El sitio lanacion.com rescató de ese
vasto museo cuya existencia no nos cansaremos de celebrar, youtube, el mensaje destinado a captar el voto latino en la campaña presidencial de 1960, a cargo de Jackie Kennedy, dicho en
castellano. Contrastado con el mensaje que el propio Barack Obama
pronunció en castellano con el mismo propósito, días atrás, lo
que se verifica es toda una política del lenguaje, de la relación
entre estilos de lenguaje, territorio y nacionalidad, lo que se llama
glotopolítica.
Jackie Kennedy aparece, en el spot
publicitario que tiene un solo corte y cambio de plano, como una
autómata que poca idea tiene de lo que está diciendo (¡y lo que
está diciendo!) en una lengua tan extranjera para ella como para
quienes idearon el anuncio. El mensaje dice: “Queridos amigos: les
habla la esposa del senador (“sénador”) John F Kennedy,
candidato a la presidencia de los Estados Unidos. En estos tiempos de
tanto peligro, cuando la paz mundial se ve amenazada por el
comunismo, es necesario tener en la Casa Blanca un líder capaz de
guiar nuestros destinos con una mano firme.
Mi esposo siempre velará (“vila-rrá)
los intereses de todos los sectores de nuestra (“nuestrro”)
sociedad, que necesitan la protección de un gobierno humanitario,
para el futuro de nuestros (“nestros”) niños y para lograr
(“lo-logrrar”) un mundo donde exista (“eg-sista”) la paz
verdadera. Voten ustedes por el Partido Demócrata el día 8 de
noviembre (“novembre”). Que viva Kennedy.”
La apelación final,
retrospectivamente, parece un mal augurio, pero lo que se destaca es
la vindicación del anticomunismo como única vía para garantizar la
paz mundial. Obviamente, el mensaje elige como destinatarios
privilegiados a los exiliados de Cuba, a los cubanos de Miami.
A diferencia de su antecesor, Barack
Obama no delegó en la primera dama la difícil tarea de hablar en
castellano (es probable que ella no hubiera aceptado el encargo, como
tampoco se dedica a la decoración de interiores, disciplina en la
que descolló la Sra. Kennedy). El anuncio de Obama, mucho más corto
y con varios inserts, ya no tiene un destinatario
nacionalitario específico sino mucho más genérico: “En los
jóvenes conocidos como los dreamers veo las mismas cualidades
que Michelle y yo tratamos de inculcar en nuestras hijas (“hihas”).
Respetan a sus padres, estudian para superarse (“supararse”), y
quieren aportar al único país que conocen y aman. Como padre, me
inspiran, y como presidente su valentía me ha hecho recordar que
ningún (“níngun”) obstáculo es muy grande; ningún camino, muy
largo. Soy Barack Obama y apruebo este mensaje.”
El comunismo, que ya ha desaparecido
por su propia dinámica del mundo civilizado, está ausente como
tema, y ha sido reemplazado por un colectivo (los dreamers)
que son el objeto de una futura ley de ciudadanía.
Pero no son los contenidos (siempre
sospechosos de oportunismo electoral) los que más impresionan en
ambas reclames políticas: entre 1960 y 2012 la situación
geopolítica del castellano ha cambiado radicalmente.
El candidato a la reelección de 2012
se muestra seguro de lo que está diciendo: entiende las palabras que
pronuncia (y respecto de las cuales se declara involucrado), su
hablar es mucho más fluido y los errores que comete son muy pocos
(más allá del acento). Lo que se deja entrever en el habla de Obama
es que el castellano bien podría ser su segunda lengua y, por lo
tanto, que el castellano ocuparía el segundo lugar como lengua de
los Estados Unidos.
La “latinización” de los Estados
Unidos, resultado de sucesivas e incesantes oleadas migratorias, no
sólo transformó el mercado laboral (los servicios públicos, en las
grandes ciudades, están desde hace años en manos de
latinoamericanos) sino, sobre todo, el mercado lingüístico, al
punto que hoy nos resulta inconcebible un personaje latino en una
película o serie de televisión que hable (a veces todavía sucede)
con la inseguridad de Jackie Kennedy. La puesta en Broadway de West
Side Story (que enfrenta a pandillas de diferente origen étnico)
hace decir y cantar a los personajes latinos en castellano, lo que
transforma la pieza en un producto que, aunque bizarro, subraya el
carácter multicultural de los Estados Unidos.
Los estudiosos de las literaturas
latinoamericanas saben que su objeto no se detiene ya al sur del Río
Bravo. Los estudiosos de las glotopolíticas, del mismo modo,
encuentran en la progresiva latinización de los Estados Unidos (en
la ampliación hacia el norte del castellano de América) un objeto
de análisis privilegiado.
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