Cuando el arte y la tecnología se encuentran
Organizado como un diccionario de cuarenta y siete entradas, un grupo de investigadores propone definiciones sobre el cruce del eje tecnológico con el mundo artístico.
Entrevista de Ezequiel Alemian a Claudia Kozak para Ñ, Revista de cultura
-¿Por dónde empezar a pensar la relación entre arte y tecnología?
-El
arte tiene un aspecto técnico que le es indisociable. A priori, uno
podría pensar que en momentos de fuerte modernización tecnológica, el
arte de algún modo se ha hecho cargo de esas transformaciones. Sin
embargo, no todo el arte va en la misma dirección cuando piensa su
relación con la tecnología, ya sea por insistir en la línea hegemónica
de una época, ya sea por contrastarla, por resistirla, incluso por
generarla. Las tecnopoéticas son las zonas del arte que asumen más
explícitamente su relación con el entramado técnico, y el carácter
político de éste. Son potencia de creación en un mundo donde la potencia
tecnológica de creación está hegemonizada en ciertas direcciones y no
en otras. Ambas son potencia de creación en el sentido de permitir la
posibilidad de la irrupción de lo nuevo, de lo que es también en
potencia, y que por ello aún no es, pero en nuestras sociedades los
sentidos hegemónicos de lo tecnológico traducen muy en general lo nuevo
en mera novedad, rápido reemplazo de una cosa por otra sin verdadero
cambio. El carácter político de las tecnopoéticas puede encontrarse en
el modo en que proponen alguna lectura en relación con eso.
-¿Cuáles serían en la Argentina los momentos tecnopoéticos más fuertes?
-Alrededor
del Centenario y del Bicentenario uno encuentra momentos que podrían
considerarse pilares, que demarcarían nuestra época, porque ponen a
funcionar imaginarios tecno-modernizadores. Pero también se podrían
señalar, a lo largo del siglo XX, tres grandes momentos: periodizando de
manera elástica las décadas, serían las de los 20, los 60 y los 90. Son
momentos en los que por la coyuntura histórica el mundo de lo técnico
cobra mucha relevancia, la mirada está puesta ahí, en nuevos paisajes
tecnológicos. Sin embargo, esto no quiere decir que no sean momentos que
irradien hacia delante y hacia atrás. Girondo escribe el manifiesto
martinfierrista, donde están todas las apreciaciones sobre la novedad
tecnológica, en 1924. Pero ahí en realidad está en diálogo con el
manifiesto futurista que Marinetti había publicado en 1909, y que
circuló rápidamente en la Argentina. En los 60 es clara la impronta
modernizadora que tiene que ver con los programas desarrollistas. Pero
el arte tecnológico se venía pensando desde antes. Lo que hay entonces
es la posibilidad de mirar de nuevo, por ejemplo, al grupo Arte Concreto
Invención, o a Madí, que habían aparecido sin tanta repercusión
mediática en los 40. Es la consolidación de las tecnopoéticas en los 60,
la gran repercusión de algunas de sus experiencias, lo que genera la
posibilidad de mirar lo anterior con otros ojos.
-¿El arte acompaña mejor o es más crítico en determinados momentos?
-En
el libro marcamos algunas líneas generales que no son epocales, sino
que atraviesan la periodización. Se podría pensar que hay una línea
racionalista constructivista, muy fuerte en algunas tecnopoéticas, que
recorre el siglo XX en distintos momentos. Y que de pronto hay una línea
que podríamos llamar desviacional, en el sentido que da vuelta o
“interviene” el fenómeno técnico, y hasta una línea irracionalista,
aunque parezca paradójico, con cierto aire esotérico, que cruza el mundo
tecnológico con miradas que no condicen con la racionalidad moderna
hegemónica.
-¿Con qué artistas podríamos identificar cada una de estas líneas?
-Si
hablamos de una línea constructivista tenemos a todo el Arte Concreto
Invención, que trabaja desde una fuerte mirada racionalista, desde las
artes plásticas en particular, y con una impronta utópica. Por otro lado
Gyula Kosice, muy mencionado en el libro, desde Madí en adelante, se
adscribe a una impronta tecnocientífica utópica. Alguien que uno podría
distinguir desde una mirada desviacional es Edgardo Antonio Vigo. Sus
máquinas inútiles y sus máquinas imposibles de los años 50 por ejemplo. Y
todo su arte correo, que trabaja en contra de la tecnología social del
correo. O el arte de los medios de Oscar Masotta, Roberto Jacoby y Raúl
Escari, que pone en evidencia el mundo técnico mass mediático y produce
en contra de la producción mass mediática, desde dentro de ella. Lo
“irracional” está en Xul Solar: ese entramado de un mundo onírico, y
esotérico, con todas sus formas de construcción de una mirada otra
respecto de la racionalidad moderna, y al mismo tiempo, plásticamente,
en ciertas obras, un impulso al geometrismo. Hoy hay prácticas del
bioarte que mezclan el conocimiento científico y saberes residuales como
la medicina popular.
-¿Cuáles son los aspectos de lo tecnológico que más se debaten hoy en el arte?
-Cuestiones
como la sociedad de control, de vigilancia, lo que implica una sociedad
de detección continua, y también un relato paranoico en relación con la
idea de “te estamos observando”. También genera mucho debate el
bioarte, que se hace cargo de las posibles transformaciones de la
dotación biológica de la humanidad en relación con los desarrollos
actuales de la biotecnología. Otra línea fuerte es la que cruza las
tecnopoéticas con la cultura libre, el software libre, y nociones
asociadas como las de código abierto, no autoría, remix. Hay zonas que
muy recientemente empiezan a pensarse desde las tecnopoéticas, como la
literatura, por más que sea algo que tenga sus antecedentes en las
vanguardias de los años 20.
-¿La tecnología en el arte siempre tiene un carácter experimental?
-Lo
experimental llega al arte por vía de la anticipación de lo nuevo, y la
tecnología también se ampara en la búsqueda ya sea de lo nuevo o de la
novedad. En tanto estén entramados en forma evidente, se podría pensar
en cierta relación de cercanía con lo experimental. Si definimos a las
tecnopoéticas como aquel tipo de arte que se hace cargo de su impronta
técnica, hay un cruce con lo experimental bastante fuerte. Sin embargo,
el arte experimental no es necesariamente tecnológico, pueden darse
formas de experimentación por otras vías. Así, la relación con lo
experimental no es absolutamente necesaria en el arte en general, y lo
experimental en el arte no es necesariamente tecnológico, pero quizá sí
sea una relación necesaria cuando hablamos de tecnopoéticas.
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