Anoche, después del apagón, comimos con amigos. Antes, yo había sido víctima de una de las muchas "evacuaciones" que se realizaron en los edificios del microcentro porteño. Ya en la calle, éramos miles de personas acaloradas, la mayoría de ellas esperando en largas colas un ómnibus o caminando al acaso por las hediondas calles sin semáforos, donde montañas de basura se pudrían al sol inclemente de un noviembre tórrido.
Yo tenía puesto mi corsé de polipropileno y pronto me di cuenta de que sería imposible conseguir un taxi. Caminé hasta casa y llegué hecho polvo. Pensé que la cena se había suspendido, pero mis amigos (palermitanos) no consideraron que las circunstancias fueran tales como para cancelar una reserva en el Jardín Japonés.
Reunidos alrededor de la mesa, después de brindar por haber sobrevivido a un día tan atroz, comenzaron las hipótesis: "fue un sabotaje". "Obviamente".
Ser inteligente, en estos días, es descubrir un complot detrás de cada acontecimiento singular. Lo curioso es que algunos pensaban que había habido un complot para perjudicar al alcalde de la ciudad, y otros pensaban que se trataba de una acción preparatoria de la jornada conocida como 8N y que, por lo tanto, tenía como objetivo perjudicar al gobierno nacional. O sea: no importa tanto saber quiénes complotaron ni cuáles eran sus objetivos sino la lógica (delirante) del complot.
Somos inteligentes, somos sagaces: no vamos a cometer la torpeza de pensar que "estas cosas pasan".
Yo permanecí en silencio porque no comparto la perspectiva schreberiana y porque estaba francamente adolorido y cansado. En cuanto mis amigos se dieron cuenta de que sostenían hipótesis irreductibles sobre el complot, se obligaron a cambiar de tema, pero el asunto, creo, quedó sobrevolando la mesa: ¿quién tendría razón? ¿Cuál sería la víctima del sabotaje? ¿Y quiénes los ejecutores?
Las víctimas fuimos los que estábamos en el microcentro (y los que, todavía hoy, siguen sin eléctrico fluido) y, como hay sobredeterminación, ningún acontecimiento singular puede explicarse por un simple razonamiento lineal.
La Historia (cuya lógica no es paranoica) nos atrapa y nos arrastra con su garra de fuego. Y nosotros somos apenas unas aves de presa, carroñeras, que vamos tras el sentido, sin alcanzarlo nunca.
Este gobierno nos lleva a la psicosis y, salvo que pongamos resistencia, allí desembocaremos. Me parece...
ResponderBorrarLa gente tiene particular desconfianza por el razonamiento lógico, a tal punto que a un grupo de hombres cultos les resulta más convincente la "explicación" del complot, precisamente porque es una respuesta delirante. ¿No es más razonable pensar que el caos energètico es la evidencia del fracaso de las privatizaciones de las empresas de servicios?
ResponderBorrar¡Lucidez, lucidez! ¿por qué es un don tan escaso?
ResponderBorrarPerdón por el exabrupto, pero necesitaba decir cuánto me había gustado tu análisis.
Comparto también la opinión del Anónimo de las 8:29.
un Virilio a la centro(...)
ResponderBorrarDon Munir