martes, 20 de noviembre de 2012

La obra de arte en la época de su reproductibilidad digital

Cuando el arte y la tecnología se encuentran

Organizado como un diccionario de cuarenta y siete entradas, un grupo de investigadores propone definiciones sobre el cruce del eje tecnológico con el mundo artístico.

Entrevista de Ezequiel Alemian a Claudia Kozak para Ñ, Revista de cultura

-¿Por dónde empezar a pensar la relación entre arte y tecnología?
-El arte tiene un aspecto técnico que le es indisociable. A priori, uno podría pensar que en momentos de fuerte modernización tecnológica, el arte de algún modo se ha hecho cargo de esas transformaciones. Sin embargo, no todo el arte va en la misma dirección cuando piensa su relación con la tecnología, ya sea por insistir en la línea hegemónica de una época, ya sea por contrastarla, por resistirla, incluso por generarla. Las tecnopoéticas son las zonas del arte que asumen más explícitamente su relación con el entramado técnico, y el carácter político de éste. Son potencia de creación en un mundo donde la potencia tecnológica de creación está hegemonizada en ciertas direcciones y no en otras. Ambas son potencia de creación en el sentido de permitir la posibilidad de la irrupción de lo nuevo, de lo que es también en potencia, y que por ello aún no es, pero en nuestras sociedades los sentidos hegemónicos de lo tecnológico traducen muy en general lo nuevo en mera novedad, rápido reemplazo de una cosa por otra sin verdadero cambio. El carácter político de las tecnopoéticas puede encontrarse en el modo en que proponen alguna lectura en relación con eso. 


-¿Cuáles serían en la Argentina los momentos tecnopoéticos más fuertes?
-Alrededor del Centenario y del Bicentenario uno encuentra momentos que podrían considerarse pilares, que demarcarían nuestra época, porque ponen a funcionar imaginarios tecno-modernizadores. Pero también se podrían señalar, a lo largo del siglo XX, tres grandes momentos: periodizando de manera elástica las décadas, serían las de los 20, los 60 y los 90. Son momentos en los que por la coyuntura histórica el mundo de lo técnico cobra mucha relevancia, la mirada está puesta ahí, en nuevos paisajes tecnológicos. Sin embargo, esto no quiere decir que no sean momentos que irradien hacia delante y hacia atrás. Girondo escribe el manifiesto martinfierrista, donde están todas las apreciaciones sobre la novedad tecnológica, en 1924. Pero ahí en realidad está en diálogo con el manifiesto futurista que Marinetti había publicado en 1909, y que circuló rápidamente en la Argentina. En los 60 es clara la impronta modernizadora que tiene que ver con los programas desarrollistas. Pero el arte tecnológico se venía pensando desde antes. Lo que hay entonces es la posibilidad de mirar de nuevo, por ejemplo, al grupo Arte Concreto Invención, o a Madí, que habían aparecido sin tanta repercusión mediática en los 40. Es la consolidación de las tecnopoéticas en los 60, la gran repercusión de algunas de sus experiencias, lo que genera la posibilidad de mirar lo anterior con otros ojos. 


-¿El arte acompaña mejor o es más crítico en determinados momentos?
-En el libro marcamos algunas líneas generales que no son epocales, sino que atraviesan la periodización. Se podría pensar que hay una línea racionalista constructivista, muy fuerte en algunas tecnopoéticas, que recorre el siglo XX en distintos momentos. Y que de pronto hay una línea que podríamos llamar desviacional, en el sentido que da vuelta o “interviene” el fenómeno técnico, y hasta una línea irracionalista, aunque parezca paradójico, con cierto aire esotérico, que cruza el mundo tecnológico con miradas que no condicen con la racionalidad moderna hegemónica. 


-¿Con qué artistas podríamos identificar cada una de estas líneas?
-Si hablamos de una línea constructivista tenemos a todo el Arte Concreto Invención, que trabaja desde una fuerte mirada racionalista, desde las artes plásticas en particular, y con una impronta utópica. Por otro lado Gyula Kosice, muy mencionado en el libro, desde Madí en adelante, se adscribe a una impronta tecnocientífica utópica. Alguien que uno podría distinguir desde una mirada desviacional es Edgardo Antonio Vigo. Sus máquinas inútiles y sus máquinas imposibles de los años 50 por ejemplo. Y todo su arte correo, que trabaja en contra de la tecnología social del correo. O el arte de los medios de Oscar Masotta, Roberto Jacoby y Raúl Escari, que pone en evidencia el mundo técnico mass mediático y produce en contra de la producción mass mediática, desde dentro de ella. Lo “irracional” está en Xul Solar: ese entramado de un mundo onírico, y esotérico, con todas sus formas de construcción de una mirada otra respecto de la racionalidad moderna, y al mismo tiempo, plásticamente, en ciertas obras, un impulso al geometrismo. Hoy hay prácticas del bioarte que mezclan el conocimiento científico y saberes residuales como la medicina popular. 


-¿Cuáles son los aspectos de lo tecnológico que más se debaten hoy en el arte?
-Cuestiones como la sociedad de control, de vigilancia, lo que implica una sociedad de detección continua, y también un relato paranoico en relación con la idea de “te estamos observando”. También genera mucho debate el bioarte, que se hace cargo de las posibles transformaciones de la dotación biológica de la humanidad en relación con los desarrollos actuales de la biotecnología. Otra línea fuerte es la que cruza las tecnopoéticas con la cultura libre, el software libre, y nociones asociadas como las de código abierto, no autoría, remix. Hay zonas que muy recientemente empiezan a pensarse desde las tecnopoéticas, como la literatura, por más que sea algo que tenga sus antecedentes en las vanguardias de los años 20. 


-¿La tecnología en el arte siempre tiene un carácter experimental?
-Lo experimental llega al arte por vía de la anticipación de lo nuevo, y la tecnología también se ampara en la búsqueda ya sea de lo nuevo o de la novedad. En tanto estén entramados en forma evidente, se podría pensar en cierta relación de cercanía con lo experimental. Si definimos a las tecnopoéticas como aquel tipo de arte que se hace cargo de su impronta técnica, hay un cruce con lo experimental bastante fuerte. Sin embargo, el arte experimental no es necesariamente tecnológico, pueden darse formas de experimentación por otras vías. Así, la relación con lo experimental no es absolutamente necesaria en el arte en general, y lo experimental en el arte no es necesariamente tecnológico, pero quizá sí sea una relación necesaria cuando hablamos de tecnopoéticas.


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