por Daniel Link para Perfil
¿En qué se diferencian las crisis
económicas y políticas de los países europeos (no quiero decir
"civilizados", no quiero decir "centrales") y las
crisis económicas y políticas de países como los nuestros (no
quiero decir "bárbaros", no quiero decir "periféricos")?
No es un asunto de contenidos (porque
la política europea es tan vacua como la nuestra, porque el
capitalismo es más o menos igual en todas partes) sino más bien de
expresión. Nuestras crisis son, como en la tragedia griega, muy
expresivas: paros nacionales, plazas tomadas, gendarmes muertos,
amenazas, suspensión de países en los foros internacionales, más
amenazas, ropas desgarradas, griterío, llantos, promesas
(incumplidas), acusaciones cruzadas, llamamientos.
En Europa, en
cambio, todo marcha hacia la ruina, elegantemente. Hemos visto a los
villeros de Toulouse (Tolosa) acampando a la vera del Garonne en
número alarmante. Pero a ellos no se les ocurre cortar una rue
o una autopista (autoroute)
en demanda de vivienda o trabajo: están simplemente allí, como
están los heroinómanos en las plazas con sus perros (porque, de ese
modo, al declararse a cargo de un ser vivo, no pueden ser
encarcelados).
Estuvieron, por cierto,
los "indignados", que el verano pasado tomaron las plazas
españolas, pero parece que este año han decidido descansar como
Dios manda.
No es raro, pienso, que
los movimientos insurreccionales (Comité Invisible, Tiqqun) tomen
como referencia a la Argentina (¡2001!) en términos de gestión de
la crisis.
No es necesariamente
porque nosotros seamos capaces de resolverla de mejor manera (en todo
caso, todo sucede en nuestro costado del Atlántico de una manera
operística, energúmena), sino de una forma más espectacular.
Aquí la gente de bien
festeja sus triunfos en el rugby, aplaude a las fuerzas de seguridad
cuando hacen un numerito recreativo en alguna plaza, cena antes de
que caiga el sol, escucha las noticias, dice "qué barbaridad",
sigue la météo y se va a dormir temprano.
Jamás (jamais!)
un disturbio urbano, un diario que no llega a destino, una avalancha
trosquista o maoista tomando el espacio público. Por cierto, esto es
la provincia, pero sabemos que entre nosotros también las ciudades y
los pueblos del interior se movilizan, piden justicia, claman por sus
muertos, gritan, lloran, roban cámara.
Es como si Europa se
negara a reconocer que todo lo que sucede importa en términos de
cuadro, foco, registro, expresión y testimonio.
Por eso, finalmente, es
lógico que nos reconozcamos empáticamente en los griegos, en primer
término, en los italianos, en segundo lugar, y que nos deje helada
la confianza ciega de los franceses y alemanes en sus gobernantes:
¿es que no saben que esa gente está dispuesta a hacer lo peor por
ellos? ¿O será que, tal vez, tienen un arma que nosotros
desconocemos y que los políticos temen incluso más que a las crisis
del capitalismo?
Me niego a creer que haya
en Europa algún secreto "ciudadano" que desconocemos. Más
bien tiendo a temer por los europeos, que pronto estarán con
nosotros, o peor, y no sabrán qué hacer con su profunda angustia.
"Aquí la gente de bien festeja sus triunfos en el rugby, aplaude a las fuerzas de seguridad cuando hacen un numerito recreativo en alguna plaza, cena antes de que caiga el sol, escucha las noticias, dice "qué barbaridad", sigue la météo y se va a dormir temprano".
ResponderBorrarCasi como en el cuento "Casa Tomada"...
He leído atentamente, como siempre, tu nota. Me permito disentir. Puede ser que los europeos lleguen a la profunda depresión pero siempre lo harán con educación y respeto. Lo que pasa en nuestro país es grotesco y vergonzoso. Acá reina el caos y el populismo llega a saturar. Prefiero la Europa civilizada y con protestas calladas al atropello de lo que hacen en este país los que están a favor del que da dádivas. O por qué siempre que viajamos elegimos Europa??
ResponderBorrarSeguramente no tengo la capacidad intelectual para expresarme como una letrada, pero no me gusta lo que estoy viviendo en mi país.
Qué placer leerte.
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