666 Park Avenue y American Horror Story: Asylum representan los puntos de articulación del terror visible en la televisión. Las dos suceden en espacios cerrados (un neoyorquino y lujosísimo edificio en el caso de la primera; un asilo para dementes, en el caso de la segunda).
La primera es una versión "elegante" de thriller de misterio y por eso son constantes las apelaciones a Hitchcock (Los pájaros, La ventana indiscreta, Psicosis, Vértigo han sido ya citadas hasta el hartazgo), las fiestas que terminan siempre mal (una por capítulo) y la proliferación de indicios que no se sabe bien a dónde habrán de conducir.
Por cierto, en Park Avenue nadie fuma, mientras en AHS fuman hasta las monjas, y esto porque los acontecimientos de la segunda suceden en 1964.
No es sólo una cuestión de "gusto" lo que separa ambas series, sino una distancia temporal. Con cierta sabiduría técnica, AHS sabe que el terror no se sostiene en universos en los que la tecnología prolifera (celulares, gps, cámaras de seguridad) o que, para poder sostener el terrorismo discursivo en contextos altamente tecnologizados hacen falta tantas hipótesis adicionales que mejor es retrotraer los sucesos a épocas menos obsesionadas por el control social y dejar que los los responsables del "arte" (vestuario, escenografía) se lleven la parte de la torta que le habría correspondido a guionistas consecuentes con la causa de la coherencia discursiva y la cohesión narrativa.
En cuanto al "gusto", lo que es pincelada, apunte, insinuación en 666 Park Avenue, en AHS es un revoltijo de inmundicias puestas en el más salvaje uso de la HD (Alta Definición) que hasta ahora hemos conocido. El barroco, con sus chiaroscuros, sus monstruos y sus torsiones del punto de vista (anamorfosis como hay en AHS se han visto hasta ahora pocas en la televisión) reina impiadoso en el asilo Briarcliff, donde coinciden, en revoltijo suculento, monjas poseídas por el demonio, médicos experimentales nazis (y sus experimentos con lo viviente), asesinos seriales que desollan a sus víctimas (no es al que acusan de tal, sino el que, hipócritamente, pretende salvarlo), extraterrestres, monseñores, víctimas de su propio deseo, escorias humanas, y... ¡Ana Frank!
Como el sentido corre locamente a lo largo de una cadena flotante de imágenes inmundas (como el humo del tabaco, que contamina los espacios propios de cada individuo), no es raro que se produzcan extraños agenciamientos (es decir: conexiones más allá de "lo propio" de cada imagen). El médico nazi (que ha adoptado el nombre de Dr. Arden, y que al mismo tiempo que practica lobotomías y terapias de electroshock produce monstruos en su laboratorio) no es el que hace pantallas para lámparas con la piel de sus víctimas, sino el psiquiatra conductista, más conocido como Bloody Face y cuyo abandono como bebé se conocerá en el próximo capítulo de la serie, "Orígenes de la Monstruosidad", donde se cuenta además el pacto fáustico entre el Monseñor católico y el científico nazi.
Ninguna de las dos series me arrebata, pero es lo que hay. De la primera sospecho que triunfará el Bien. De la segunda, todo lo contrario.
La única pregunta que, después de ver cada capítulo de AHS me atenaza, es cómo harán los votantes de los Golden Globe y de los premios Emmy para eludir a Jessica Lange, cuya performance alcanza conmovedores niveles de paroxismo (hacé una monja que antes fue trola, y agregale borracha, y después que recuerde que fue una niña golpeada, y que además está caliente con el Monseñor, y que... ¡cree en Dios! y quiere controlar sus impulsos). Como las escaleras de Briarcliff, la calidad interpretativa de Jessica Lange, no tiene límites.
Si el horror o el terror es desborde permanente porque fuerza los límites de la razón y de la experiencia cotidiana (establece que un suceso imposible puede suceder), entonces ¿Por qué estas series no me causan miedo? ¿Estoy acostumbrado a la constante fantasía que me otorgan las películas modernas? ¿La construcción del Deseo del cine moderno es superior a estas series? Ja, ¿La luz artificial coarta el miedo a la oscuridad?
ResponderBorrarPerdón por el vuelo bajo...
No les tantas vueltas, es que estás viejo
Borrardesterrorificación, como todo proceso de imparidad, tampoco ceja.
ResponderBorrartrnmte, don munir.