzeana (supongo que no querías aludir a eso), es decir: las armas, las drogas, las joyas y la música están del lado de la máquina de guerra (cuyo objetivo no es la guerra, sino la aniquilación del Estado). 
Dejando de lado esa hipótesis anarco-nihilista, tu comentario carece de sentido (es un sinsentido lógico, o una frase totalmente esquizofrénica). Analizo: "Tal vez podríamos hacer lo mismo con las armas: que se produzcan y vendan sin restricción. Eso sí: eduquemos sobre los riesgos de las armas..." Por un lado, es de mala fe equiparar instrumentos de muerte y tortura con drogas (se trate de marihuana, cocaína, enteógenos o drogas de diseño). No tiene nada que ver una cosa con la otra. Pero aún haciendo la vista gorda a semejante simplificación, hasta donde yo sé, las armas se producen y venden sin demasiadas restricciones: los Estados Unidos, la libre portación de armas está garantizada constitucionalmente y en Argentina hay bonitas armerías en pleno microcentro (lo que es aberrante, claro). O sea: al Estado no le importa que las armas circulen: le importa tener un registro de quien las porta y las usa. No hace falta recordar la causa que involucró a un presidente nefasto en la venta de armas clandestinas o la explosión de Río Tercero. 
2) Anónimo: La idea de que "en la ilegalidad del tráfico de drogas, el capitalismo encuentra su posibilidad de existencia" no es "del artículo de Link" sino del libro de Sergio Bagú citado.
A continuación reproduzco las páginas pertinentes:
























Analizo: A Bagú no le importa demasiado el tema que estamos discutiendo. Sencillamente le interesa que "la exclusión de una parte del campo observable constituye, de por sí, un hecho que debe ser analizado y evaluado cuando se estudia una sociedad, una cultura o una corriente de ideas. Lo que se ve y lo que no se ve forman una unidad que debe ser explicada como tal".
O sea: la teoría ciega determinadas zonas del campo observable porque no puede dar cuenta de ellas y hace como que no existen. Esa no existencia del fenómeno no lo hace desaparecer, sencillamente invalida la teoría (económica, en este caso). Que uno prefiera no ver la importancia económica del tráfico de drogas no niega esa importancia, sino que hace de uno un miope.
La conclusión es tan obvia que conviene subrayarla: "el underworld no es un fenómeno marginal, ni una excrecencia incontrolable en la economía estadounidense. Es uno de los sectores más importantes y normales de esa economía, lo que conduce a pensar que ésta no podría haber funcionado en el siglo XX sin ese sector. SIn embargo, la teoría económica lo ha ignorado por completo...".
De acuerdo: yo he puesto "capitalismo" donde Bagú ponía, en 1970, "economía estadounidense". No me parece un exceso, sobre todo porque Bagú dice esto en un apartado que se llama "la teoría de Occidente": basta pensar en los carteles en América Latina, donde la situación es todavía más dramática que en USA, basta pensar en "la mafia rusa" (esa construcción literaria pero no por eso menos inquietante), etc...
A vos te puede parecer "verdaderamente disparatado" el argumento. Yo digo que lo disparatado es el capitalismo. ¿O me equivoco? La pregunta que hay que hacerse, entonces, es por qué los Estados modernos toleran la existencia de una economía no visible cuya legalización, en principio, beneficiaría al capitalismo del cual esos Estados son socios (o cómplices). La respuesta es brechtianamente evidente: porque la prohibición lo beneficia más.
Puck:  Admito la abducción (el espacio periodístico es tirano) y tal vez el razonamiento sólo es claro para (una vez más) los lectores de Deleuze. Desarrollo, entonces: en las sociedades con chamanes, el chamán representa un polo sino opuesto, al menos resistente a la soberanía. El chamán es el que te cuida mientras tomás la ayahuasca o el peyote (rituales en los que todavía soy virgen, aclaro, y que no me seducen particularmente). El chamán es un más allá del Estado. Pero los Estados modernos son ellos mismos su propio más allá (por aquello de que el soberano, paradójicamente, está dentro y fuera de la ley, etc.). Entonces, no me parece disparatado reivindicar la "función chamán" para nuestras tristes sociedades (nunca me referí específicamente a Argentina, y no lo hago ahora). Naturalmente, no veo manera de que esa función no esté regulada estatalmente (pero eso no es mi culpa).
Mejor es no opinar (la "opinología" ciega) sino analizar, leer, volverse, sí, soberano sobre uno mismo y para eso demandar el espacio necesario. Dicho esto, querid@s, me voy a la cama, que mi chamán particular me está esperando.

