sábado, 15 de diciembre de 2012

La ferocidad del frío

por Daniel Link para Perfil

Estocolmo está en las antípodas de Buenos Aires, al menos en lo geográfico y en lo climático. A las 3 de la tarde ya es de noche y el cuerpo del latinoamericano promedio pide un respiro inexistente en estas latitudes, a esta altura del año. Donde la nieve permanece intacta (en los cementerios alrededor de las iglesias, por ejemplo) a finales del otoño ya llega a la cintura del paseante.
La coqueta calle peatonal donde se acumulan los negocios de las marcas internacionales funciona con un sistema de losa radiante, lo único que permite que alguien se aventure a mirar vidrieras despreocupadamente. Cada tres o cuatro días, los bulldozers levantan a una velocidad de vértigo (sacan literalmente chispas del asfalto) la nieve acumulada en las calles.
Estoy aquí invitado a formar parte del blog de ilga, la asociación internacional del movimiento LGTBI a la que están afiliadas todas las organizaciones similares que existen en cada país del mundo (salvo en Uganda, el escándalo de las militantas y activistas que piden declaraciones de principios casi todos los días). El encuentro es como una Asamblea General de Naciones Unidas (de hecho, el último día se eligen autoridades y se decide la próxima sede del encuentro bianual) o de Locas Unidas. Sebastián Freire, el fotógrafo que me acompaña, decidió llamar Nave Nodriza al encuentro porque, en efecto, parecemos todos alienígenas o delegaciones senatoriales en el Coruscant de la princesa Amidala. Cada día hay una conferencia, talleres, reuniones regionales (ILGA-LAC, la regional latinoamericana, llega cargada del halo de prestigio que le brindan los incontables avances antihomofóbicos en las legislaciones de nuestros países). La política circula tanto en las salas como en los pasillos (la mejor y la peor: allí está el rumor sobre el secretariado trans que casi se pierde por la interferencia de cierta activista argentina que este año faltó a la cita).
Mi chaleco de polopropileno, en este ambiente donde todo lo raro es un signo de distinción, me convierte en una especie de Charming Prince (mi estado civil me absuelve de aceptar el rol con la energía que requeriría).
Este año, ILGA decidió premiar a la presidencia argentina por las leyes de matrimonio universal (que las militontas siguen llamando igualitario) y de identidad de género. Acudieron a la cita, para aceptar el premio, el Sr. Boudou, que no puede pronunciar palabra públicamente, y el Sr. Aníbal Fernández, que agradeció con elocuencia el trofeo (muy parecido a uno de esos buttplugs de cristal que están tan de moda).
La delegación argentina, muy K, aplaudió con entusiasmo la presencia de funcionarios de un gobierno que no dudaría en enviar misiones comerciales a Uganda, así como las envió a Angola, donde la homosexualidad es ilegal y los artículos 70 y 71 del código penal penalizan con el envío a campos de trabajos forzados "a quienes practican actos contra natura de manera habitual". Pero la nieve amortigua cualquier contradicción.

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