No veo televisión argentina porque me subleva el estilo enfáticamente “nacional” de sus formatos. En
el caso de las ficciones, los “actores” siempre están tratando
de sobreactuar una masculinidad que nadie les reclama, los personajes
pronuncian palabras mal aprendidas de guiones mal escritos y todos
gritan bajo una luz enceguecedora y plana. Mal escritas, mal
interpretadas, mal dirigidas, las ficciones televisivas argentinas
deprimen. Una vez vi La dueña y el efecto fue devastador
porque parecía que cada personaje seguía una línea de guión que
los demás guionistas no conocían y el resultado, un involuntario
cadáver exquisito, sólo podría encontrar algún tipo de cohesión
en la mente idiota de un espectador imaginado.
Un poco por eso, vi con aprensión la primera emisión de 23 pares, la serie de trece episodios
ideados por Albertina Carri (dirección) y Marta Dillon (guión), al
frente de un sólido equipo de profesionales, que se emite por canal
9 todos los viernes a las 23.30.
Por cierto, 23 pares es
antitelevisiva en el sentido antes expuesto: los diálogos son
perfectos, pronunciados con los tonos justos que conviene a cada
situación, los personajes discuten sin gritar y, sobre todo,
respondiendo a lo que se les dice. Las protagonistas, María Onetto y
Erica Rivas, sostienen con solvencia sus personajes y contribuyen con
sutileza actoral al despliegue de relaciones complejas. Gustavo, un
tercer hermano, permite a Fabián Vena desprenderse de todos los
clichés que su carrera le había irremediablemente adosado.
La iluminación investiga todas las
potencialidades del claroscuro y del contraluz, creando climas
apropiados a cada escena, y cada escena, por su parte, hace un uso
magistral de la elipsis para dar a entender lo que no necesita ser
dicho porque se está viendo.
Cada episodio presentará un caso que
involucra la participación del laboratorio de análisis genéticos
que las dos hermanas regentean.
23 pares no es sólo televisión
de excelencia, sino una crítica devastadora a lo que acostumbra a
emitir la televisión argentina. Dos razones para no perderse ninguna
de sus emisiones.
Daniel:
ResponderBorrarEs posible que esta serie sea algo más que la televión promedio; pero la puesta de cámaras es cualquiera. Carri no sabe qué hacer con la cámara y prueba esto y aquello sin muchos escrúpulos y cuando se aburre va a lo fácil: plano y contraplano a destajo.
¿Cómo sabés que están mal escritos? ¿Los leíste? Partís de la errónea suposición, me parece, que actores y directores respetan los libros. Además, hay una enorme diferencia entre unitarios y tiras diarias (¡hay que escribir 50 páginas por día!), casi tanta como entre Echeverría y Rivera Indarte (sobre todo en su etapa rosista).
ResponderBorrarEstoy todavía a la espera de la publicación del comentario que hice en "¡No se cuelguen de mis tetas!" ¿No llegó?
Gracias.
Yo creo, Santiago, que vos partís de la errónea suposición de que esos libros existen, o que existen con la forma de "algo" que debería o podría ser respetado.
ResponderBorrarLa inmodestia no puede ser anónima, estimad@.
BorrarYo creo anónimo, que vos partís de la suposición de que tu soberbia existe (o lo que sería peor, que tiene algún sustrato real). Y por eso la falta de respeto gratuita a quienes escribimos 25 ó 30 páginas por día (en una tira diaria, imposible que una sola persona escriba todos los capítulos). Como verás, yo no parto de ninguna suposición. En todo caso me sentí tocado, sobre todo porque al ver al aire lo actuado, lo producido, a veces dan ganas de llorar por el enorme contraste con lo escrito. Y bien digo a veces, porque es imposible "escribir bien" (sea lo que sea que eso quiera decir) todos los días. Por supuesto que una tira diaria con 3 veces menos de presupuesto por capítulo que una serie de 13 capítulos de NBC, en la comparación pierde por goleada. Pero comparemos con una soap opera, a ver qué pasa...
ResponderBorrarSaludos.