sábado, 9 de junio de 2012

El flagelo de la droga

Por Daniel Link para Perfil

Una noche helada, tapado hasta la barbilla, escucho (sin mirar) un “debate televisivo” a propósito de la ley de despenalización del consumo de drogas. Las posiciones son, como siempre, dos (el modelo no es la guerra, donde hay sistemas de alianzas entre posiciones diversas, sino el fútbol, y no es raro que el debate suceda en un escenario acostumbrado a la discusión de las vicisitudes de los campeonatos de pelota), y los contricantes de una pobreza argumentativa que da miedo: ¿se dirá lo mismo en las cámaras parlamentarias?
De pronto, escucho una voz irreconocible que sostiene una hipótesis hasta entonces no manejada, una posición que se sale de la aprobación o el rechazo bienpensantes cuyo sentido último sería “salven al villero”. El hombre (¿quién era?, lamento no poder decirlo) dice: hay que legalizarlo todo, no sólo el consumo, también la venta.
Creo que fue Sergio Bagú, pionero de la “teoría de la dependencia”, uno de los primeros en vincular los procesos de desarrollo latinoamericanos con el mundo global, quien en un libro de una lucidez que no ha mermado un ápice, Tiempo, realidad social y conocimiento (1970), señaló que el capitalismo sólo sobrevive gracias a la existencia de una economía informal relacionada con la producción y distribución de drogas “ilegales”. O sea: en la ilegalidad del tráfico de drogas, el capitalismo encuentra su posibilidad de existencia.
Al declarar prohibidas la fabricación, venta y consumo de determinadas sustancias (desde la elegante planta de cannabis sativa hasta las drogas de diseño), el capitalismo sustrae del sistema fiscal la parte que necesita para seguir imponiendo su esquema de injusticias planetarias (razonaba Bagú, si no recuerdo mal).
Hay, por lo tanto, una relación de complicidad entre Capitalismo y Estado cuando lo que se impone es el modelo prohibicionista, cuyo objetivo último no es la salud poblacional, como esgrimen los curitas poco educados y los doctores al servicio de la salubridad pública (esa biopolítica que nos atraviesa), sino la explotación, la miseria, la infelicidad de todos y cualquiera.
Cada vez que se ha dado una batalla por la legalización de algo, el argumento es el mismo: “sería una catástrofe”. Pero la catástrofe, al autorizarse el divorcio o el matrimonio entre personas del mismo sexo, o la rectificación registral, no se produce, no se producirá nunca.
Imaginemos una ley que autorice la producción y comercialización de “sustancias” hasta ahora ilegales: marihuana, cocaína, drogas de diseño. ¿Qué pasaría?
El Estado regularía esa producción, controlaría los estándares de calidad, gravaría impositivamente la actividad (el sueño de los que sueñan con dólares que se escurren entre los dedos). El consumidor podría saber qué está comprando, el porcentaje de tetrahidrocannabinol (THC) de la marihuana que fuma, el origen de la semilla, los excipientes agregados al sobrecito de cocaína, la duración del efecto de la pastilla...
Desaparecería de golpe esa economía informal del miedo y la corrupción, los muertos arrojados en la vía pública por la guerra de carteles, desaparecerían la mafia y el flagelo de la droga.
Por supuesto, habría que desarrollar, al mismo tiempo, campañas educativas que explicaran los riesgos de la dependencia, la diferencia entre una sensación de anestesia corporal y una alucinación psicótica, en fin: los riesgos de la droga. Habría que educar.
Siempre ha habido (la etnología lo ha registrado) sociedades con chamanes y sociedades sin chamanes. El chamán representa, en las comunidades donde su función es esencial para la supervivencia del grupo, ese punto de sabiduría en relación la producción de estados alterados de conciencia (se denomina “enteogenéticos” a esos estados porque nos conectan con el dios que nos habita).
No es casual que el capitalismo, en su avance triunfal hacia su propia nada, haya aniquilado las sociedades con chamanes. El chamanismo no es una religión, y el chamán está más bien del lado de una política de la salud. En la hipótesis que manejo, el Estado adoptaría la función social del chamán.
La prohibición del consumo (o la producción, o la distribución) de tal o cual cosa (desde el alcohol hasta el éxtasis líquido) tiene sólo un fundamento religioso: esa religión se llama (desde Benjamin hasta Agamben) capitalismo.
Eso es un círculo vicioso: “salven al villero” dicen los curitas iletrados y los abogados de la derecha más vil, y lo hacen en nombre de ese gigantesco dispositivo que produce desigualdad social, exclusión, angustia y violencia.


jueves, 7 de junio de 2012

¡Qué nivel!

