Según Aristóteles, tres círculos concéntricos organizan el comportamiento: el comportamiento individual se rige por la ética; el de la
vida familiar, se rige por oikonomia (cuyo valor supremo es el desinterés), y el político, el gobierno de la polis, la
ciudad autónoma, por la soberanía.
En los últimos casos los tres círculos han coincidido uno sobre otro en mi casa, transformada en sede de internación domiciliaria.
Además de la manada habitual (nosotros y nuestras gatas), acuden a nuestro hogar dos enfermeras por día: una muy temprano (hacia las siete de la mañana), la otra a primeras horas de la tarde (las 3) y últimas de la noche (las 23). La razón es monótona: deben administrarme por vía endovenosa los antibióticos necesarios para la recuperación de mi cuerpo (no para mí, sino para el bien, es decir: el amor).
Las gatas han reaccionado con fidelidad de manada y no dejan de controlar el procedimiento sanitario, como si entendieran algo o como si, en su estupor felino, pensaran que sus lenguas constituirían mejor tratamiento reparador que cualquier otro. Fueron las primeras que supieron que yo estaba no sólamente adolorido, sino gravemente invadido por una bacteria "decimonónica".
La muerte de Eric Hobsbawm, hace unos días, me llevó a pensar en frases hechas del insigne historiador marxista que incorporamos a nuestro vocabulario. El "siglo XIX largo" vs. el "siglo XX corto", es un ejemplo que, inmediatamente, trasladé a mis padecimientos y otros males afines. Hay enfermedades largas y enfermedades cortas. Naturalmente, las enfermedades largas son las que requieren largos, larguísimos tratamientos: la osteomielitis, la tuberculosis, ésas y otras similares.
Pero volvamos a los círculos que organizan el comportamiento según variables diferenciales.
Mis enfermeras (provistas por la cobertura médica que tengo) son dominicanas: una es una dominicana enfática, a la que habríamos colocado más del lado del pete que del suero, y la otra es una dominicana igualmente baja, menos pulposa, y que trabaja en un geriátrico. Es obvio que nos pusimos, prontamente, mientras el suero baja de su recipiente plástico a mi vena, a conversar sobre asuntos de trabajo, migraciones, economías regionales y delicias tales.
Las dos abandonaron su patria en momentos en que Argentina era un destino de moda (el momento "Cucurto"). Ahora, me dicen, las dominicanas eligen antes Chile que Argentina o España.
La razón es sencilla, en lo que a nuestro país se refiere. Paloma (o Carmen, según el documento) ha dejado a su hijo de 13 años en la patria y tiene que mandarle remesas de dinero a la abuela que lo cuida. Antes, con la misma cantidad de dinero argentino ganado, podía girar doscientos dólares (lo que en la isla, parece, es una cifra respetable). Ahora, con el mismo dinero, apenas si alcanza los cien. Además, las autoridades migratorias argentinas exigen, desde hace poco, visa a los dominicanos (lo mismo empezó a suceder en Chile cuando la marea isleña cambió de destino migratorio).
En esto, su historia se parece a la de Marta, asistenta doméstica, que sufre desde hace meses la misma suerte: sus dos hijos, que quedaron en Lima, no pueden recibir las remesas por las cuales su madre trabaja aquí de sol a sol. Y tampoco puede traérselos con ella porque no hay manera de encontrar al padre para que firme los papeles correspondientes (éste es otro tema, pero merece ser mencionado como variable oikonómica).
Antes, Paloma podia aquí vivir (alquilar un cuarto en un hotel, comer), girar dólares a su familia (lo que constituye una parte nada desdeñable de las economías latinoamericanas) y ¡ahorrar!
La ética, la oikonomía y la política atraviesan mi hogar (que es como un péndulo que se mueve lentamente del siglo X)X al XXI) de parte a parte y, como anoche, me arroja a las playas de sueños inquietantes... Pero eso es otra historia.
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