por Mario Perniola para La Repubblica*

L’articolo di Giorgio Agamben "Se la feroce religione del denaro divora il futuro" (La Repubblica, 16 febbraio 2012) ha il merito di mostrare come perfino l’interesse economico, che dovrebbe essere l’ambito per eccellenza della razionalità e del calcolo, possa dar luogo ad un fanatismo e ad un accecamento, nei quali va perduto il senso della vita. Tuttavia l’articolo si presta ad un equivoco piuttosto pericoloso in un’epoca come la nostra in cui è più che mai opportuno stare dalla parte della ragione. Infatti, Agamben confonde la fiducia con la fede, corrispondono due verbi del greco antico che, pur provenendo dalla stessa radice, hanno assunto significati molto differenti. La fiducia è connessa al verbo peítho, che nella forma passiva e media vuol dire “fidarsi di una persona o di una cosa”; la fede, che è credenza dogmatica, corrisponde al verbo pisteúo, da cui appunto pístis. La fiducia significa essere e restare in uno stato di sicurezza e di calma, qualsiasi cosa succeda: non si tratta di convincere o imporre agli altri il proprio punto di vista o addirittura la condivisione di qualche “valore”. L’accento è posto sulla condizione di sicurezza del “giusto” che, secondo la Bibbia, riposa sulla sua illimitata fiducia in Jahvé. Una cosa completamente diversa è la pístis che è legata al proselitismo e quindi sollecita un’esplicita adesione a una determinata dottrina o religione. Perciò la nozione di fede urta la sensibilità di chi è allergico ai dogmi e alle prediche: essa implica un’intimazione a credere alcunché e a comportarsi in un certo modo. Essa apre la strada all’intolleranza o perlomeno a un sentire esaltato di cui non abbiamo per niente bisogno nel campo etico-politico; lasciamolo alla letteratura e alle arti.

* Pubblicata su La Repubblica, Sabato 18 febbraio 2012.


martes, 5 de junio de 2012

Volverse Caliban

por Daniel Link para Espacio Murena

Roberto Fernández Retamar, director de la Academia Cubana de la Lengua, es uno de los nombres mayores de las letras novomundanas, tanto como poeta como por sus aportes a los estudios literarios latinoamericanos, que tienen un novísimo pero no por eso menos estratégico lugar en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, que hoy le otorga un título que honra a esta casa y la obliga, por eso, a un renovado compromiso en relación con el horizonte de problemas que hoy, más que nunca, nos interpelan en relación con lo latinoamericano.

El texto completo, acá.


sábado, 2 de junio de 2012

La guerra del cerdo

Por Daniel Link para Perfil

Hay políticas que dan vergüenza y otras que dan indignación: cuando las dos flechas van a parar al mismo blanco no hay dudas de que hay que detenerlas en el aire.
La Universidad de Buenos Aires, amparándose en una sedicente “autonomía” que aplica espasmódicamente según las conveniencias del Consejo Superior, se niega a cumplir con la Ley 26.508 (2009), según la cual los docentes mayores de 65 años (la edad jubilatoria) pueden optar por continuar en sus cargos durante cinco años más, si así lo desean.
Al negarse a cumplir la ley, la Universidad de Buenos Aires (sus 320.000 estudiantes superan holgadamente a los de la Universidad Autónoma de México, que tiene, sin embargo, un presupuesto 14 veces mayor) revela su miserabilidad: lo que pretende “ahorrarse” es la antigüedad docente, negando algo que está en los fundamentos mismos del sistema de escalafón: a mayor permanencia en el cargo, mayores son las responsabilidades y más eficaz es la práctica pedagógica y de investigación que se lleva a cabo.
Un bailarín tiene una vida laboral muy limitada en el tiempo, mucho más que un cantante o un operario de maquinaria pesada. Mi madre está por cumplir ochenta años y todavía se le permite conducir un automóvil siempre y cuando se realice exámenes anuales.
No se entiende sobre qué base la Universidad considera que sus docentes-investigadores de 65 años (pienso en Eduardo Grüner, que fue afectado por la arbitraria e ilegal jubilación compulsiva) ya no pueden seguir dictando cursos, dirigiendo tesis doctorales, coordinando equipos de investigación, pensando.
O mejor dicho: no se entiende por qué (salvo por obsecuencia vil con el ministerio de turno) la UBA no demandan el aumento presupuestario que necesita para seguir siendo la universidad de excelencia que fue hasta ahora y, en vez de eso, hostiga a sus mejores mentes. Conviene recordar que Peter Sloterdijk tiene ya 65 años, Giorgio Agamben, 70; Alain Badiou, 73; Toni Negri, 79. Ninguno de ellos podría aspirar a las rentas miserables de la UBA.
El próximo 8 de junio se realizará un gran acto de protesta bajo el formato de “clase magistral”.

Viernes 8 de junio, 19hs., en el Hall de la sede Constitución de la Facultad de Ciencias Sociales (Santiago del Estero 1029)